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Rafael García Romero

Juan Bosch y el Tribunal Russell

Juan Bosch y el Tribunal Russell

Por Rafael García Romero

El Tribunal Bertrand Russell creado a iniciativa de sir Bertrand Russell, filósofo y matemático inglés, Premio Nobel de la Paz, para investigar los crímenes cometidos por las tropas norteamericanas en Vietnam, tuvo un alcance mayor a su objetivo inicial y consiguió hacer un singular capítulo de la historia continental a favor de los derechos humanos. Se reunió en dos ocasiones. La primera vez sesionó en Roma, para abril de 1974; y luego en Bruselas, en enero de 1975. El Tribunal Russell II se dedicó a investigar la situación imperante en diversos países de América latina, y luego se reunió nuevamente para completar sus trabajos referentes a las múltiples violaciones de los derechos humanos y de los derechos de los pueblos en Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay y otros países del continente latinoamericano.

El organismo llegó hace años al término de su cometido y se disolvió luego de haber investigado la situación imperante en países donde cercenaron la democracia, y de inmediato fueron sometidos a regímenes dictatoriales. Los jueces, para esa ocasión, dictaron una sentencia que condenaba (de manera moral, desafortunadamente) a esos regimenes en base a pruebas aplastantes de sus infinitas violaciones de los derechos humanos más elementales.

El Presidente era Lelio Basso, senador de la Izquierda Independiente Italiana; y que luego, animado por los resultados, creó una fundación para la defensa continental de los derechos humanos, denominada Lelio Basso por el Derecho y la Liberación de los Pueblos; y como vice-presidentes trabajaron Vladimir Dedijer, historiador yugoslavo; Gabriel García Márquez, escritor colombiano, Premio Nóbel de Literatura; Frangois Rigaux, profesor de derecho internacional de la Universidad Cató1ica de Louvain y Albert Soboul, profesor de La Sorbona.

El profesor Juan Bosch encabezaba el cuerpo de jueces, en su condición de escritor y ex Presidente de la República Dominicana; a su vez, estaba acompañado por George Casalis, teólogo protestante; Julio Cortázar, escritor argentino; Giulio Girardi, teólogo cató1ico; Uwe Holtz, miembro del Partido Social Demócrata Alemán y del Parlamento; Alfred Kastler, Premio Nóbel de Física; John Molgaard, miembro del Partido Social Demócrata Danés, dirigente sindical; James Petras, profesor de sociología de la Universidad de Nueva York; Pham Van Bach, presidente de la Comisión de Investigación de los Crímenes Norteamericanos de Guerra en Vietnam; Laurent Schwartz, matemático; Alberto Tridente, Secretario Nacional de la FLM (Italia); y Armando Uribe, profesor de derecho internacional y ex embajador de Chile en Pekín.

El Tribunal Bertrand Russell condenó moral e inapelablemente a todas las dictaduras del cono Sur que asolaron la región en el periodo 1973-1976, y que incluyó reunir pruebas y testimonios de las escuelas de torturas organizadas y asesoradas desde el extranjero para redepositarlas ante el comité correspondiente de las Naciones Unidas; y  de allí surgió la Fundación Internacional Lelio Basso por el Derecho y la Liberación de los Pueblos, que a su vez dio origen a una liga internacional con el mismo cometido,  y al llamado Tribunal de los Pueblos, con sede en Bolonia.
¿Qué hizo Juan Bosch en su calidad de juez del Tribunal Russell para la América Latina? Formar parte de ese organismo era, de por sí, un reconocimiento a su condición de humanista continental y un gran compromiso de él como político e intelectual. El organismo ya se había reunido, como se dijo, en Roma en abril de 1974 y él no pudo asistir a esa reunión, y por esa razón se propuso no faltar a la reunión de Bruselas, la capital de Bélgica, que se hizo en enero de 1975. No estaba allí sólo en calidad de juez, también era escritor, un político y líder del recién creado Partido de la Liberación Dominicana (PLD), hechura de él, y del cual era su presidente. Y lo sería de por vida, Ad vitam.
El Partido, a raíz de esa misión de gran trascendencia continental,  le encomendó a él y a Manuel Espinal (también miembro del Comité Central) que aprovecharan ese particular escenario para hacer un estudio de la situación política de algunos países, porque el PLD necesitaba definir su posición frente a los gobiernos y de cara a los partidos políticos que funcionaban democráticamente para entonces en la mayoría de los países que debían visitar.
La región estaba afectada, para esa época, por el vacío político que había dejado la desaparición física de Juan Domingo Perón, presidente de Argentina durante varios periodos. Juan Bosch sabía, e hizo del conocimiento a los dirigentes del Partido, que dicha muerte iba a significar un cambio para la situación política general de los países de la América Latina; y que eso, necesariamente, iba a reflejarse en la República Dominicana y en el  Partido.
En una declaración para la prensa había dicho: “Perón usó a la Argentina como una plataforma para desarrollar desde ella una política extranjera independiente. El país que mayores beneficios obtuvo de esa política fue Cuba... pero todos los países débiles de la América Latina iban a beneficiarse también de esa política peronista, unos porque iban a tener ayuda económica y otros porque iban a tener respaldo político de la Argentina”.
En cuanto a la encomienda del Partido de la Liberación Dominicana, ¿qué sucedió? Juan Bosch la sintetiza de esta forma: “Debíamos tratar de averiguar qué dirección iban tomando las fuerzas políticas de países como México, como Suecia, como España, Portugal y Venezuela”.
La realidad política que más impacto a Juan Bosch, como juez y político, fue la de México. La percepción que tuvo de esa visita lo explica de la siguiente forma:
El primer país que visitamos fue México, donde se nos recibió con las atenciones que se tienen en todas partes para las personas que hayan sido jefes de Estado y donde sostuvimos muchas reuniones con mexicanos y con extranjeros, sobre todo con exiliados argentinos, chilenos, haitianos y de otros países de América, y en poco tiempo pudimos darnos cuanta de algo que nos pareció muy importante.

¿Qué era eso –preguntaba Bosch- que era muy importante? A lo que respondía de inmediato:

Pues el hecho extraño de que México es un país de los más avanzados de América en el orden económico, en el orden cultural, en el orden social, pero al mismo tiempo no tiene fuerzas políticas organizadas que puedan servirle de base real a un gobierno que quiera poner en práctica un programa de medidas económicas y sociales que puedan ser consideradas como progresistas o avanzadas. En México, la fuerza verdadera está en los círculos económicos, no en los políticos; y sin embargo, todas las capas del pueblo, desde los más grandes capitalistas hasta el indio sin trabajo manifiestan un gran respeto por el presidente de la República, sea quien sea ese presidente; lo respetan como si se tratara de un rey en un país monárquico. Pero como la fuerza verdadera, y nos referimos a las fuerzas políticas, está en los grupos de los grandes capitalistas y no en uno o en varios partidos políticos, el poder de esos grupos de grandes capitalistas puede enfrentarse al poder del presidente de la República o del gobierno y puede impedir que un gobierno ponga en vigor medidas beneficiosas para el pueblo si esas medidas pueden representar una rebaja, por pequeña que sea, en los beneficios que reciben esos grandes capitalistas
Todos, unos con gusto y otros a disgusto, gobernaron para el beneficio de los grandes capitalistas mexicanos y de sus socios norteamericanos.

En eso llegó la oportunidad de que había que escoger un candidato a la presidencia que debía gobernar desde el 1 de diciembre de 1970 hasta el 30 de noviembre del año 1976 y Luís Echeverría Álvarez, que tenía todas las posibilidades de ser ese candidato, ganó la candidatura y ganó las elecciones presidenciales; pero ya en el Palacio Nacional se “dio cuenta de que le era imposible hacer nada bueno en favor del pueblo porque no contaba con una fuerza política organizada que lo sostuviera en una lucha contra los grupos económicamente poderosos, estudió detenidamente la situación en que se encontraba y halló una salida; la única salida que podía usar. Esa salida consistía en hacer una política internacional que le diera prestigio en el mundo y le diera peso dentro de su país, a tal punto que fuera imposible para esos poderosos grupos económicos tocar siquiera con el pensamiento la figura del presidente Echeverría sin causar un escándalo mundial y sin provocar un levantamiento popular en México”.
¿Y cómo consiguió el presidente de México empoderarse políticamente y que eso le diera prestigio en el mundo? Juan Bosch plantea que Echeverría comenzó a desarrollar una política de viajes por todas las partes de la Tierra con un plan bien concebido. En cada país se reunía con los jefes de Estado. Así consiguió que varios gobiernos apoyaran su proposición de presentar en las Naciones Unidas una Carta de Derechos y Deberes Económicos de los países miembros, es decir, una Carta o acuerdo sobre los deberes y los derechos que tienen con sus pueblos y con todos los demás pueblos de la Tierra los países que están asociados en la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Echevarria era un político adelantado para la época y sabía que “no es factible alcanzar un orden internacional justo ni un mundo estable en tanto no se formule la Carta que ha de proteger debidamente los derechos de todos los países en desarrollo”. Consiguió que de manera abrumadora el día 12 de diciembre de 1974, la Asamblea General de las Naciones Unidas, con los representantes de todos los países del mundo reunida en su vigésimo noveno período de sesiones adoptara solemnemente la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados propuesta por el gobierno mexicano; y la había adoptado por 120 votos a favor, 6 en contra y 10 abstenciones. Los 6 en contra fueron los de Alemania, Bélgica, Dinamarca, Estados Unidos, Inglaterra y Luxemburgo, todos países ricos; los 10 que no votaron, o mejor dicho, que se negaron a votar, fueron países que figuran entre los desarrollados aunque no eran los más ricos, y entre ellos estuvieron Austria, Canadá, España, Francia, Holanda, Israel, Italia, Irlanda, Japón y Noruega, y dos no votaron, uno de ellos, las Islas Malvinas, porque sus representantes no estaban presentes en esa Asamblea General, y otro, la República de Sudáfrica, porque debido a su política de persecución racial contra los negros había perdido su derecho a votar en la ONU.
Ese proceso lo entendió muy bien Juan Bosch. Estuvo en contacto con diversos gobiernos, presidentes y líderes continentales y sacó, en su condición de Juez del Tribunal Russell las mejores enseñanzas. No tomó la iniciativa de Lelio Basso, quien como ya se dijo, creo la Fundación Internacional por el Derecho y la Liberación de los Pueblos. En su caso, y para los dirigentes que lo acompañaban, tenían bajo su dirección una organización nueva en América y el país: el Partido de la Liberación Dominicana; y era Juan Bosch, con las entrevistas personales y los documentos que había traído del Tribunal Russell, un político más poderoso, cargado de una tonelada de información regional y mundial, y que con el PLD seria un arma poderosísima para la defensa nacional y continental.
Tanto Juan Bosch como cualquiera de los miembros del Tribunal Russell en una situación análoga, solo podían hacer una cosa: asumir personalmente la responsabilidad de denunciar abusos y tropelías de los gobiernos de la época, en su mayoría encabezados por dictadores o juntas militares.

Un acto de valentía, muchos años antes de la conformación del Tribunal Russell y de sus atribuciones, fue la carta que envió Juan Bosch el 27 de febrero de 1961 al dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo.

En esa carta lo llamaba “General” y decía:
 En este día, la república que usted gobierna cumple ciento diecisiete años. De ellos, treinta y uno los ha pasado bajo su mando; y esto quiere decir que durante más de un cuarto de su vida republicana el pueblo de Santo Domingo ha vivido sometido al régimen que usted creó y que usted ha mantenido con espantoso tesón. Tal vez usted no haya pensado que ese régimen haya podido durar gracias, entre otras cosas, a que la República Dominicana es parte de la América Latina; y debido a su paciencia evangélica para sufrir atropellos, la América Latina ha permanecido durante la mayor parte de este siglo fuera del foco de interés de la política mundial. Nuestros países no eran peligrosos; y por tanto no había por qué preocuparse de ellos.
  En esa atmósfera de laissez faire, usted podía permanecer en el poder por tiempo indefinido; podía aspirar a estar gobernando todavía en Santo Domingo al cumplirse el sesquicentenario de la república, si los dioses le daban vida para tanto. Pero la atmósfera política del Hemisferio sufrió un cambio brusco a partir del 1º de enero de 1959. Sea cual sea la opinión que se tenga de Fidel Castro, la historia tendrá que reconocerle que ha desempeñado un papel de primera magnitud en ese cambio de atmósfera continental, pues a él le correspondió la función de transformar a pueblos pacientes en pueblos peligrosos.
 Ya no somos tierras sin importancia, que pueden ser mantenidas fuera del foco de interés mundial. Ahora hay que pensar en nosotros y elaborar toda una teoría política y social que pueda satisfacer el hambre de libertad, de justicia y de pan del hombre americano. Esa nueva teoría es un aliado moral de los dominicanos que luchan contra el régimen que usted ha fundado; y aunque llevado por su instinto realista y tal vez ofuscado por la desviación profesional de hombre de poder, usted puede negarse a reconocer el valor político de tal aliado, es imposible que no se dé cuenta de la tremenda fuerza que significa la unión de ese factor con la voluntad democrática del pueblo dominicano y con los errores que usted ha cometido y viene cometiendo en sus relaciones con el mundo americano.
  La fuerza resultante de la suma de los tres factores mencionados va a actuar precisamente cuando comienza la crisis para usted; sus adversarios se levantan de una postración de treinta y un años en el momento en que usted queda abandonado a su suerte en medio de una atmósfera política y social que no ofrece ya alimento a sus pulmones.
 En este instante histórico, su caso puede ser comparado al del ágil, fuerte, agresivo y voraz tiburón, conformado por miles de años para ser el terror de los mares, al que el inesperado cataclismo le ha cambiado el agua de mar por ácido sulfúrico; ese tiburón no puede seguir viviendo.
  No piense que al referirme al tiburón lo he hecho con ánimo de establecer comparaciones peyorativas para usted. Lo he mencionado porque es un ejemplo de ser vivo nacido para atacar y vencer, como estoy seguro que piensa de sí mismo. Y ya ve que ese arrogante vencedor de los abismos marítimos puede ser inutilizado y destruido por un cambio en su ambiente natural, imagen fiel del caso en que usted se encuentra ahora. Pero sucede que el destino de sus últimos días como dictador de la República Dominicana puede reflejarse con sangre o sin ella en el pueblo de Santo Domingo. Si usted admite que la atmósfera política de la América Latina ha cambiado, que en el nuevo ambiente no hay aire para usted, y emigra a aguas más seguras para su naturaleza individual, nuestro país puede recibir el 27 de febrero de 1962 en paz y con optimismo; si usted no lo admite y se empeña en seguir tiranizándolo, el próximo aniversario de la república será caótico y sangriento; y de ser así, el caos y la sangre llegarán más allá del umbral de su propia casa, y escribo casa con el sentido usado en los textos bíblicos. Es todo cuanto quería decirle, hoy, aniversario de la fundación de la República Dominicana.

El trabajo del Tribunal Russell tuvo tanta repercusión, que muchos años después, el apoyo de escritores como Julio Cortázar era muy solicitado; y a través de diversas vías demandaban su opinión sobre casos de violación a los derechos humanos. Un caso, particularmente, le llamó la atención y el escritor lo hizo público, debido a su repercusión mundial. Tomó como punto de apoyo una carta que le llegó desde México, firmada por Daniel Vicente Cabezas para pedirle, como miembro del Tribunal Bertrand Russell, que haga todo lo posible para denunciar y esclarecer la desaparición de su madre, Thelma Jara de Cabezas, ocurrida en Buenos Aires el 30 de abril de 1979.

No era un caso anónimo y aislado. La prensa informó ampliamente sobre el hecho, ya que la señora Cabezas era la secretaria de la Comisión de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas; y lo era por la misma razón de la desaparición de su hijo Gustavo Alejandro, un estudiante de diecisiete años. Desapareció en mayo de 1976 sin que hasta la fecha se haya tenido noticias de su destino.

El caso de marras lo tomó Cortazar de manera personal. Estaba convencido que muchas veces “nuestras armas intelectuales poco pueden contra la fuerza bruta, la mentira y el desprecio”, pero “tienen otro tipo de fuerza a largo plazo que se basa en la confianza en el lector honesto y libre, en la seguridad de que ese lector recogerá el mensaje que le alcanzan las palabras; y a su vez lo difundirá y le dará cada vez mayor peso, mayor eficacia”.

En su país natal, Argentina, al fragor de los trabajos a favor de los derechos humanos, la señora Thelma Jara de Cabezas abordo un día su automóvil y una bomba casi la mata. “Como resultara indemne. Lo que no se logró con la violencia de un explosivo se consumó en el silencio de una desaparición sin rastro”.

El ideólogo, sir Bertrand Russell expresó en la Sesión Inaugural de la primera convocatoria: “no representamos a ningún estado ni podemos dictar sentencias ejecutorias”. La realidad desbordó el sentido de estas palabras y el Tribunal Russell condenó moralmente y de manera inapelable a muchos regimenes militares y gobiernos de la oscuridad, que hasta el día de hoy sus integrantes o guardan prisión o son buscados por los crímenes cometidos.

No puedo hacer más, confesó una vez Julio Cortazar, pero si muchos seguimos contestando así las cartas que nos dirigen, y denunciando lo que las prensas oficiales buscan ahogar, el día de la luz estará más próximo.

Un caso patético y lleno de nostalgia lo plantea Luis Sepúlveda en su libro Historias marginales. Tiene como fondo el golpe militar a Salvador Allende, en Chile; y “que terminó con la ejemplar democracia chilena, asesinó e hizo desaparecer a miles de mujeres, hombres y niños, golpeó, torturó y condenó al exilio a cientos de miles de ciudadanos.”. En ese  periodo desapareció el hijo de un maestro que enseñaba castellano en una pequeña escuela rural, cerca de Chillan, en el sur de Chile. Su nombre era Carlos Gálvez.

El hijo, cuenta Sepúlveda, como otros miles de jóvenes, un día fue tragado por la máquina del terror. Durante dos años don Carlos Gálvez llamó a todas las puertas, habló con gentes amables o hurañas, dignas o atemorizadas, solidarias o vencedoras, recibió risas, insultos, pero también frases de consuelo. No cejó en su empeñó hasta que lo encontró, convertido en una ruina, pero vivo.

A los seis años de un doloroso encierro el profesor Gálvez logra sacar a su hijo de la cárcel con destino a otra forma de encierro: el exilio. Viajó así el hijo a la República Federal Alemana, como otro desterrado, con un montón de recuerdos dolorosos.

Las secuelas de la tortura minaron muy pronto la salud del muchacho y murió al cabo de dos años. El profesor Gálvez viajó desde Chile al sepelio de su hijo, ya que no podía volver con él a su país de origen. En el aeropuerto, de regreso, un funcionario de migración le cerró el paso. La asistencia y los trámites del sepelio fue traducido por la dictadura militar como actividades subversivas. El padre, viudo, por su amor, por su solidaridad con el único hijo que tenía, también fue condenado al exilio, duro, crudo y frío de Alemania. Cuatro años después siguió el destino del hijo. Un invierno férreo hizo que contrajera una neumonía que lo llevó a la tumba. Así segó la dictadura la vida de muchos padres, madres e hijos. Padres, hijos e hijas que el exilio también convirtió en compañeros.

El grito de justicia y respeto a los derechos humano repercutiría en la República Dominicana, y no podía ser de otra forma, con Juan Bosch en su seno, en condición de juez, y a la sazón, Presidente de un partido emergente y que él llevaría a ser la segunda, y con tiempo, la primera fuerza política del país.
Hay que ver la cadena de denuncias y la serie de discursos que produjo el líder del Partido Morado, a las conferencias internacionales que fue invitado y, sobre todo, el giro que debió dar el presidente Joaquín Balaguer a su gobierno en materia de política social y de respeto a los derechos humanos. El pueblo aprendió, maduro durante esa década y el resultado directo lo constituyó el hecho de ver nacer de las urnas un nuevo gobierno, democrático, en 1978. No quiere decir que la fragua para esas transformaciones fuera un esfuerzo personal. No. Todas las conquistas de la humanidad, de las etnias, pueblos y minorías oprimidos, son fruto de esfuerzos conjuntos.
Juan Bosch y los demás intelectuales, teólogos, políticos, sindicalistas, economistas, maestros de importantes universidades que lo acompañaban en el Tribunal Russell, tenían la posibilidad de hacer llegar su voz a muchos lectores latinoamericanos y españoles; y lo hicieron. El mundo nunca conoció tantas denuncias y de manera simultánea contra todos los regimenes opresores de Latinoamérica.

El escritor argentino Julio Cortázar, entre ellos, llegó a decir que nunca lo había hecho con tanto deseo de ser leído, como cuando denunció el caso de México contra la barbarie, el atropello y la suerte de la incólume Thelma Jara de Cabezas.

La montaña de denuncias de abusos y tropelías de los gobiernos de la época, en su mayoría encabezados por dictadores o juntas militares contribuyo a la fortaleza de la democracia de América y de República Dominicana que tenemos hoy, indudablemente.

Rafael García Romero pone a circular décimo segunda edición de novela Ruinas

Rafael García Romero pone a circular décimo segunda edición de novela Ruinas

La novela sobre Salomé y la familia Henríquez Ureña

El escritor Rafael García Romero puso a circular la décimo segunda edición de su novela “Ruinas” en un hotel de la costa norte del Atlántico, con motivo de conmemorarse este mes el 159 aniversario del nacimiento  de la educadora, poetisa Salomé Ureña, protagonista de la obra, esposa del educador, médico y ex presidente Francisco Henríquez y Carvajal y madre de Pedro, Max y Camila Henríquez Ureña, que conforman parte de la historia.

En la actividad, conjuntamente con la obra, se presentó un catalogo del autor, que contiene un opinario critico, informaciones bibliográficas sobre su trayectoria como escritor, la dirección electrónica y especificaciones técnicas sobre su blog literario.

La nueva edición de “Ruinas” trae un retrato al óleo del artista plástico Miguel Núñez que muestra a una Salomé Ureña sentada, en una actitud de reflexión intelectual. El artista concibe a Salomé en el esplendor de su vida dedicada a la educación y el cultivo de la inteligencia mientras lee un libro de poesía.

La novela atrapa en sus páginas la atmósfera y el palpitar de una época a través de la historia de amor, abandono y soledad entre un médico graduado en París –Francisco Henríquez y Carvajal– y la maestra Salomé Ureña, considerada además, la poetisa más famosa que tuvo República Dominicana a finales del siglo diecinueve. 
 

“El 159 aniversario de Salomé Ureña coincide con un amplio y ambicioso programa de actividades que harán importantes instituciones educativas y culturales en el marco del Plan Quinquenal del Libro y la Lectura”, en tal sentido, plantea García Romero, “la novela “Ruinas” constituye un libro modelo y una excelente herramienta para promover la lectura, a la vez que ofrece a los estudiantes y lectores en general una historia amena, veraz, fluida, humana y de alto contenido informativo sobre los valores y la incidencia en la educación y la cultura de la familia Henríquez Ureña en la República Dominicana”.

La poetisa Ureña nació el 21 de octubre de 1850 y murió el 9 de marzo de 1897, luego de una enfermedad que la postró en cama e hizo que cerrara el único centro de estudios superiores para mujeres que tenía el país. La obra cuenta el drama humano, de soledad, el desplome emocional y la depresión que vivió la educadora durante el periodo de cinco años que su marido estuvo estudiando medicina en París.

El escritor explicó que “Ruinas” está contada en primera persona por uno de los hijos de Salomé Ureña, quien hace un recuento de las vicisitudes de la familia, los días amargos de la protagonista, su faceta de educadora y poetisa, los días felices, las peripecias humanas, sus constantes mudanzas fruto de su menguada salud, y sobre todo, el cuidado y esmero que la maestra pone en sus discípulas y la educación de todos sus hijos.

La perspectiva explorada por Rafael García Romero en “Ruinas” –dice el crítico Manuel Matos Moquete– aporta al conocimiento y valoración de los Henríquez Ureña hallazgos nuevos.

La introspección, plantea Moquete, es el recurso narrativo que conduce al autor a la construcción de un mundo interior releído, renovado por el personaje Max. La función que hace Rafael García Romero en “Ruinas” es la de un intérprete distante y sutil de ese mundo extraño que pone a disposición de los lectores de hoy.

En tanto que Eleanor Grimaldi plantea que el escritor Rafael García Romero conjuga en “Ruinas” casi todas las cualidades que adornaron a la poetisa, así como también sus angustias, sufrimientos e ilusiones,  motivos fundamentales  de inspiración para el escritor.

Otros escritores que se han referido a “Ruinas” son las educadoras Carmen Sánchez y Luisa Navarro, los escritores Pedro Antonio Valdez, Taty Hernández, Julio Cuevas, Ramón Tejada Holguín, Miguel Collado y el escritor cubano Alfonso Quiñones, quien dice que “Ruinas” nos sitúa entre la realidad de la ficción y la ficción de la realidad, para dejarnos perplejos entre los linderos vivenciales del dolor y la amargura de una historia atemporal y transespacial.  

Rafael García Romero es cuentista, novelista, periodista y ensayista. Nació en la ciudad de Santo Domingo de Guzmán, en 1957. Ha ejercido el periodismo literario a través de importantes medios: El Siglo, Hoy, EL DIA y la revista AHORA. En 2001 recibió el Premio Nacional de Cuento por su obra A puro dolor y otros cuentos (2001). Otras obras narrativas de su autoría son “Fisión” (1983), “El agonista” (1986), “Bajo el acoso” (1987), “Los ídolos de Amorgos” (1993), “Historias de cada día” (1995), y “La sórdida telaraña de la mansedumbre” (1997, traducida al italiano en 2001), con cuatro ediciones.

La trayectoria de un escritor

La trayectoria de un escritor

Rafael García Romero

La inmensa mayoría de los libros de ficción que escribió Juan Bosch fueron publicados en el extranjero. O sea, tienen un país de origen distinto a República Dominicana. La respuesta está en que Juan Bosch vivió una vida de exilio, en distintos países de América y Europa. En su caso, el peor y más destructivo: Un exilio político.

Así, la vida de Juan Bosch tuvo un relativo sosiego cuando regresa de manera definitiva a República Dominicana en 1971. En adelante, los viajes serían de tipo cultural: conferencias, congresos de literatura, recibo de honores y distinciones de alta calidad. Entre ellos, el doctorado Honoris Causa en Letras que le concedió la Universidad de Nueva York, de los Estados Unidos.

El nombre de Juan Bosch está indisolublemente asociado al cuento. En cambio, la producción de ficción es mínima. Sí, un punto luminoso en el horizonte de su impresionante obra literaria.

Esa constante me lleva a desarrollar bajo el formato de preguntas y respuestas este acercamiento a la férrea disciplina de trabajo de Juan Bosch y el fruto que deja un humanista que antes ya era maestro del cuento en Hispanoamérica.

Juan Bosch era muy joven cuando se marcha al exilio, ¿qué fuerza lo hizo tomar esa decisión de abandonar el país?

Esa fuerza se llamó templanza. En el país gobernaba Rafael Leonidas Trujillo, que entonces había puesto su atención en Juan Bosch y quería llevarlo de diputado al Congreso. En una ocasión el propio Juan Bosch dijo que tomó la decisión de irse del país a raíz de una conversación que hizo con Mario Fermín Cabral, padre del poeta Manuel del Cabral.

En realidad, a Juan Bosch, que ya había empezado a llamar la atención de Trujillo, no le convenía vivir en Santo Domingo. En la Era la política se hacía cada vez más abominable. Así que él se dijo: En República Dominicana no hay garantía de vida, ni de acción. El campo resulta demasiado estrecho y me parece desacertado gastar sin provecho los mejores años de mi juventud, único tiempo en que se puede y se debe viajar e instruirse en el extranjero.

A la edad de veintisiete años Juan Bosch, apenas con un tercer año de la educación secundaria, o sea, sin un título de Bachiller, viajó a Puerto Rico. Era el 1938 y se estableció en San Juan con el propósito de emplearse y abrirse camino con su joven y corta familia: él, su esposa, Isabel García, y los hijos León y Carolina.

¿Hay alguna información sobre los países en que vivió y qué aportes hizo a cada uno?

En su niñez vivió en Haití; luego, muy joven, va a España. En su juventud se quedaría a vivir varios meses en Puerto Rico. Así, en períodos de actividad política y cultural conoce Costa Rica, Cuba, Venezuela, Chile, España y Argentina, países en los que se educó de manera autodidacta y a los que aportó también sus conocimientos y sus dotes de gran humanista, escritor y político. La publicación de su obra se hizo más profusa en Cuba y Chile y Venezuela.

¿En qué año regresa Juan Bosch a República Dominicana?

El retorno se produce casi treinta años después, en diciembre de 1961, atendiendo una oferta del entonces Presidente dominicano. Una vez en Santo Domingo pasa a dirigir los trabajos políticos del Partido Revolucionario Dominicano, que presenta su candidatura a la Presidencia de la República. Gana las elecciones, pero en 1963 un golpe militar derroca el gobierno que encabeza y sale de nuevo al exilio. El último país donde vivió es España, donde permaneció hasta el momento de su regreso definitivo, en 1970.

¿Quiénes formaban el entorno intelectual y literario de Juan Bosch?

En Santo Domingo hizo amistad con Pedro Henríquez Ureña, cuando vino de funcionario de Trujillo y ocupó la Intendencia General de Enseñanza, de quien recibió una valiosa tutoría intelectual y literaria. Época en la que tuvo acceso a la biblioteca del humanista y allí leyó los cuentos de Horacio Quiroga. A esos años corresponde su amistad con Manuel del Cabral, y que luego afianzó en Chile, cuando el autor de “Compadre Mon” ocupo un puesto diplomático. En el extranjero tuvo el privilegio de trato con las más grandes personalidades de las letras españolas e hispanoamericanas de su época, entre ellos Rómulo Gallegos, Gabriel García Márquez, Julia de Burgos, Camila Henríquez Ureña, Miguel Otero Silva, Nicolás Guillén y Julio Cortázar.

¿En qué género de la literatura hizo sus mayores aportes Juan Bosch?

En el ensayo, sin ninguna duda. Género en el que debemos citar los libros y asientos bibliográficos, con el propósito de facilitar su apropiada consulta. Así tenemos: Indios: apuntes históricos y leyendas. Santo Domingo: Editorial La Nación, 1935. Mujeres en la vida de Hostos. Puerto Rico: Edición de la Asociación de Mujeres Graduadas de Puerto Rico, 1938. Hostos, el sembrador. La Habana: Editorial Trópico, 1939. Cuba, la isla fascinante. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1955. Judas Iscariote, el calumniado. Santiago de Chile: Editora Prensa Latinoamericana, 1955. Apuntes sobre el arte de escribir cuentos. Caracas: Revista Shell, 1958. Trujillo: causas de una tiranía sin ejemplo. Caracas: Edición Librería Las Novedades, 1959. Simón Bolivar: biografía para escolares. Caracas: Editora Escolar, 1960. David, biografía de un Rey. Santo Domingo: Colección Pensamiento Dominicano, 1963. Apuntes para una interpretación de la historia costarricense. San José de Costa Rica, 1963. Crisis de la democracia de América en la República Dominicana. México: Centro de Estudios y Documentación Social, 1964. Bolívar y la guerra social. Buenos Aires, 1966. El Pentagonismo, sustituto del imperialismo. Santo Domingo: Publicaciones Ahora, 1967. El próximo paso: dictadura con respaldo popular. Santo Domingo: Publicaciones Ahora, 1969. De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe, frontera imperial. Madrid: Ediciones Alfaguara, 1970. Breve historia de la oligarquía. Santo Domingo: Publicaciones Ahora, 1970. Composición social dominicana. Santo Domingo: Colección Pensamiento y Cultura, 1970. El Napoleón de las guerrillas. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1976. Viaje a las antípodas. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1978. Conferencias y artículos. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1980. La revolución de abril. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1980. La guerra de la Restauración. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1980. Clases sociales en la República Dominicana. Santo Domingo: Editora Corripio, 1983. Capitalismo, democracia y liberación nacional. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1983. La fortuna de Trujillo. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1985. La pequeña burguesía en la historia de la República Dominicana. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1985. Capitalismo tardío en la República Dominicana. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1986. Máximo Gómez: de Montecristi a la gloria. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1986. El Estado, sus orígenes y desarrollo. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1987. Textos culturales y literarios. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1988. Dictaduras dominicanas. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1988. Póker de espanto en El Caribe. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1988. 33 artículos políticos. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1988. El PLD, un nuevo partido en América. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1989. Temas económicos. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1990. Breve historia de los pueblos árabes. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1991.

En cuanto a la literatura de creación, ¿qué aportes hizo?

El fuerte de Juan Bosch se halla en la literatura de creación. Trabajó con mayor éxito y más dedicación el cuento, la novela y con bajo perfil la poesía. En este género, un poema de él "La gaviota" se hizo célebre y con música de Julio Gautreau ya tiene una exquisita fama en República Dominicana. En 1936 publicó la novela La Mañosa. A finales de la década del cincuenta publica sus últimos relatos en tres libros que titula Cuentos escritos antes del exilio, Cuentos escritos en el exilio, y Más cuentos escritos en el exilio.

¿Qué edad tiene el maestro en la actualidad y cuál fue su última obra publicada?

La última obra que publicó a nivel continental se titula: Cuentos más que completos, que hizo Alfaguara en el 2000. Ahora, en la República Dominicana, se presentó recientemente: Premio Nacional de Literatura, publicación que hizo la Editora Corripio, en 2001. Ahora, si Juan Bosch nació el 30 de junio de 1909; de continuar viviendo, en la actualidad tendría 100 años.

La vida no le permitió llegar a esa edad. No pudo coronar el siglo de existencia, pero mientras vivió llevó una vida ejemplar. Una vida ejemplar que hoy podemos reconocer como un impresionante legado a la humanidad.

VII Festival de Poesía en la Montaña

VII Festival de Poesía en la Montaña

La Fundación Festivales de la Montaña informó sobre la celebración de la séptima versión del Festival de Poesía en la Montaña en las instalaciones del Centro Salesiano, sito en la comunidad de Pinar Quemado, Jarabacoa, del 28 al 3o de Agosto. 

El VII Festival de Poesía en la Montaña Jarabacoa 2009 se define como un espacio de encuentro para que los poetas del siglo XXI puedan compartir sus creaciones fuera de la rutina diaria y de las grandes urbes, con el verso en la mirada buscando la luz de las estrellas que casi pueden tocar con la punta de sus dedos.

La coordinadora general del evento, Taty Hernández Durán, informó que, el Festival, entre sus objetivos pretende promover la poesía como alimento del espíritu y bálsamo al ser esta la más pura de las artes, motivar la creación poética para que sirva de canal en la formación de mentes puras con ideales sanos, erradicadores de la violencia y de instintos permisivos de las bajas acciones, incentivar al cultivo de la amistad y la solidaridad entre los participantes y asistentes e impulsar la práctica del eco-turismo cultural.

El programa concebido para este año 2009 pretende involucrar voces actuales de la poesía dominicana, y otros países hermanos que han sido convidados al evento.

En esta ocasión se dará continuación al proyecto  "Bosques, parques y corredores poéticos" y se instalarán las tarjas  de CLIMA DE ETERNIDAD el primer Parque del Poeta en la República Dominicana.

Escritores galardonados, de reconocida trayectoria cultural y ganadores de importantes premios nacionales de literatura, tanto de Santo Domingo como de diversas ciudades del país, están invitados conjuntamente con vates de otras latitudes.

Entre ellos citó a José Rafael Lantigua, José Mármol, Tony Raful, Ángela Hernández, Chiqui Vicioso, Federico Jóvine Bermúdez, Pedro Antonio Valdez, León Félix Batista, Basilio Belliard, Rosa Silverio, Fernando Cabrera, Rafael García Romero, Rafael Peralta Romero, Abil Peralta Agüero, Mateo Morrison, Rannel Báez, Adrián Javier, Plinio Chahín, Marianela Medrano, Jorge Piña, Karina Rieke, Noé Zayas, Juan Freddy Armando, Oscar Peña, Victor Bido, Patricia Minalla, Pedro José Gris, Carmen Pérez Valerio, Manuel Llibre Otero, Reyson Peralta, Yilenia Cepeda, Tanya Badía, Alexei Tellerías, Guido Riggio, Lissette Ramírez, Lesgil Russy, Virgilio López Azuán, Yky Tejada, Juan Gelabert, Blas Jiménez, Puro Tejada, Valentín Amaro, Luis Martin Gomez, Elsa Expósito, Miguel Angel Aza, Rafael P. Rodríguez.

Además Miriam Mirelles de Venezuela, Zuleika Pagán López de Puerto Rico y Zingonia Zingone y  Osvaldo Sauma de Costa Rica. 

A esta convocatoria se sumarán representantes de talleres literarios organizados por toda la geografía nacional.

El Festival de Poesía de la Montaña es un verdadero encuentro cultural, que con el correr del tiempo se consolida y se afianza como uno de los eventos más hermosos de la literatura dominicana.

Para mayores detalles se puede visitar el blog del Festival:

http://festivaldepoesiaenlamontana.blogspot.com

La Gaviota: Criolla que nació de un poema

La Gaviota: Criolla que nació de un poema

Por Rafael García Romero

Juan Bosch fue apresado por los servicios de espionaje de la dictadura en 1934. Encerrado en la Fortaleza Ozama, de Santo Domingo, escribió el poema “Anhelos”. Con el correr de los años ese puñado de versos se convertiría en las letras de la criolla La Gaviota, que ha sido grabada por cantantes tan importantes como Fernando Casado.

El poema “Anhelos”; y que hoy conocemos como “La Gaviota” es el texto escrito en versos más breve y también el más célebre de Juan Bosch. Tiene dos estrofas de cuatro versos cada una; pero además tiene la virtud de que el elemento central de la poesía se menciona dos veces, una en el título y otra en el texto, pero está permanentemente presente en todo el poema.

El poema es un  paisaje que describe Juan Bosch desde su celda, un sueño, un deseo de un hombre que sueña con la libertad perdida, y que consigue hacerlo a través del vuelo de una gaviota.

En los cuatro versos de la primera estrofa, que sitúa al poeta en una celda, hay  27 palabras, distribuidas 14 en los dos primeros y 13 en las últimas dos.

La segunda estrofa, que plantea el deseo de libertad del recluso, está compuesta por 14 palabras el primer par de versos y  11 palabras las últimas dos líneas de versos. En total la estrofa tiene 25 palabras.

El poema completo está logrado con 52 palabras.

Hay seis elementos claves, de fuerza que remiten a la libertad. Sucede con la gaviota, el mar, la luz, las alas, el vuelo, el aire, en oposición a “la reja de mi blanca celda”. No menciona el recluso pero está ahí, tácito, explícito, contemplativo. Es el personaje que mira con azoro la gaviota, detrás de la reja, que se alza y vuela. Mira “el ave grácil”, se maravilla con su vuelo, pero está de fondo el paisaje marino, impetuoso, de fuertes olas y que Juan Bosch describe con la imagen:

                        “el mar despeina su melena azul”.

El poema  “Anhelos” es una impresionante pieza estética, pero al mismo tiempo es un referente histórico y constituye la prueba de un amor real, que existió y, con el tiempo, daría sus frutos.

En el plano estético se trata de un poema con una estructura interna que toca la sensibilidad. Tiene atributos muy singulares, poéticos y literarios. Nadie había descrito el vuelo de una gaviota tan estéticamente convincente, plástica, donde la lengua ayuda a transmitir un recurso mágico maravilloso:

Veo como se alza la gaviota y vuela,

como afanosa de volverse luz

La maravilla del poema está en estos versos sueltos:

“Tender las alas”, “desentumirlas, levantar el vuelo”, “cruzar los aires y llegar a ti”.

A través de ellos el poeta concentra la fuerza expresiva del conjunto y consigue un impulso poético impresionante, visual, cinético.

Escribir bien o con belleza no se refiere a escribir barroco o rebuscado. Se trata de buscar la nueva forma de ver las cosas. Pablo Neruda dice “bandera de dos alas” para referirse a una gaviota.

Pablo Neruda trabaja esa bellísima metáfora en un poema titulado “Oda a la gaviota”, naturalmente, escrito con posterioridad al de Juan Bosch, que resalta, igual que en “Anhelos”, la belleza de la gaviota, pero son dos contextos diferentes. Pablo Neruda canta a la gaviota en su individualidad poética cuando escribe versos como “barca lúcida”,  “bandera de dos alas”, “cuerpo de plata”, “serenata del vuelo”, “tú, magnolia emplumada”; o “botón blanco del vuelo”.

Juan Bosch, en cambio, ve la gaviota como parte de un paisaje que remite a la libertad perdida. Se revela como una frontera, como un elemento de división entre dos realidades. Se trata del ejercicio de la libertad a través de un vuelo leve. Es el vuelo en sí un acto de libertad a través de un impulso visual y de un personaje que le da sentido: el preso de la torre del Homenaje.  El impulso visual se transforma en un anhelo que se evoca cantándolo y contándolo.

En su esencia poética “Anhelos” es la crónica de un vehemente deseo de libertad.

En el título de este ensayo planteo que “La Gaviota” es una criolla que nació de un poema. El poema, ya lo dije, que se titula “Anhelos” dio vida a la criolla “La Gaviota”.

“Anhelos” fue el título que le puso Juan Bosch originalmente, sin sospechar que muchos años después, se convertiría en una canción.

El poema en su conjunto es una glosa de anhelos, la síntesis humana de Juan Bosch que canta a los espirituales, anhelos de libertad, anhelos de estar junto a sus seres queridos. Son Anhelos estéticos de un poeta joven, ya que Bosch, reitero, tenía 24 años; anhelos de un hombre joven que canta a la mujer amada. En “Anhelos” está la esperanza de recuperar la libertad perdida; anhelo de lo venidero. Se trata de un joven y de un poeta y un artista que es parte del  poema.

Escribir bien o con belleza no se refiere a escribir bajo el estigma del barroco o de manera rebuscada, oscura. Se trata de buscar la nueva forma de ver las cosas. Pablo Neruda, en un rincón de su libro “Odas elementales” dice “bandera de dos alas” para referirse a una gaviota.

Qué sencillo es para un hombre ser lo que no es para escapar de su realidad, qué fácil es para un recluso ser una gaviota y que confiesa, a través del canto, “junto a la reja de su blanca celda” su “Indecible anhelo de tener las alas/ del ave grácil que se eleva así/ desentumirlas, levantar el vuelo, / cruzar los aires y llegar a ti”. Un “a ti” que le da un aire muy peculiar, dicho al final, ya que revela la existencia de un personaje, la mujer que el recluso ama; y lo espera.

Se trata de un “a ti” que le da fuerza al principio y justifican todos los anhelos que se juntan en el poema, y que evoca el recluso. Desde que empieza con el verso “Junto a la reja de mi blanca celda”, ya que nos pone, desde un primer momento, al tanto de que el poeta es un recluso arropado por el manto de la nostalgia. El segundo verso: “el mar despeina su melena azul”, es la descripción de un paisaje marino. Un paisaje que se complementa con el elemento animal Gaviota, y que hace que el recluso-poeta cante: “Veo como se alza la gaviota y vuela, como afanosa de volverse luz”.

El anhelo es un deseo vehemente.

El poema “Anhelos” apuesta por el triunfo de ideales propios, de recónditos anhelos humanos, que estéticamente tienen una validez de primer orden. Son anhelos del corazón. Anhelos de paz, anhelos de renovación, de transmutación de una realidad por otra.

Es un canto de los anhelos del hombre por su liberación.

“La Gaviota” fue el titulo que le puso Fernando Casado. Y con el que vivirá eternamente. No fue, sin embargo, el primero que la grabó. Fellita y Cola fueron los primeros que la cantaron. Entonces era sólo “Anhelos”, con música de Julio Gautreau.

La historia de por qué “Anhelos nació en la celda de una prisión es la siguiente. En enero de 1934 Juan Bosch es apresado por la policía de Trujillo, conducido primero a la Fortaleza Ozama y luego a Nigua. El poema nació en la Fortaleza Ozama. Entonces compartía celda con Julio Gautreau. Juan Bosch estaba acusado de conspirar contra el régimen, y Gautreau por un asunto de honor, que terminó en riña con agravamiento.

Entonces Juan Bosch no se había casado, pero estaba de compromiso con Isabel García Aguiar. Se casa con ella varios meses después, el 19 de junio de 1934. La poesía “Anhelos” fue un homenaje que hizo Bosch a ese amor por su esposa de entonces, madre de los dos primeros hijos: León y Carolina.

La Gaviota, de poema a criolla

El poema “Anhelos” constituye el único texto en versos que ha viajado con mayor apoyo a través del tiempo. El viaje no lo ha hecho solo, sino amarrado a la música, a voces inmortales del cancionero dominicano, ya que importantes artistas y compositores han aportado para su inmortalidad.

A través del tiempo; y por diversas razones, le han puesto voz los cantantes Fellita Puello Cerón, Nicolás Casimiro, Fernando Casado, Maridalia Hernández, Edilí, Milagros Hernánez, La Loba, Virna García, Sergio Vargas, Jackeline Estévez, Adalgisa Pantaleón.

Fernando Casado y “La gaviota”

En honor a la verdad histórica ningún dominicano ha aportado tanto a la inmortalidad de ese poema de Juan Bosch que Fernando Casado.

Euclides Gutiérrez Félix pone en contacto a Fernando Casado con el poema. Eso sucedió 25 o 30 años atrás, en las oficinas de la publicitaria Damaris; y que luego pasaría a llamarse Young and Rubicam Damaris. Allí, en la sala de espera, se encontraron el cantante y el abogado.

–Fernando -dijo Euclides-, ¿tú conoces una criolla de Juan Bosch?

–No sabía que el profesor Juan Bosch tuviera una criolla.

–Sí. El texto es muy breve, pero tiene unas letras bellísimas –dice Euclides mirando el rostro interesado de Fernando Casado– creo que está aquí, en algún lugar de una libreta que siempre llevo conmigo.

Extrajo, como del arcón que guarda un tesoro, una pequeña libreta negra, escribió muchos años después Fernando Casado. Buscó en ella; y sin titubeos desprendió una paginilla de  letras minúsculas. Como un padre a un hijo me entregó aquellos versos del alma como se entrega una hija en un altar. (1)

El poema tiene un título de una palabra muy sugestiva: “Anhelos” y es muy breve, con dos estrofas de cuatro versos. Están transcritos con las letras del político e historiador Euclides Gutiérrez Félix. Fernando Casado, ajeno a su destino, extiende la mano, toma el papelito y lee el poema dos veces. Primero en silencio, luego en voz alta:

Junto a la reja de mi blanca celda

el mar despeina su melena azul,

veo como se alza la gaviota y vuela,

como afanosa de volverse luz

Indecible anhelo de tender las alas,

del ave grácil que se eleva así

desentumirlas, levantar el vuelo,

cruzar los aires y llegar a ti.

El maestro Fernando Casado confirma que las letras son bellísimas, cautivadoras y pregunta por la música.

-Háblate con Julio Gautreau, o con Cabito, su hijo, que él te puede decir sobre la música.

El artista se despide de Euclides Gutiérrez Félix; y sin darle las gracias se marcha con el poema. Desde su casa llama al periodista Bonaparte Gautreaux Piñeyro a la oficina. Hablan de la criolla de Juan Bosch y pregunta por la música. Gautreaux le dice que no la tiene, pero que puede recordarlas. Pide a Fernando Casado que lo llame a la casa, a las 5:00 de la tarde. A esa hora ya habrá regresado de la oficina. Entonces, espera y justamente a la hora, llama. Gautreaux le dice que aguarde, va por su saxofón, regresa y se pone al teléfono.

Fernando Casado escucha a través del aparato las notas de la criolla. Está atento, muy concentrado, con el cuidado de no perder el hilo de la melodía. Cuando concluye le pide a Gautreaux que le toque la melodía otra vez.

El maestro Fernando Casado, naturalmente, puso su voz inmortal a la criolla de Juan Bosch; y además la rebautizó con el nombre de “La gaviota”. El nuevo título tuvo un impacto desde el primer momento; y cuenta él que tomó la decisión porque el otro título, “Anhelos”, resultaba intrascendente. Eso lo hizo sin consultar a Juan Bosch.

“La llamé “La gaviota” porque la sentí aletear como grito ansioso de libertad. El poeta significaba sus esperanzas en vuelo libérrimo sobre los acantilados y las parras, mientras cada minuto escondía la muerte.”(2)

En cuanto al nuevo nombre, dijo Casado: Bosch lo entendió y aceptó desde el principio. “Es elocuente el hecho de que nunca, por encima de un marcado temperamento sensiblemente exigente, jamás me dijo una palabra de disgusto, un simple comentario con respecto al cambio de título para su criolla.”(3)

Una gaviota en la tumba

La gaviota tenemos que concebirla como el ave preferida y, esencialmente, el símbolo que sintetiza todo el patrimonio cultural de Juan Bosch. Está en dos momentos cumbres de su existencia. La encontramos al principio de su carrera  literaria, cuando levanta vuelo con su poema “Anhelos”, firmado por un joven poeta bohemio; y en su tumba, coronando el final de su vuelo.

La tumba donde descansa Juan Bosch en La Vega fue concebida como un mausoleo, cuya estructura, totalmente en mármol, posee una gaviota suspendida en el aire. La gaviota es un ave tenaz. Se caracteriza porque no retrocede ante las dificultades de su vuelo.

Hay un mensaje que reza: “Ahora que ya alcanzas tu perfil más alto, florecerá en las huellas de peregrino, un presente profundo que esparcirá su esencia día a día como agua viva brotando de su ejemplo”. Junto a su última morada hay un jardín que posee porciones de tierra de Costa Rica, Puerto Rico, España, Venezuela, Ecuador, Chile y Cuba, siete naciones en las que vivió Bosch. En ellas fueron colocadas 27 rosas blancas y 12 jazmines, que representan la custodia de los doce apóstoles por su eterno descanso.

La gaviota que inspiró a Juan Bosch murió hace muchos años, de manera anónima. Se sabe que las gaviotas viven hasta 40 años en cautiverio y 36 en libertad, volando por la costa. En cambio, esta hermosa canción “La gaviota”, que nació de las letras del poema “Anhelos”, vivirá eternamente en el alma y el cancionero de los dominicanos.

Notas

1.      Casado, Fernando. “Euclides Gutiérrez… duende inesperado”. Periódico Hoy, suplemento Areito. Sábado 28 de junio de 2008. Pág. 7. Santo Domingo, República Dominicana.

2.      Ibidem.

3.      Ibidem.

 

 

Juan Bosch: el origen de un nombre

Por Rafael García Romero


El Juan Bosch que había llegado del exilio para correr como candidato a la Presidencia de la República, inmediatamente después del ajusticiamiento de Rafael Leonidas Trujillo, era un hombre cincuentón, de aventajada estatura, canoso. Pocas personas recordaban que de joven había sido rubio. De ojos verdes, mirada penetrante y manos grandes, fuertes, acogedoras. A todo el que saludaba lo percibía inmediatamente; fumador empedernido. Sólo consumía Cremas sin filtro. Tenía los dedos de la mano derecha estropeados por la nicotina.

 

El tabaco marcó una generación de líderes latinoamericanos. Fidel Castro fumaba habanos y Juan Bosch sólo cigarrillos; y los dos decidieron dejar de fumar. Uno y otro entendieron que había que predicar con el ejemplo y abandonaron el vicio.

 

La radio resultó un vehiculo idóneo para la época. El político hablaba a través del programa “Tribuna Democrática” y su voz, con un mensaje nuevo y distinto para los dominicanos, resultaba agradable, convincente y cautivadora. Hablaba y tenía plena conciencia porqué lo hacia. El dominicano era un pueblo con una deuda social inmensa y un atraso político impresionante. Cada alocución, cada discurso escrito y expuesto, igual que todas las conferencias que dictaba en distintos escenarios del país, tenían como meta educar, ensanchar el horizonte cultural y político de los dominicanos. No importaba qué dijera; siempre era interesante escucharlo. Nadie le decía Juan Bosch, a la hora de abordarlo directamente, aunque ese era su nombre. A lo sumo la primera frase hacia él era "Don Juan" o simplemente "Profesor Bosch", con mucho respeto y condescendencia.

 

No era habitual escuchar en sus labios el “yo”, tampoco que hablara de sí mismo.

 

 Una vez, inevitablemente, lo hizo; y habló de él, pero para citar un consejo que recibió de Pedro Henríquez Ureña (1). A quien conoció en República Dominicana, cuando era un alto funcionario público.

 

El hijo de la poetisa Salomé Ureña tenía 47 años y el autor de La mañosa contaba con 23 años de edad. Entonces el humanista y maestro buscó con cuidado las palabras para transmitirle la idea que quería comunicarle; y le sugirió que hiciera una poda a su nombre y lo usara siempre de manera invariable. Muchos años después lo explicó de la forma siguiente: "Si el nombre con que se me conoce es de dos sílabas, se lo debo a Pedro Henríquez Ureña porque un buen día, cuando yo andaba por los veinte y tres años, el ilustre ensayista me aconsejó que no siguiera usando la E que aparecía en cada uno de los cuentos que publicaba en Bahoruco, la revista de Horacio Blanco Fombona (2), metida y seguida de un punto entre las palabras Juan y Bosch".

 

 El consejo le sirvió para hacer historia. Explicó que Henríquez Ureña entonces era el Superintendente General de Enseñanza (3); y que todavía la alta dirección de la educación pública dominicana no estaba encabezada por un secretario de Estado. Juan Bosch habló con él en la casa de la calle El Conde donde vivía con su hermano, el doctor  Rodolfo Henríquez Laurazón (4), que había venido de Cuba, donde la única universidad del país, la de La Habana, había sido cerrada por la dictadura de Gerardo Machado. "En esa ocasión que no era la primera fui a verlo para llevarle dos cuentos que don Pedro quería mandar a revistas literarias del Continente, una de ellas la bien conocida Repertorio Americano que publicaba en la capital de Costa Rica el cuentista Joaquín García Monge (5), y los dos cuentos iban firmados por Juan Bosch en vez del "Juan E. Bosch", que había sido el nombre usado por mi hasta ese día.

 

 El profesor recordaba que una semana antes, "el maestro de la lengua que era Pedro Henríquez Ureña me había preguntado, en ocasión en que nos hallábamos en el Café Paliza, de la calle El Conde, qué quería decir esa E que aparecía entre Juan y Bosch. "Es que yo me llamo Juan Emilio", le respondí, y pasé a explicarle quo como no me gustaba el último nombre usaba solo su inicial; y en la ocasión en que me aconsejaba, poco después, que no usara más la E me dijo: "Olvídese de esa E, que para lo único que le sirve a usted es para confundir a sus lectores", y a seguidas inquirió: "¿Para qué pone usted una letra sola en medio de un nombre tan sonoro como Juan y su apellido, que se pronuncia sin ningún esfuerzo?". Y remachó lo que estaba diciendo con estas palabras: "En cambio, es muy fácil recordar un nombre de dos sílabas, por ejemplo, Juan Bosch, como era fácil de recordar Mark Twain" (6).

 

 La historia de su vida daría un vuelco. El nombre usado por él hasta ese día murió. Entonces, gracias a Pedro Henríquez Ureña nació otra vez, como hombre, escritor y político; y se llamó, eternamente, Juan Bosch.

 

Notas.

 

1. Pedro Henríquez Ureña (República Dominicana 1884-1946, Argentina) era el segundo hijo del matrimonio del doctor, abogado y ex presidente de la República Francisco Henríquez y Carvajal y la poetisa y educadora dominicana Salomé Ureña; además medio hermano, por lo tanto, de Rodolfo Henríquez Laurazón y Enrique Cotubanama Henríquez. Autor de una variedad de obras, entre ellas Seis ensayos en busca de nuestra expresión y El español en Santo Domingo.

 

2. Horacio Blanco Fombona (Venezuela, 1889-1950). Periodista venezolano radicado en nuestro paí­s. Editor de la revista Bahoruco, cuya labor periodista la desarrollo en dos publicaciones. El Domingo y la revista Letras fue expulsado del país en 1920. La revista letra fue cerrada "por haber publicado el retrato del campesino cibaeño Cayo Báez, mostrando las cicatrices que le causaron con hierro candente" los torturadores del oficial Buckalon.

3. Pedro Henríquez Ureña llega al país el día 22 de diciembre del año 1931. Rafael Leonidas Trujillo lo nombra Superintendente General de Enseñanza y toma posesión el 31 de diciembre de 1931. Y deja el cargo mediante una licencia temporal. Abandona el país el 29 de junio de 1933. Se  embarcó por Puerto Plata hacia París y no regresa jamás. En ese periodo Juan Bosch sólo había publicado el 4 de octubre de 1931 dos poemas en el Listín Diario con la firma de Juan E. Bosch. En cuanto a Camino real, su primer libro de cuentos, lo publicó el 24 de noviembre de 1933. Pedro Henríquez Ureña se había marchado seis meses antes de República Dominicana.

 

4. Rodolfo Henríquez Laurazón. Hijo de Francisco Henríquez y Carvajal y Natividad Laurazón, y Enrique Cotubanama Henríquez Laurazón; fundador, junto a Juan Bosch del Partido Revolucionario Dominicano en Cuba; además medio hermano, por lo tanto, de Fran, Pedro, Max y Camila Henríquez Ureña, fruto del matrimonio Henríquez Ureña.

 

5. Joaquín García Monge.  Intelectual y político costarricense, una de las auténticas glorias del pensamiento nacional. Nació en Desamparados el 20 de enero de 1881. Fue escritor, creador y editor por 40 años de la renombrada revista Repertorio Americano, fundada en 1919. El presidente Francisco Aguiar Barquero lo nombró Ministro de Educación en 1919; y en 1920 fue nombrado Director de la Biblioteca Nacional durante 16 años. Murió el 31 de octubre de 1958.

 

6. Mark Twain  (1835-1910) fue el célebre seudónimo de Samuel Langhorne, escritor y humorista estadounidense.  Nació en Florida (Missouri) el 30 de noviembre de 1835.  Entre sus obras se pueden citar: Las aventuras de Tom Sawyer (1876), Las aventuras de Huckelberry Finn (1884) y Un yanqui en la corte del Rey Arturo (1889). Murió el 21 de abril de 1910 en Nueva York.

Cuentos que arrancan la vida

Por Rafael García Romero

El éxito de un buen cuento, que cautive al lector desde sus primeras líneas, está en la conquista y desarrollo eficaz, indudablemente, de una idea sólida y promisoria.

Una idea de partida tiene que ser robusta, resistente y consistente, como la base de un edificio. Esa asociación constituye el punto de apoyo idóneo e imprescindible para empezar un proyecto; y de igual forma funciona para escribir un cuento.

El escritor de ficción, a veces, se apasiona con una idea literaria. Esa idea contribuye poderosamente -y da sus frutos- a la hora de sentarse a escribir un cuento, pero un buen cuento, un cuento que al leerlo uno sienta que le arranca la vida, sólo se escribe con ideas fundamentales. De hecho, una idea literaria ya es mucho, porque constituye una imagen. O, dicho de una forma más sencilla, en una idea está la revelación de un aluvión de imagenes; y tiene, en cierta forma, el valor de una perla rustica, que aun encerrada en su concha, prefigura el primer ensarte de un bello collar. Así funciona la idea, constituye en sí una figura en bruto, un indicio, la primera pieza de algo mayor, una metáfora en ciernes que grita y pide que se le tome en cuenta.

El cuento “Alicia en el País de las Maravillas” es un texto inmortal de literatura, fruto de una brillante idea trabajada por el matemático y escritor británico Charles Lutwidge Dodgson, que escribía bajo el seudónimo de Lewis Carrolll; y una idea fueron originalmente los cuentos “Las aventuras de Pinocho”, de Carlo Collodi; “El soldadito de plomo”, de Hans Christian Andersen; “El gato con botas”, de Charles Perrault; “Hansel y Gretel”, de los Hermanos Grims;  “Los viajes de Gulliver”, de Jonathan Swift;  “Peter Pan”, de James Matthew Barrey; igual sucedió con cuentos para un público más exigente, como “La gallina degollada”, "A la deriva" y "El hombre muerto",  de Horacio Quiroga; "La lluvia", de Uslar Pietri; "Luvina", y "¡Diles que no me maten!", de Juan Rulfo; “El informe de Brodie”, “El Aleph”, "El impostor inverosímil Tom Castro", de Jorge Luis Borges;"La lluvia de fuego", y "Los caballos de Abdera", de Leopoldo Lugones; "La cena", de Alfonso Reyes; “La mujer”, “Dos pesos de agua”, “La Noche Buena de Encarnación Mendoza”, de Juan Bosch; “La casa tomada”, “La autopista del Sur” y "La noche boca arriba", de Julio Cortázar.

Todos esos cuentos han desafiado el tiempo. Muchos tienen siglos de existencia y todavía son parte de la cultura de los pueblos. Una idea fuerte es el vínculo común entre ellos. Están edificados sobre una idea robusta, resistente y consistente. Ese, y no otro, constituyen su inequivoco punto de partida. Es fundamental empezar a escribir con el apoyo de una idea fuerte. Una idea es el corazón, el inicio de todo cuento. Una vez se nos revela un cuento a través de una idea, también inmediatamente se nos abre un campo maravilloso de trabajo, el enfoque, la propuesta de los personajes, si habrá diálogo directo, con apoyo del narrador, su tono, las circunstancias y su carácter.

Una idea, ya anotada, hay que trabajarla tomando en cuenta su fragilidad, porque las “ideas geniales” tienen un ciclo de vida muy corto. No hay nada que se parezca tanto a una burbuja de jabón que una idea genial para escribir un cuento. Necesita un ambiente propicio para crcer y formarse. Si hace viento no se forma; y si nace se aleja para perderse inmediatamente en el horizonte. El secreto para sacarle provecho a las ideas y que tengan una utilidad práctica e imperecedera está en concebirla igual como la magia del soplo humano forma la burbuja y le da vida, pero contrario a como ocurre con la burbuja, hay que saber reventar la idea, hay que hacerla parir el cuento, antes de que el viento se la lleve.

No hay en la historia de la literatura un cuento que antes no fuera una idea.
Hay muchos puntos de partida para salir a camino con un cuento, pero ¿qué hace a un cuento bueno? En esta categoría de un buen cuento, bien escrito, con una historia estremecedora, que tenga un gran principio y cierre con un final eficaz, entran muchos factores. Un punto de partida importante es trabajar con una idea literaria nueva, singular y única. Eso contribuye a escribir un cuento, pero, como ya se ha dicho, un buen cuento no sólo se escribe con ideas fuertes.

Un escritor que no trabaje con rigor, o que presente sus personajes con desgarbo y dejadez, traiciona un fin esencial en la narrativa, ya que los cuentos están hechos de la materia de sus personajes. Si un escritor les falla a sus personajes crea una onda expansiva de caídas y defectos. Esa situación afectará, en principio, la lógica de vínculos que directa o indirectamente se da entre los personajes. En principio puede que no lo perciba conscientemente; pero luego sí, en la fase de observar el comportamiento de los personajes en su entorno: porque un cuento funciona como una estructura armónica, y cuando un escritor falla en la construcción de un personaje, la estructura y el funcionamiento de los demás personajes del cuento se afectan. Esa sincronía empática que hay, que se construye con absoluta deliberación entre los personajes se llama complicidad o fase de conexión.
El manejo de una idea y el uso apropiado del lenguaje hicieron, con el paso destiempo, que textos de importantes escritores adquieren la categoría de cuentos universales.

Esa condición hizo posible la articulación de una lista de autores y títulos de “Cuentos que arancan la vida”, ya que tienen la virtud de atrapar la atención del lector desde su principio.

Una parte muy importante de los autores de los cuentos son hispanoamericanos, como el laureado Premio Nobel Gabriel García Márquez; el inmortal Horacio Quiroga, el maestro del cuento; Juan Bosch. Otra parte, menor, corresponde a varios escritores dominicanos; y una inmensa mayoría son escritores de múltiples naciones, traducidos al español.

A modo de incitación ofrezco los títulos de algunos de ellos; a la vez que los invito a conocer su texto íntegro y la de otros cuentos, a través del site: http://www.ciudadseva.com
 
A imagen y semejanza, de Mario Benedetti                     
A la deriva, de Horacio Quiroga                    
A las aguas, de Guy de Maupassant                    
Abandonado, de Guy de Maupassant                     
Abuela Julieta, de Leopoldo Lugones                
Accidentado paseo a Moka, de Roberto Arlt                      
Accidente, de  Naguib Mahfuz                      
Accidente ferroviario, de Thomas Mann                       
Aceite de perro, de Ambrose Bierce                     
Acerca de la muerte de Bieito, de  Rafael Dieste                       
Adiós Estefanía, de Rafael García Romero
Acuérdate, de Juan Rulfo                      
Acuérdate de Azerbaijan, de Roberto Arlt                      
Aforismos, de  Augusto Monterroso                      
Agrimensor Bene Nio, de Juan Rodolfo Wilcock                      
Aguafuerte, de  Rubén Darío                      
Agudeza gascona, de Marqués de Sade                        
Agustina de Villeblanche o la estratagema del amor, de Marqués de Sade                        
Al buen callar..., de Emilia Pardo Bazán                        
Al otro lado de la pared, de Ambrose Bierce                      
Alejandrina, de Juan José Arreola                     
Alexandre, de Guy de Maupassant                      
Algo había sucedido, de  Dino Buzzati                      
Algo muy grave va a suceder en este pueblo, de Gabriel García Márquez                      
Almuerzo y dudas, de Mario Benedetti                      
Amar hasta fracasar, de  Rubén Darío                      
Amenazas, de William Ospina                      
Amigas de pensionado, de Villiers de L'Isle Adam                       
Amor, de Clarice Lispector                     
Amor, de Guy de Maupassant                    
Amor a la vida, de Jack London                      
Amor y odio, de Gibrán Jalil Gibrán                      
Ana Isabel, de Hans Christian Andersen                      
Anastasio, de Giovanni Boccaccio                      
Angéline o la casa encantada, de  Émile Zola                      
Aniuta, de Anton Chejov                      
Aniversario, de Joaquim Ruyra                      
Ansia, de Anónimo                        
Ante la ley, de Franz Kafka                     
Anteprólogo de "El conde Lucanor", de Versión original    Juan Manuel                       
Antonia, de Villiers de L'Isle Adam                      
Anuncio   Juan José Arreola                      
Anécdota pecuniaria   J. M. Machado de Assis                      
A puro dolor, de Rafael García Romero
Aparición, deGuy de Maupassant                     
Aparición del tritón, de Ramón Gómez de la Serna                      
Aquel viejo, de viejo vino, de Gibrán Jalil Gibrán                     
Aquella muerta, de Ramón Gómez de la Serna                      
Aquellos días en Odessa, de Heinrich Böll                     
Arabia, de James Joyce                      
Arcilla, de  James Joyce                      
Argumentos anotados por Nathaniel Hawthorne, de  Nathaniel Hawthorne                        
Arte y vida, de Enrique Anderson Imbert                      
Arthur Jermyn, de  H.P. Lovecraft                      
Aserrando una rama, de  Anónimo                     
Asomándose desde la Abrupta Costa, de Italo Calvino                      
Aurore y Aimée, de  Jeanne  Marie Le Prince de Beaumont                     
Aventura incomprensible..., de Marqués de Sade                        
Axolotl, de Julio Cortázar
Ayer, hoy y mañana, de Gibrán Jalil Gibrán                      
Azathoth, de  H.P. Lovecraft                      
Años, de  Cesare Pavese                      
Baby H. P., de Juan José Arreola                      
Bajo el sauce, de  Hans Christian Andersen                      
Baltasar Gérard, de Juan José Arreola                      
Banquete de boda, de  Emilia Pardo Bazán                        
Barba Azul, de  Charles Perrault                      
Barba Azul, de Charles Perrault                      
Bartleby, de Herman Melville                      
Basilisa la Hermosa, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                      
Beatriz, de la polución, de  Mario Benedetti                      
Bendición, de Rabindranath Tagore                      
Benedictino, de Leopoldo Alas (Clarín)                      
Benito Cereno, de Herman Melville                      
Berenice, de Edgar Allan Poe                      
Best seller, de O. Henry                      
Bienvenido, de Bob, de Juan Carlos Onetti                      
Birouk, de Iván Turgueniev                      
Blanco y azul, de  Guy de Maupassant                      
Bola de Sebo, de  Guy de Maupassant                      
Boles, de Máximo Gorki                      
Buitres, de Franz Kafka                      
Bâtard, de Jack London                      
Caballo imaginando a Dios, de Augusto Monterroso                                          
Calidoscopio, de Ray Bradbury                      
Campanilla, de Guy de Maupassant                      
Campeones, de Pedro Juan Soto                      
Campesinos, de Guy de Maupassant                        
Canción de amor, de Gibrán Jalil Gibrán                      
Canto y baile, de Manuel Rojas                     
Cantó un gallo, de Guy de Maupassant                                      
Cara de luna, de Jack London                      
Carga fúnebre, de Rafael García Romero
Clemátide, de Rafael García Romero
Cariños de familia, de Guy de Maupassant                      
Carrera inconclusa, de  Ambrose Bierce                        
Carta a un zapatero que compuso mal unos zapatos, de Juan José Arreola                      
Carta a una señorita en París, de Julio Cortázar                      
Carta de un loco, de Guy de Maupassant                      
Carta que se encontró a un ahogado, de  Guy de Maupassant                      
Casa tomada, de Julio Cortázar                      
Caso, de  Emilia Pardo Bazán                      
Casualidad, de Emilia Pardo Bazán                      
Catorce pies, de Alexandr Grin                      
Cañuela y Petaca, de Baldomero Lillo                      
Celefais, de H.P. Lovecraft                      
Cielo negro, de Néstor Caro.
Chac Mool, de Carlos Fuentes                     
Chacales y árabes, de Franz Kafka                   
Chertogón, de Nikolái Semënovic Leskov                      
Chickamauga, de Ambrose Bierce                     
China, de José Donoso                      
Ciappelletto, de Giovanni Boccaccio                      
Circe, de Julio Cortázar                      
Cirugía, de Anton Chejov                      
Claro de luna, de Guy de Maupassant                     
Clave, de  Emilia Pardo Bazán                     
Cláusula testamentaria, de J. M. Machado de Assis                     
Coco, de Guy de Maupassant                     
Cielo Negro, de Nestor Caro
Comedia, de Emilia Pardo Bazán                      
Cometaria, de Emilia Pardo Bazán                     
Compatibles, de Emilia Pardo Bazán                     
Con Dios, de Gibrán Jalil Gibrán                      
Con el petate a cuestas, de Joris  Karl Huysmans                      
Condecorado, de Guy de Maupassant                      
Conducta en los velorios, de Julio Cortázar                      
Confesiones de una mujer   Guy de Maupassant                      
Continuidad de los parques, de Julio Cortázar                      
Corazonada, de  Mario Benedetti                      
Corrido, de  Juan José Arreola                     
Cosas viejas, de Guy de Maupassant                     
Crates, de cínico, de Marcel Schwob                     
Crónica, de Guy de Maupassant                      
Cuento azul, de Marguerite Yourcenar                      
Cuento de espantos, de José Emilio Pacheco                      
Cuento de horror, de Juan José Arreola                      
Cuentos de amor, de Emilia Pardo Bazán                     
Cuentos de Canterbury, de Geoffrey Chaucer                     
Cuentos de la patria, de Emilia Pardo Bazán                    
Cuentos de la tierra, de Emilia Pardo Bazán                     
Cuentos de Marineda, de Emilia Pardo Bazán                      
Cuentos de Navidad y Año Nuevo, de Emilia Pardo Bazán                      
Cuentos de Navidad y Reyes, de Emilia Pardo Bazán                      
Cuentos del terruño, de Emilia Pardo Bazán                      
Cuentos dramáticos, de Emilia Pardo Bazán                      
Cuentos nuevos, de Emilia Pardo Bazán                     
Cuentos para tahúres, de Rodolfo Walsh                     
Cuentos sacroprofanos, de Emilia Pardo Bazán                     
Cuentos trágicos, de Emilia Pardo Bazán                     
Cuerno y marfil, de Enrique Anderson Imbert                     
Cuerpo de mujer, de Ryonusuke Akutagawa                     
Cuerpo y alma, de  Gibrán Jalil Gibrán                     
Culpa ajena, de  Alexandr Grin                      
Cándido o el optimismo, de  Voltaire                     
Cómo acercarse a las fábulas, de  Augusto Monterroso                     
Dagón, de  H.P. Lovecraft                        
Dan  Auta, de  José Ortega y Gasset                      
De balística, de Juan José Arreola                      
De la oscuridad, de  H.P. Lovecraft                     
De los Apeninos a los Andes, de  Edmundo de Amicis                     
Dejar a Matilde, de  Alberto Moravia                     
Dejar de ser mono, de  Augusto Monterroso                     
Demasiado caro, de  León Tolstoi                     
Dentro y fuera, de  Hermann Hesse                     
Descendencia, de  Ángel Guache                    
Descenso al Maelstrón, de  Edgar Allan Poe                      
Desde el pescante del cochero, de  O. Henry                      
Después, de Guy de Maupassant                      
Después de 20 años, de  O. Henry                      
Después de la carrera, de  James Joyce                   
Después del almuerzo, de  Julio Cortázar                     
Después del baile, de  León Tolstoi                     
Diario de un loco, de  Nicolai Gogol                     
Diario de un viajero, de  Guy de Maupassant                     
Dios, de  Gibrán Jalil Gibrán                     
Dios ve la verdad pero no la dice cuando quiere, de  León Tolstoi                     
Discurso provenzal, de  Marqués de Sade                     
Diálogo entre un sacerdote y un moribundo, de  Marqués de Sade                     
Diálogo sobre un diálogo, de  Jorge Luis Borges                     
Dos amigos, de  Guy de Maupassant                     
Dos galanes, de  James Joyce                     
Dos hermanos, de  Hans Christian Andersen                     
Dos imágenes en un estanque, de  Giovanni Papini                      
Dos pesos de agua, de  Juan Bosch                      
Dos poemas, de  Gibrán Jalil Gibrán                      
Dos sabios, de  Leopoldo Alas (Clarín)                     
Dos seres iguales, de  Gibrán Jalil Gibrán                     
Doña Ruth, de  Gibrán Jalil Gibrán                      
Duplicados, de  James Joyce                      
Día de lluvia, de  Rabindranath Tagore                     
Día festivo, de  Guy de Maupassant                     
Efemérides en el comité, de  James Joyce                     
Ejercicio de artillería, de  Roberto Arlt                     
El "rosier" de la señora Husson, de  Guy de Maupassant                      
El abanderado, de  Alphonse Daudet                    
El abate Aubin, de Próspero Mérimée                     
El abrigo, de  Nicolai Gogol                     
El acusado, de  Naguib Mahfuz                    
El adivino, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                    
El ahijado, de  León Tolstoi                     
El ahogado, de  Baldomero Lillo                     
El alcahuete castigado, de  Marqués de Sade                                           
El alegre mes de mayo, de  O. Henry                      
El Aleph, de  Jorge Luis Borges                    
El alienista, de  J. M. Machado de Assis                      
El alma de la máquina, de  Baldomero Lillo                     
El alma de sirena, de  Emilia Pardo Bazán                      
El almohadón de plumas, de  Horacio Quiroga                    
El alquimista, de  H.P. Lovecraft                    
El amante liberal, de  Miguel de Cervantes Saavedra                     
El amante rechazado, de  Alberto Moravia                    
El amo confiado y el criado inocente, de  Mateo Bandello                        
El amo de Moxon, de  Ambrose Bierce                     
El anillo de Thoth, de  Arthur Conan Doyle                     
El antepasado, de  Emilia Pardo Bazán                   
El aparecido, de  Marqués de Sade                     
El arca y el aparecido, de  Stendhal                    
El aristócrata solterón, de  Arthur Conan Doyle                     
El armario viejo, de  Charles Dickens                    
El asalto al gran convoy, de  Dino Buzzati                                    
El asedio, de  Emilio Díaz Valcárcel                      
El asesino    Guy de Maupassant                      
El astrónomo, de  Rabindranath Tagore                                         
El balcón, de  Felisberto Hernández                                            
El barco naufragado, de  Guy de Maupassant                                              
El barril de amontillado, de  Edgar Allan Poe                        
El barrilito, de  Guy de Maupassant                        
El Barón de Grogzwig, de  Charles Dickens                        
El bautizo, de  Guy de Maupassant                     
El beso, de  Anton Chejov                     
El bigote, de  Guy de Maupassant                                
El blanco y el negro, de  Voltaire                     
El borracho, de  Guy de Maupassant                  
El bosque y la estepa, de  Iván Turgueniev                    
El bosque  raíz  laberinto, de  Italo Calvino                     
El burlado, de  Jack London                    
El burro, de  Guy de Maupassant                     
El burro y la flauta, de  Augusto Monterroso                      
El Caballero de Azor, de  Juan Valera                     
El camaleón, de  Anton Chejov                      
El Camaleón que finalmente no sabía..., de Augusto Monterroso                      
El campesino, el oso y la zorra, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                      
El canario, de  Katherine Mansfield                        
El canto del gallo, de  Villiers de L'Isle Adam                     
El caos reptante, de H.P. Lovecraft                        
El carbunclo azul, de  Arthur Conan Doyle                      
El cartero malo, de  Rabindranath Tagore                    
El casamiento engañoso, de  Miguel de Cervantes Saavedra                      
El caso de la doncella perfecta, de  Agatha Christie                      
El caso de la señorita Amelia, de  Rubén Darío                     
El caso de lady Sannox, de  Arthur Conan Doyl                     
El caso del bungalow, de  Agatha Christie                        
El caso del desfiladero de Coulter    Ambrose Bierce                    
El cazador de orquídeas, de  Roberto Arlt                     
El celoso extremeño, de  Miguel de Cervantes Saavedra                      
El centenario, de Augusto Monterroso                     
El cerdito, de  Juan Carlos Onetti                                         
El cetro, de  Gibrán Jalil Gibrán                    
El Chiflón del Diablo, de  Baldomero Lillo                      
El clérigo incestuoso, de  Margarita de Navarra                    
El clérigo malvado, de  H.P. Lovecraft                    
El cocodrilo, de  Felisberto Hernández                    
El cohete, de  Ray Bradbury                     
El collar, de  Guy de Maupassant                     
El colocolo, de Manuel Rojas                        
El colombre, de  Dino Buzzati                        
El coloquio de los perros, de  Miguel de Cervantes Saavedra                        
El color que cayó del cielo, de  H.P. Lovecraft                      
El conductor del rápido, de  Horacio Quiroga                      
El conejo, de  Guy de Maupassant                   
El Conejo y el León, de  Augusto Monterroso                      
El Convenio de sir Dominick, de  Joseph Sheridan Le Fanu                     
El converso, de  Juan José Arreola                    
El convidado de las últimas fiestas, de  Villiers de L'Isle Adam                                          
El corazón delator, de  Edgar Allan Poe                  
El corazón verde, de  Felisberto Hernández                   
El cornudo de sí mismo o la reconciliación inesperada, de  Marqués de Sade                      
El corredor veloz, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                     
El cortejo invisible, de  Rabindranath Tagore                    
El crimen de la cinta métrica, de  Agatha Christie                     
El Cristo del océano, de  Anatole France                    
El cuarteto de cuerdas, de  Virginia Woolf                    
El cuarto hombre, de  Agatha Christie                 
El cuello de camisa, de  Hans Christian Andersen                    
El cumpleaños de Vitalina, de Hilma Contreras.
El cuento de la isla desconocida, de  José Saramago                                       
El curioso impertinente, de  Miguel de Cervantes Saavedra                      
El dedo, de  Feng Meng  lung                      
El demonio de la peste, de  H.P. Lovecraft                      
El descuido, de  Martín Buber                      
El deseo de ser un hombre, de  Villiers de L'Isle Adam                      
El desierto, de  Horacio Quiroga                      
El desierto, de  Ray Bradbury                      
El destino de un hombre, de  Mijail Sholojov                      
El diablo, de  Guy de Maupassant                      
El diente de ballena, de  Jack London                     
El diente roto, de  Pedro Emilio Coll                                           
El dinosaurio, de  Augusto Monterroso                     
El discípulo, de  Juan José Arreola                    
El disparo memorable, de  Alexandr Puchkin                    
El doble sacrificio, de  Juan Valera                  
El don Juan, de  Benito Pérez Galdós                     
El drama del desencantado, de  Gabriel García Márquez                        
El día no restituido, de  Giovanni Papini                        
El dúo de la tos, de  Leopoldo Alas (Clarín)                      
El eclipse, de  Augusto Monterroso                      
El elfo del rosal    Hans Christian Andersen                      
El elíxir de larga vida    Honoré de Balzac                    
El emisario, de  Ray Bradbury                      
El enamorado portugués, de  Miguel de Cervantes Saavedra                     
El engaño del globo, de  Edgar Allan Poe                    
El engendro maldito, de  Ambrose Bierce                    
El entierro de la sardina, de  Leopoldo Alas (Clarín)                      
El entierro de Roger Malvin, de  Nathaniel Hawthorne                     
El entierro prematuro, de  Edgar Allan Poe                    
El ermitaño, de  Gibrán Jalil Gibrán                    
El ermitaño, de  Guy de Maupassant                     
El enemigo, de Miguel Alfonseca
El escarabajo, de  Hans Christian Andersen                  
El escudo de la ciudad, de  Franz Kafka                     
El espectro, de  Horacio Quiroga                      
El espejo que huye, de  Giovanni Papini                      
El espejo que no podía dormir, de  Augusto Monterroso                     
El esposo complaciente, de  Marqués de Sade                     
El estudiante, de  Anton Chejov                    
El evangelio según Marcos, de  Jorge Luis Borges                   
El extraño, de  H.P. Lovecraft                    
El fabricante de ataúdes, de  Alexandr Puchkin                      
El fabulista y sus críticos, de  Augusto Monterroso                    
El famoso cohete, de  Oscar Wilde                     
El fantasma, de  Enrique Anderson Imbert                     
El fantasma de Canterville, de  Oscar Wilde                       
El faro, de  Juan José Arreola                     
El filósofo y el remendón, de  Gibrán Jalil Gibrán                      
El fin, de  Rabindranath Tagore                    
El fingimiento feliz (o la ficción afortunada), de  Marqués de Sade                                          
El foco, de  Virginia Woolf                    
El fracaso, de  Anton Chejov                      
El Gallito de Cresta de Oro, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
El gallo de Sócrates, de  Leopoldo Alas (Clarín)                      
El ganador, de  Enrique Anderson Imbert                      
El gato del Brasil, de  Arthur Conan Doyle                      
El gato negro, de  Edgar Allan Poe                        
El gato que caminaba solo, de  Rudyard Kipling                      
El gato y el ratón, de  Gibrán Jalil Gibrán                     
El gato y la zorra, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                     
El gato, el gallo y la zorra, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                     
El gesto de la muerte, de  Jean Cocteau                     
El gigante egoísta, de  Oscar Wilde                      
El gigante Verlioka, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                      
El gnomo, de  Gustavo Adolfo Bécquer                      
El golpe de gracia, de  Ambrose Bierce                      
El gordo y el flaco, de  Anton Chejov                      
El gran experimento de Keinplatz, de  Arthur Conan Doyle                      
El grillo maestro, de  Augusto Monterroso                     
El grisú, de  Baldomero Lillo                      
El grito del muerto, de  H.P. Lovecraft                      
El guardagujas, de  Juan José Arreola                      
El guardavía, de  Charles Dickens                      
El guardia y la antífona, de  O. Henry                        
El guardián del muerto, de  Ambrose Bierce                      
El hallazgo, de  Baldomero Lillo                     
El hijo, de  Horacio Quiroga                        
El hipnotizador, de  Ambrose Bierce                    
El hogar, de  Rabindranath Tagore                     
El hombre de arena, de  E.T.A. Hoffmann                        
El hombre de la sesera de oro, de  Alphonse Daudet                      
El hombre de los cuarenta escudos, de  Voltaire                     
El hombre de Marte, de  Guy de Maupassant                     
El hombre de mi propiedad, de  Giovanni Papini                      
El hombre del alfanje, de  Alexandre Dumas                      
El hombre del labio retorcido, de  Arthur Conan Doyle                      
El hombre del turbante verde, de  Roberto Arlt                     
El hombre en la calle    Georges Simenon                     
El hombre invisible, de Gabriel Jiménez Emán                      
El hombre muerto, de  Horacio Quiroga                      
El hombre que contaba historias, de  Oscar Wilde                      
El hombre que toca la flauta celestial, de  Anónimo                      
El hombrecito, de Rabindranath Tagore                        
El hombrecito del azulejo, de  Manuel Mujica Láinez                      
El Horla, de  Guy de Maupassant                      
El horror de las sombras, de  H.P. Lovecraft                      
El horror en la Playa Martin, de H.P. Lovecraft                      
El huérfano, de  Guy de Maupassant                      
El héroe, de  Rabindranath Tagore                      
El híbrido, de  Franz Kafka                      
El ilustre amor, de  Manuel Mujica Láinez                      
El imán, de  Oscar Wilde                      
El incidente del Puente del Búho, de  Ambrose Bierce                                            
El infierno artificial, de  Horacio Quiroga                      
El informe de Brodie, de  Jorge Luis Borges                      
El infortunio, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                      
El Inquisidor, de  Francisco Ayala                      
El jardín encantado, de  Italo Calvino                       
El jorobadito, de  Roberto Arlt                     
El Josco, de  Abelardo Díaz Alfaro                     
El joven Goodman Brown, de    Nathaniel Hawthorne                      
El juez, de  Rabindranath Tagore                      
El khan y su hijo, de  Máximo Gorki                        
El lago, de  Ray Bradbury                      
El legado, de  Guy de Maupassant                      
El leve Pedro, de  Enrique Anderson Imbert                      
El licenciado Vidriera, de  Miguel de Cervantes Saavedra                      
El lino, de  Hans Christian Andersen                      
El lisiado, de  Guy de Maupassant                      
El lobo, de  Guy de Maupassant                      
El loco, de  Gibrán Jalil Gibrán                      
El loco, de  Guy de Maupassant                      
El maestro, de  Oscar Wilde                      
El mal zuavo, de  Alphonse Daudet                      
El mandil de cuero, de  Emilia Pardo Bazán                      
El manuscrito de un loco, de  Charles Dickens                      
El mar cambia, de  Ernest Hemingway                      
El marido cura, de  Marqués de Sade                      
El marido escarmentado, de  Marqués de Sade                      
El marido tuerto, de  Margarita de Navarra                      
El marinero, de Rabindranath Tagore                      
El matadero, de  Esteban Echeverría                      
El mechón de cabello, de  Giovanni Boccaccio                       
El mendigo, de  Guy de Maupassant                      
El mendigo de almas, de  Giovanni Papini                      
El mercader, de  Rabindranath Tagore                      
El miedo, de  Guy de Maupassant                      
El miedo, de  Ramón del Valle Inclán                      
El milagro secreto, de  Jorge Luis Borges                      
El miserere, de  Gustavo Adolfo Bécquer                      
El misterio, de  Anton Chejov                      
El misterio de Copper Beeches, de  Arthur Conan Doyle                      
El misterio del Valle de Boscombe, de  Arthur Conan Doyle                      
El molino de viento, de  Hans Christian Andersen                      
El monje furioso, de  Anónimo                     
El monje y la hija del verdugo, de  Ambrose Bierce                      
El mono que quiso ser escritor satírico, de  Augusto Monterroso                     
El monte de las ánimas, de  Gustavo Adolfo Bécquer                      
El muchacho que escribía poesía, de  Yukio Mishima                      
El muerto, de  Jorge Luis Borges                      
El mundo, de  Augusto Monterroso                      
El mundo es algo chico, de Librado, de Pedro Antonio Valdez
El mundo del niño, de  Rabindranath Tagore                      
El mundo tal como va, de Voltaire                        
El médico moreno, de  Arthur Conan Doyle                      
El niño, de  Guy de Maupassant                                           
El niño espía, de  Alphonse Daudet                      
El niño prodigioso, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                      
El nuevo maestro, de  Alphonse Daudet                      
El oficio de autor, de  Rabindranath Tagore                      
El ojo del amo, de  Italo Calvino                        
El origen del mal, de León Tolstoi                        
El or, deo    Gibrán Jalil Gibrán                        
El otro vagabundo, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
El otro yo, de  Mario Benedetti                        
El pabellón de Histeria, de  Arthur Conan Doyle                        
El paciente interno, de  Arthur Conan Doyle                        
El padre, de  Guy de Maupassant                        
El padre de Simón, de  Guy de Maupassant                        
El padre Sergio, de  León Tolstoi                        
El pantano de la luna, de  H.P. Lovecraft                        
El paraíso imperfecto, de  Augusto Monterroso                        
El parto, de  Franco Sacchetti                        
El paso castellano, de  Marcel Prévost                        
El pastor Haíta, de  Ambrose Bierce                        
El patriota ingenioso, de  Ambrose Bierce                                            
El país de las hadas, de  Rabindranath Tagore                        
El pecho desnudo, de  Italo Calvino                        
El pequeño escribiente florentino, de  Edmundo de Amicis                        
El pequeño Tuk, de  Hans Christian Andersen                        
El pequeño vigía lombardo, de  Edmundo de Amicis                        
El perfil, de  Baldomero Lillo                        
El perro que deseaba ser un ser humano, de  Augusto Monterroso                        
El pez de oro, de Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
El pie del diablo, de  Arthur Conan Doyle                        
El poder de la infancia, de  León Tolstoi                        
El pozo, de  Baldomero Lillo                        
El pozo, de  Guy de Maupassant                        
El precursor de Cervantes, de  Marco Denevi                        
El presidente del jurado, de  Charles Dickens                        
El primer destilador, de  León Tolstoi                        
El principio, de  Rabindranath Tagore                        
El prisionero de sí mismo, de  Giovanni Papini                        
El profeta ermitaño, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
El prusiano de Belisario, de  Alphonse Daudet                        
El príncipe Danilo, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
El príncipe feliz, de  Oscar Wilde                        
El pulgar del ingeniero, de  Arthur Conan Doyle                        
El pájaro azul, de  Rubén Darío                        
El péndulo, de O. Henry                        
El que inventó la pólvora, de  Carlos Fuentes                        
El que no pudo amar, de  Giovanni Papini                        
El rapto del sol, de  Baldomero Lillo                        
El rastro de tu sangre en la nieve, de  Gabriel García Márquez                        
El rayo de luna, de  Gustavo Adolfo Bécquer                        
El reflejo, de  Oscar Wilde                        
El regalo, de  Rabindranath Tagore                        
El regalo de los Reyes Magos, de  O. Henry                        
El regreso, de  Emilio Díaz Valcárcel                        
El regreso, de  Rafael Dieste                        
El reloj, de  Pío Baroja                        
El relámpago, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
El remolque, de  Baldomero Lillo                        
El repartidor de agua bendita, de  Guy de Maupassant                        
El retrato, de  Alfonso Rodríguez Castelao                        
El retrato oval, de Edgar Allan Poe                        
El rey, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
El rey burgués, de  Rubén Darío                        
El Rey del Frío, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
El Rey del Trébol, de  Agatha Christie                        
El rey sabio, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
El rey Yu, de  Hermann Hesse                        
El rinoceronte, de  Juan José Arreola                        
El rinoceronte, de  Juan José Arreola                        
El romance de un ocupado bolsista, de  O. Henry                        
El rubí, de  Rubén Darío                        
El ruido de un trueno, de  Ray Bradbury                                
El ruiseñor y la golondrina, de  Esopo                        
El ruiseñor y la rosa, de  Oscar Wilde                        
El río, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
El sabueso, de  H.P. Lovecraft                        
El sacerdote, de  William Faulkner                        
El sacerdote y su amor, de  Yukio Mishima                        
El salto, de  León Tolstoi                        
El salto cualitativo, de  Augusto Monterroso                        
El Salto del Pastor, de  Guy de Maupassant                        
El secreto de Augusta, de  J. M. Machado de Assis                        
El secreto del Barranco de Macarger, de  Ambrose Bierce                        
El ser bajo la luz de la luna, de  H.P. Lovecraft                        
El señor Achille, de  Alphonse Daudet                        
El señor de los relojes, de Rafael García Romero
El silencio blanco, de  Jack London                        
El silencio de las sirenas, de  Franz Kafka                        
El sitio de Berlín, de  Alphonse Daudet                        
El sol, de la luna y el cuervo, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
El soldado, de  Marcio Veloz Maggiolo                        
El soldado y la muerte, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
El soldado y la muerte, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
El solicitante, de  Ambrose Bierce                        
El sueño, de  León Tolstoi                        
El sueño, de  Mary Shelley                        
El sueño, de  O. Henry                                              
El suicida, de  Enrique Anderson Imbert                        
El suicida sustituto, de  Giovanni Papini                        
El sur, de Jorge Luis Borges                        
El sátiro sordo, de  Rubén Darío                        
El pequeño mal, de Rafael García Romero
El talento, de  Anton Chejov                        
El talismán, de  Emilia Pardo Bazán                        
El tamborcillo sardo, de  Edmundo de Amicis                        
El teatro es la vida, de  O. Henry                        
El terremoto en Chile, de  Heinrich von Kleist                        
El Terrible Anciano, de  H.P. Lovecraft                        
El testamento, de  Guy de Maupassant                        
El tic, de  Guy de Maupassant                        
El traje del prisionero, de  Naguib Mahfuz                                              
El tratado naval, de  Arthur Conan Doyle                        
El tren especial desaparecido, de  Arthur Conan Doyle                        
El tres de septiembre, de  Giovanni Papini                        
El trueque, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
El trágico, de  Anton Chejov                        
El tullido, de  Hans Christian Andersen                        
El vagabundo, de  Baldomero Lillo                        
El vagabundo, de  Guy de Maupassant                        
El valor de un dólar, de  O. Henry                        
El vaso de leche, de  Manuel Rojas                        
El velo de la reina Mab, de  Rubén Darío                        
El vendedor de pararrayos, de  Herman Melville                        
El verdugo, de  A. Koestler                        
El bocal de seis flores, de Rafael García Romero
El Carillón, de Rafael García Romero
El vestido blanco, de  Felisberto Hernández                        
El viejo, de  Guy de Maupassant                        
El jabao, de Eric Simo
El taladro del tiempo, de Willian Dario Mejia
El viejo manuscrito, de  Franz Kafka                        
El viejo Milon, de  Guy de Maupassant                        
El viudo Turmore, de  Ambrose Bierce                        
El zurdo, de José Alcántara Almánzar.
El álbum, de  Anton Chejov                        
El ángel, de  Hans Christian Andersen                        
El ángel, de  Juan Rodolfo Wilcock                        
El árbol, de H.P. Lovecraft                        
El árbol de la ciencia, de  Henry James                        
El árbol de la colina, de  H.P. Lovecraft                        
El árbol del orgullo, de G.K. Chesterton                        
El árbol rosa, de Emilia Pardo Bazán                        
El último rostro, de  Álvaro Mutis                                             
Elda y Angotea, de  Alexandr Grin                        
Elsa, de Felisberto Hernández                        
Embargo, de  José Saramago                        
Emilia de Tourville o la crueldad fraterna, de  Marqués de Sade                        
Empédocles, de supuesto dios, de  Marcel Schwob                        
En el barrio no hay banderas, de René del Risco
En el bosque, de  Ryonusuke Akutagawa                        
En el campo, de  Anton Chejov                        
En el fondo del caño hay un negrito, de  José Luis González                        
En el landó, de  Anton Chejov                        
En el mar, de  Guy de Maupassant                        
En el paseo de Sokólniki, de  Anton Chejov                        
En el tren, de  Leopoldo Alas (Clarín)                        
En la administración de correos, de  Anton Chejov                        
En la cripta, de  H.P. Lovecraft                        
En la droguería, de Leopoldo Alas (Clarín)                        
En la Feria, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
En la noche, de  Ray Bradbury                        
En la oscuridad, de  Anton Chejov                        
En la rueda, de  Baldomero Lillo                        
En los baños públicos, de  Anton Chejov                        
En los campos, de  Guy de Maupassant                        
En memoria de Paulina, de  Adolfo Bioy Casares                        
En una estación de ferrocarril, de  Lafcadio Hearn                        
En verdad os digo, de  Juan José Arreola                        
Encender una hoguera, de  Jack London                        
Encuentro, de  Guy de Maupassant                        
Encuentro nocturno, de  Ray Bradbury                        
Enfermos y médicos, de Guy de Maupassant                        
Entrada de año, de  Emilia Pardo Bazán                        
Entre dos silencios, de Hilma Contreras
Entonces nos daremos cuenta, de Rafael García Romero
Epitafio de una perra de caza, de  Petronio                        
Epitafio encontrado en el cementerio Monte Parnaso de San Blas, de  S.B., de  Augusto Monterroso                        
Eróstrato, de incendiario, de  Marcel Schwob                        
Es que somos muy pobres, de  Juan Rulfo                        
Esa mujer, de  Rodolfo Walsh                        
Ese cerdo de Morin, de  Guy de Maupassant                        
Ese hombre, de  Rodolfo Walsh                        
Espanto en las alturas, de  Arthur Conan Doyle                        
Espantos de agosto, de  Gabriel García Márquez                        
Espiral, de  Enrique Anderson Imbert                        
Esqueleto, de  Ray Bradbury                        
Estrella de plata, de  Arthur Conan Doyle                        
Estudio en escarlata, de  Arthur Conan Doyle                        
Ethan Brand, de Nathaniel Hawthorne                        
Eva, de Juan José Arreola                        
Eveline, de James Joyce                        
Ex oblivione, de H.P. Lovecraft                        
Extraordinaria historia de dos tuertos, de  Roberto Arlt                        
Extraños nuevos amigos, de  Dino Buzzati                        
Fausto y Dafrosa, de  Emilia Pardo Bazán                        
Fecundidad, de  Augusto Monterroso                        
Felicidad, de  Katherine Mansfield                        
Felicidad clandestina, de  Clarice Lispector                        
Fiesta en el jardín, de  Katherine Mansfield                        
Final de una relación, de  Alberto Moravia                        
Final para un cuento fantástico, de  I.A. Ireland                        
Finilla, de  Joaquim Ruyra                        
Floreo, de José Rijo.
Flores de las tinieblas, de  Villiers de L'Isle Adam                        
Fomá Berénnikov, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
Francesca, de Leopoldo Lugones                        
Francisca, de  León Tolstoi                        
Frritt  Flacc, de  Julio Verne                        
Georgie Porgie, de  Rudyard Kipling                        
Giocoso Spelli, de  Juan Rodolfo Wilcock                        
Gorrioncito, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
Gracias, de vientre leal, de  Mario Benedetti                        
Graziella Link, de  Juan Rodolfo Wilcock                        
Griselda, de  Giovanni Boccaccio                                              
Hablaba y hablaba..., de  Max Aub                        
Halid Majid el achicharrado, de  Roberto Arlt                        
Heraclitana, de  Augusto Monterroso                        
Historia completamente absurda, de  Giovanni Papini                        
Historia corsa, de  Guy de Maupassant                        
Historia de fantasmas, de  E.T.A. Hoffmann                        
Historia de los dos que soñaron, de  Gustavo Weil                        
Historia de los viajes de escarmentado, de  Voltaire                        
Historia de un buen brahmín, de  Voltaire                        
Historia de un contrabajo, de  Anton Chejov                        
Historia del Necronomicón, de  H.P. Lovecraft                        
Historia del señor Jefries y Nassin el Egipcio, de  Roberto Arlt                        
Historia fantástica, de  Augusto Monterroso                        
Historia verídica, de  Julio Cortázar                        
Historias y cuentos de Galicia, de  Emilia Pardo Bazán                        
Hola y adiós, de  Ray Bradbury                        
Hombre de la esquina rosada, de Jorge Luis Borges
Homenaje a Masoch, de  Augusto Monterroso                        
Horas penosas, de  Thomas Mann                        
Huitzilopoxtli, de Rubén Darío                        
Humorismo, de  Augusto Monterroso                        
Hágase como se ordena    Marqués de Sade                        
Idilio, de  Guy de Maupassant                        
Ilia, de  León Tolstoi                        
Ilio Collio, de  Juan Rodolfo Wilcock                        
Imaginación y destino, de  Augusto Monterroso                        
In Memoriam, de Juan José Arreola                        
Inasible, de  Baldomero Lillo                        
Infancia feliz, de Armando Almanzar Rodriguez
Infernalia, de  José Emilio Pacheco                        
Instrucciones para llorar, de  Julio Cortázar                        
Instrucciones para subir una escalera, de  Julio Cortázar                        
Interiores, de  Emilia Pardo Bazán                        
Intersigno, de  Villiers de L'Isle Adam                        
Intervalo de cinco minutos, de  Francis Picabia                        
Intuición femenina, de Pedro Vergés
Irredención, de  Baldomero Lillo                        
Iván Matveich, de Anton Chejov                        
Iónich, de Anton Chejov                        
Jardín de infancia, de  Naguib Mahfuz                        
Jodynka, de  León Tolstoi                        
Juan Darién, de  Horacio Quiroga                        
Juan Fariña, de Baldomero Lillo                        
Juguetes, de  Rabindranath Tagore                        
Junto a un muerto, de  Guy de Maupassant                        
Kappa, de  Ryonusuke Akutagawa                        
La adoración de los Reyes Magos, de  Manuel Mujica Láinez                        
La ahogada, de  Agatha Christie                        
La alucinación de Staley Fleming, de  Ambrose Bierce                        
La amada no enumerada, de  Heinrich Böll                        
La ambición del forastero, de  Nathaniel Hawthorne                        
La araña Mizguir, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
La argolla, de  Emilia Pardo Bazán                        
La artesiana, de  Alphonse Daudet                        
La Atlántida, de Juan Rodolfo Wilcock                        
La autopista del sur, de  Julio Cortázar                        
La aventura, de  Emilia Pardo Bazán                        
La aventura de Baba en Dimisch esh Sham, de  Roberto Arlt                        
La aventura de Wálter Schbaffs, de  Guy de Maupassant                        
La autopista del sur, de Julio Cortazar
La bailarina, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
La balanza de los Bale, de  Heinrich Böll                        
La ballena y la mariposa, de    Gibrán Jalil Gibrán                        
La banda de lunares, de  Arthur Conan Doyle                        
La bella alma de don Damián, de  Juan Bosch                         
La belleza inútil, de  Guy de Maupassant                        
La bestia en la cueva, de  H.P. Lovecraft                        
La biblioteca total, de  Jorge Luis Borges                        
La bolsa  maletín, de  Algernon Blackwood                        
La bruja Baba  Yaga, de Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
La búsqueda, de Gibrán Jalil Gibrán                        
La cabellera, de  Guy de Maupassant                        
La cabeza del perro, de  Arthur Conan Doyle                                              
La cadena del ancla, de  Roberto Arlt                        
La caja de música, de  Pío Baroja                        
La cama 29, de  Guy de Maupassant                        
La canción de Peronelle, de  Juan José Arreola                        
La capa, de  Dino Buzzati                        
La capital del mundo, de  Ernest Hemingway                        
La cara amarilla, de Arthur Conan Doyle                        
La carne estremecida, de José Acantara Almanzar
La carta, de  José Luis González                        
La cartelera celeste, de  Villiers de L'Isle Adam                        
La casa de Asterión, de  Jorge Luis Borges                        
La Casa de los Deseos, de  Rudyard Kipling                        
La Casa del Juicio, de  Oscar Wilde                        
La casa del pasado, de  Algernon Blackwood                        
La casa encantada, de  Virginia Woolf                        
La casa inundada, de  Felisberto Hernández                        
La Casa Tellier, de  Guy de Maupassant                        
La catacumba nueva, de  Arthur Conan Doyle                        
La causa secreta, de  J. M. Machado de Assis                        
La caída de la Casa Usher    Edgar Allan Poe                        
La cena, de Clarice Lispector                        
La centenaria, de  Emilia Pardo Bazán                        
La ciudad sin nombre, de  H.P. Lovecraft                        
La coartada perfecta, de Patricia Highsmith                        
La colección, de  Anton Chejov                        
La colonia penitenciaria, de  Franz Kafka                        
La compra de la República, de  Giovanni Papini                        
La compuerta número 12, de  Baldomero Lillo                        
La condena, de  Franz Kafka                        
La condesa de Tende, de  Madame de La Fayette                        
La confesión, de  Guy de Maupassant                        
La confesión, de  Manuel Peyrou                        
La corista, de  Anton Chejov                        
La corona de berilos, de  Arthur Conan Doyle                        
La costa, de  Ray Bradbury                        
La cronología viviente, de  Anton Chejov                        
La cruz de Salomón, de  Baldomero Lillo                        
La Cámara de los Tapices, de  Walter Scott                        
La cólera de un particular, de  Anónimo                        
La Dama de Espadas, de  Alexandr Puchkin                        
La dama pálida, de  Alexandre Dumas                        
La danza nupcial de las hormigas, de Pircilio Diaz
La decisión de Randolph Carter, de H.P. Lovecraft                        
La declaración, de  Guy de Maupassant                        
La desconocida, de  Villiers de L'Isle Adam                        
La doble trampa mortal, de  Roberto Arlt                        
La dote, de  Guy de Maupassant                        
La duquesa y el joyero, de  Virginia Woolf                        
La edad madura, de  Henry James                        
La ejecución, de  Hermann Hesse                        
La escuela de las flores, de  Rabindranath Tagore                        
La esfinge sin secreto, de  Oscar Wilde                        
La española inglesa, de  Miguel de Cervantes Saavedra                        
La esperanza, de  Villiers de L'Isle Adam                                              
La estatua, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
La estatua de sal, de  Leopoldo Lugones                        
La estrella sobre el bosque, de  Stefan Zweig                        
La excavación, de  Augusto Roa Bastos                        
La extraña muerte de fray Pedro, de  Rubén Darío                        
La factoría de Farjalla Bill Alí, de  Roberto Arlt                        
La fe y las montañas, de  Augusto Monterroso                        
La felicidad, de  Guy de Maupassant                        
La feria de Sorochinetz, de  Nicolai Gogol                        
La figura en el tapiz, de  Henry James                        
La flor de champa, de  Rabindranath Tagore                        
La flor del castaño, de  Marqués de Sade                        
La foto, de  Enrique Anderson Imbert                        
La fuerza de la sangre, de  Miguel de Cervantes Saavedra                        
La fábula de los ciegos, de  Hermann Hesse                        
La gallina degollada, de  Horacio Quiroga                        
La viuda de Martin Contreras, de Rafael Eduardo Castillo
Las locas de la Plaza de los Almendros, dePedro Peix
La gitanilla, de  Miguel de Cervantes Saavedra                        
La gota de cera, de  Emilia Pardo Bazán                        
La habitación amueblada, de  O. Henry                        
La herrumbre, de  Guy de Maupassant                        
La hierba mortal, de  Agatha Christie                        
La higuera, de  Rabindranath Tagore                        
La honda de David, de Augusto Monterroso                        
La hucha    Hans Christian Andersen                        
La huella del pulgar de san Pedro, de  Agatha Christie                        
La ilustre fregona, de  Miguel de Cervantes Saavedra                        
La impaciencia de la multitud, de  Villiers de L'Isle Adam                                       
La incomprendida, de  Villiers de L'Isle Adam                        
La insolación, de  Horacio Quiroga                        
La intrusa, de  Jorge Luis Borges                        
La invernada de los animales, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
La isla a mediodía, de  Julio Cortázar                        
La ladrona del sueño    Rabindranath Tagore                        
La larva, de  Rubén Darío                        
La lección de canto, de  Katherine Mansfield                        
La ley de la vida, de  Jack London                        
La ley del talión, de  Marqués de Sade                        
La leyenda de Carlomagn, de  Italo Calvino                        
La leyenda de ciertas ropas antiguas, de  Henry James                        
La leyenda del rey indio, de  Hermann Hesse                        
La liga de los ancianos, de  Jack London                        
La liga de los pelirrojos, de  Arthur Conan Doyle                        
La llamada, de  Rabindranath Tagore                        
La llamada de Cthulhu, de  H.P. Lovecraft                        
La lluvia de fuego, de  Leopoldo Lugones                        
La luna llena, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
La luz es como el agua, de  Gabriel García Márquez                        
La madre del monstruo, de  Máximo Gorki                        
La maldición, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
La mancha hiptálmica, de  Horacio Quiroga                        
La mancha indeleble, de  Juan Bosch                        
La mano, de  Guy de Maupassant                        
La mano, de  Ramón Gómez de la Serna                        
La mano disecada, de  Guy de Maupassant                        
La mano pegada, de  Baldomero Lillo                        
La maquilladora, de  Joris  Karl Huysmans                        
La metamorfosis, de  Franz Kafka                        
La miel silvestre, de  Horacio Quiroga                        
La migala, de  Juan José Arreola                        
La mirada del pobre, de  Joaquim Ruyra                        
La mojigata, de  Marqués de Sade                        
La moneda del mundo, de  Emilia Pardo Bazán                        
La montaña, de  Enrique Anderson Imbert                        
La mosca, de  Katherine Mansfield                        
La mosca que soñaba que era un águila, de  Augusto Monterroso                        
La muerta, de  Guy de Maupassant                        
La muerta enamorada, de Théophile Gautier                        
La muerte, de  Enrique Anderson Imbert                        
La muerte, de  Thomas Mann                        
La muerte de Iván Ilich, de  León Tolstoi                        
La muerte de Odjigh, de  Marcel Schwob                        
La muerte de Martín Contreras, de José Castillo.
La muerte de un funcionario público, de  Anton Chejov                        
La muerte del estratega, de  Álvaro Mutis                        
La muerte en Samarra, de  Gabriel García Márquez                        
La mujer, de  Juan Bosch                        
La mujer del almacén, de  Katherine Mansfield                        
La mujer del boticario, de  Anton Chejov                        
La mujer negra o una antigua capilla de templario, de  José Zorrilla                        
La mujer vengada, de  Marqués de Sade                        
La muñeca de modista, de  Agatha Christie                        
La muñeca de porcelana, de  León Tolstoi                        
La muñeca reina, de  Carlos Fuentes                        
La más bella cena del mundo, de Villiers de L'Isle Adam                        
La más feliz, de  Hans Christian Andersen                        
La máscara, de  Anton Chejov                        
La máscara de la muerte roja, de  Edgar Allan Poe                        
La música de Erich Zann, de  H.P. Lovecraft                        
La nariz, de  Nicolai Gogol                        
La Nave Blanca   H.P. Lovecraft                        
La noche   Guy de Maupassant                        
La noche boca arriba, de Julio Cortázar                        
La noche de los feos, de Mario Benedetti                        
La noche que lo dejaron solo, de Juan Rulfo                        
La Nochebuena de Encarnación Mendoza, de  Juan Bosch                        
La obra de arte, de  Anton Chejov                        
La obra maestra desconocida, de  Honoré de Balzac                        
La obra y el poeta, de  R. F. Burton                        
La ola de perfume verde, de  Roberto Arlt                        
La operación, de  Emilia Pardo Bazán                        
La otra orilla, de  Rabindranath Tagore                        
La oveja negra, de Augusto Monterroso                        
La pagoda de Babel, de  G.K. Chesterton                        
La palinodia, de  Emilia Pardo Bazán                        
La paloma, de  Emilia Pardo Bazán                        
La papelera, de  Luis Mateo Díez                        
La partida, de  Franz Kafka                        
La partida del tren, de  Clarice Lispector                        
La pastora Marcela, de  Miguel de Cervantes Saavedra                           
La pata de mono, de  W.W. Jacobs                        
La patria del proscrito, de  Rabindranath Tagore                        
La pavura, de  Joaquim Ruyra                        
La pensión, de James Joyce                        
La pequeña Roque, de  Guy de Maupassant                        
La perfecta señorita, de  Patricia Highsmith                        
La perla, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
La perla, de  Yukio Mishima                        
La Perla de Toledo, de  Próspero Mérimée                        
La persecución del maestro, de  Alexandra David  Neel                        
La perspectiva Nevski, de  Nicolai Gogol                                              
La pierna dormida, de  Enrique Anderson Imbert                        
La pista de los dientes de oro, de  Roberto Arlt                        
La princesa bizantina, de  Horacio Quiroga                        
La princesa de Babilonia, de  Voltaire                        
La prueba de amor, de  Mary Shelley                        
La puerta, de  Guy de Maupassant                        
La puerta abierta, de Pircilio Diaz
La que era sorda, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
La rana que quería ser una rana auténtica, de  Augusto Monterroso                        
La rana zarevna, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
La risa, de  Emilia Pardo Bazán                        
La rosa, de  Emilia Pardo Bazán                                              
La sabana, de  Ray Bradbury                                              
La salvación, de  Adolfo Bioy Casares                        
La salvaje, de  Marcel Schwob                        
La santa, de  Gabriel García Márquez                        
La sed de Cristo, de  Emilia Pardo Bazán                        
La senda, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
La sentencia, de  Wu Ch'eng  en                        
La serpiente, de  Marqués de Sade                        
La señora Baptiste, de  Guy de Maupassant                        
La señora del perrito, de  Anton Chejov                        
La señora Hermes, de  Guy de Maupassant                        
La señorita Brill, de  Katherine Mansfield                        
La señorita Cora, de  Julio Cortázar                        
La señorita de compañía, de  Agatha Christie                        
La señorita Perla, de  Guy de Maupassant                        
La sórdida telaraña de la mansedumbre, de Rafael García Romero
La sima, de  Pío Baroja                        
La sirena, de  Ray Bradbury                        
La sirena inconforme, de  Augusto Monterroso                        
La Sirenita, de  Hans Christian Andersen                        
La sombra, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
La sombra de las jugadas, de  Edwin Morgan                        
La sórdida telaraña de la mansedumbre, de Rafael García Romero
La vida, el valor y el miedo, de Rafael García Romero
La parte más infame, de Rafael García Romero
La tela de Penélope o quién engaña a quién, de  Augusto Monterroso                        
La tempestad de nieve, de  Alexandr Puchkin                        
La terrible venganza, de  Nicolai Gogol                        
La tierra de Zaad, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
La tierra roja, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
La toma del reducto, de  Próspero Mérimée                        
La torre, de    H.P. Lovecraft                        
La tortuga, de  Patricia Highsmith                        
La tortuga y Aquiles, de  Augusto Monterroso                        
La tos, de  Guy de Maupassant                        
La trama, de Jorge Luis Borges                        
La trama celeste, de  Adolfo Bioy Casares                        
La tristeza, de  Anton Chejov                        
La tumba, de  H.P. Lovecraft                        
La tía Sauvage, de  Guy de Maupassant                        
La vaquita parda, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
La vejiga, de la paja y el calzón de líber, de Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
La venganza de Cisco Kid, de  O. Henry                        
La Venus de Ille, de  Próspero Mérimée                        
La verdad sobre Sancho Panza, de  Franz Kafka                        
La vida por la opinión, de  Francisco Ayala                        
La voz de la ciudad, de  O. Henry                        
La víspera de la Cuaresma, de  Anton Chejov                        
La víspera del juicio, de  Anton Chejov                        
La yernocracia, de  Leopoldo Alas (Clarín)                        
La zorra, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
La zorra, de la liebre y el gallo, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
La última clase, de  Alphonse Daudet                        
La última hoja, de  O. Henry                        
La última visita del caballero enfermo, de  Giovanni Papini                        
Ladrón de sábado, de  Gabriel García Márquez                        
Lamporecchio, de  Giovanni Boccaccio                        
Las bodas del lugarteniente Laré, de  Guy de Maupassant                        
Las caricias, de  Guy de Maupassant                        
Las cerezas, de  Emilia Pardo Bazán                        
Las cigüeñas, de  Hans Christian Andersen                        
Las ciudades y los cambios, de  Italo Calvino                        
Las damiselas del mar, de  Joaquim Ruyra                        
Las dos ciudades, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Las dos princesas, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Las estatuas, de  Enrique Anderson Imbert                        
Las fieras, de  Roberto Arlt                                   
Las gafas, de  Matías García Megías                        
Las granadas, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Las hadas de Francia, de  Alphonse Daudet                        
Las hermanas, de  James Joyce                        
Las islas voladoras, de  Anton Chejov                        
Las joyas, de  Guy de Maupassant                        
Las legiones de la tumba, de  H.P. Lovecraft                        
Las leyes, de  Gibrán Jalil Gibrán                         
Las ménades, de  Julio Cortázar                        
Las nieves del Kilimanjaro, de  Ernest Hemingway                        
Las nieves eternas, de  Baldomero Lillo                                              
Las preocupaciones de un padre de familia, de  Franz Kafka                        
Las ranas, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Las ratas de las paredes, de  H.P. Lovecraft                        
Las rayas, de  Horacio Quiroga                        
Las razones del niño, de  Rabindranath Tagore                        
Las ruinas circulares, de  Jorge Luis Borges                        
Las sepulcrales, de  Guy de Maupassant                        
Las tres carreras, de  Marcel Schwob                        
Las tres misas, de  Alphonse Daudet                                  
Las últimas miradas, de  Enrique Anderson Imbert                        
Lejana, de Julio Cortázar                        
Leyenda china, de  Hermann Hesse                        
El leve Pedro, de Enrique Anderson Imbert
Licantropía, de  Enrique Anderson Imbert                        
Ligeia, de  Edgar Allan Poe                        
Literatura, de Julio Torri                        
Llamada, de  Fredric Brown                        
Lo horrible, de  Guy de Maupassant                        
Lo mejor de todo, de  Henry James                        
Lo timó, de  Anton Chejov                        
Los advertidos, de Alejo Carpentier                        
Los alimentos terrestres, de  Juan José Arreola                        
Los amados muertos, de  H.P. Lovecraft                        
Los amantes, de  Juan Rodolfo Wilcock                        
Los amos, de  Juan Bosch                        
Los asesinos, de  Ernest Hemingway                        
Los bandido, de  Villiers de L'Isle Adam                        
Los bandidos de Uad  Djuari, de  Roberto Arlt                        
Los barcos de papel, de  Rabindranath Tagore                        
Los bebedores de sangre, de  Horacio Quiroga                        
Los bomberos, de  Mario Benedetti                        
Los caballeros templarios, de  Alexandre Dumas                        
Los caballos de Abdera, de  Leopoldo Lugones                        
Los cantores de mi patio, de  Jules Jouy                        
Los caprichos de la suerte, de  O. Henry                        
Los cazadores de marfil, de  Roberto Arlt                        
Los constructores, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Los cuatro sospechosos, de  Agatha Christie                        
Los donguis, de  Juan Rodolfo Wilcock                        
Los dos cazadores, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Los dos consolados, de  Voltaire                        
Los dos reyes y los dos laberintos, de Jorge Luis Borges                                              
Los dos ángeles, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Los estafadores, de  Marqués de Sade                        
Los extraviados, de  Anton Chejov                        
Los fantasmas y yo, de  René Avilés Fabila                        
Los gatos de Ultra, de  H.P. Lovecraft                                       
Los hombres de la Tierra, de  Ray Bradbury                        
Los hombres fieras, de  Roberto Arlt                        
Los hombres que están de más, de  Anton Chejov                        
Los inválidos, de  Baldomero Lillo                                               
Los fugitivos, de Alejo Carpentier
Los ídolos de Amorgos –Rafael García Romero
Los muchachos, de  Anton Chejov                        
Los mártires, de  Anton Chejov                        
Los nombres de Manuel, de Rafael García Romero
Los nutrieros, de  Rodolfo Walsh                        
Los ojos culpables, de  Ah'med Ech Chiruani                        
Los ojos verdes, de  Gustavo Adolfo Bécquer                        
Los otros dioses, de  H.P. Lovecraft                        
Los límites de la realidad futura, de Rafael García Romero
Los panes de centeno, de  Anatole France                                              
Los planos de Bruce  Partington, de  Arthur Conan Doyle                        
Los primeros jazmines, de  Rabindranath Tagore                        
Los prisioneros, de  Guy de Maupassant                        
Los reyes, de  Guy de Maupassant                        
Los ritos, de Pedro Peix.
Los señores Burke y Hare, de asesinos, de  Marcel Schwob                        
Los siete mensajeros, de  Dino Buzzati                        
Los siete puentes, de  Yukio Mishima                        
Los simuladores, de Anton Chejov                        
Los testigos, de  Julio Cortázar                        
Los tres anillos, de  Giovanni Boccaccio                        
Los tres ermitaños, de  León Tolstoi                        
Los zarcillos de la vid    Colette                        
Los zuecos, de  Guy de Maupassant                        
Lote número 249, de  Arthur Conan Doyle                        
Luces antiguas, de  Algernon Blackwood                        
Luna de miel, de  Guy de Maupassant                        
Lunes o martes, de  Virginia Woolf                        
Luvina, de  Juan Rulfo                        
Lágrimas y risas, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Macario, de  Juan Rulfo                        
Mademoiselle Fifí, de  Guy de Maupassant                        
Magnetismo, de  Guy de Maupassant                        
Mala fama, de  Rabindranath Tagore                        
Mambrú no fue a la guerra, de Aida Cartagena Portalatín.
Mammon y el arquero, de  O. Henry                        
Manuscrito hallado en una botella, de  Edgar Allan Poe                        
Marco el Rico y Basilio el Desgraciado, de  Alekandr Nikoalevich Afanasiev                        
Margarita o el poder de la farmacopea, de  Adolfo Bioy Casares                        
Mari Belcha, de  Pío Baroja                        
Masticar una rosa, de Angela Hernández
Mateo Falcone, de  Próspero Mérimée                        
Matrimonio a la moda, de  Katherine Mansfield                        
Mediodía, de  Rabindranath Tagore                        
Mejor que arder, de  Clarice Lispector                        
Melania y Azulina, de  León Tolstoi                        
Memnón o la sabiduría humana, de  Voltaire                        
Memorias de un perro amarillo, de  O. Henry                        
Menos Julia, de  Felisberto Hernández                        
Mensaje, de  Thomas Bailey Aldrich                        
Meter el diablo en el infierno, de  Giovanni Boccaccio                        
Metzengerstein, de  Edgar Allan Poe                        
Mi crimen favorito, de  Ambrose Bierce                        
Mi primer concierto, de  Felisberto Hernández                        
Mi tío Sosthéne, de  Guy de Maupassant                        
Micromegas, de  Voltaire                        
Miedo en la Scala, de  Dino Buzzati                        
Mientras el auto espera, de  O. Henry                        
Minué, de  Guy de Maupassant                        
Misa de gallo, de J. M. Machado de Assis                        
Miseria humana, de  Guy de Maupassant                        
Miss Harriet, de Guy de Maupassant                        
Mohamed el Golfo, de  Guy de Maupassant                        
Morrión, de  Guy de Maupassant                        
Mongilet, de Guy de Maupassant                        
Monólogo del insumiso    Juan José Arreola                        
Muchacha desconocida, de Pircilio Diaz
Muebles "El Canario", de  Felisberto Hernández                        
Muerto en Resaca, de  Ambrose Bierce                        
Mujima, de  Yakumo Koisumi                        
Mur, de  Felisberto Hernández                        
Más allá, de Horacio Quiroga                        
Médium, de  Pío Baroja                        
Míster Taylor, de  Augusto Monterroso                        
Nabónides, de  Juan José Arreola                        
Nadie encendía las lámparas, de  Felisberto Hernández                        
Narciso, de Manuel Mujica Láinez                        
Nido de avispas, de  Agatha Christie                        
No confundirse, de  Villiers de L'Isle Adam                        
No quiero más ser el que soy, de  Giovanni Papini                        
No todo está perdido, de Ramon Lacay Polanco
Noche blanca, de  Colette                        
Noche de mayo o la ahogada, de  Nicolai Gogol                        
Noche de ánimas, de  Joaquim Ruyra                        
Nos han dado la tierra, de  Juan Rulfo                        
Nube, de  Augusto Monterroso                        
Nubes y olas, de  Rabindranath Tagore                        
Némesis y el vendedor de caramelos, de  O. Henry                        
Obras completas, de  Augusto Monterroso                        
Odio desde la otra vida, de  Roberto Arlt                        
Odisea en el norte, de  Jack London                        
Odín, de  Jorge Luis Borges y Delia Ingenieros                        
Olaberri el macabro    Pío Baroja                        
Opinión pública, de  Guy de Maupassant                        
Orden del viaje, de Rafael García Romero
Pacto de sangre, de  Mario Benedetti                        
Paolo Uccello, de pintor, de  Marcel Schwob                        
Papeles de Sara, de ManuelRueda
Partir es morir un poco, de  Jacques Sternberg                        
Parturient montes, de  Juan José Arreola                        
Parábola china, de  Hermann Hesse                        
Parábola del trueque, de  Juan José Arreola                        
Pasajeros en Arcadia, de  O. Henry                        
Paternidad responsable, de  Carlos Alfaro                        
Patriotismo, de  Yukio Mishima                        
Paz contagiosa, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Paz y guerra, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Peach Melba con mermelada de fresa, de Rafael García Romero
Pena de muerte, de  Georges Simenon                        
Peor que el infierno, de  Ramón Gómez de la Serna                        
Pequeña parábola de “Chindo” perro de ciego, de  Camilo José Cela                        
Perico Paciencia, de  Manuel A. Alonso                                               
Petición de un vividor a su pesar, de  Guy de Maupassant                        
Pierrot, de Guy de Maupassant                        
Pigmalión, de  Augusto Monterroso                        
Pimienta, de  Naguib Mahfuz                        
Pluma, de lápiz y veneno, de  Oscar Wilde                        
Pobres gentes, de  León Tolstoi                        
Poco despues de la lluvia, de Pircilio Diaz
Polaris, de  H.P. Lovecraft                        
Polemistas, de  Luis Antuñano                        
Poquita cosa, de  Anton Chejov                        
Por correo, de  O. Henry                        
Por el hombre que está en la pista, de  Jack London                        
Portugueses, de  Rodolfo Walsh                        
Prejaspes, de  Emilia Pardo Bazán                        
Primavera a la carta, de  O. Henry                        
Primera nieve, de  Guy de Maupassant                                              
Pueblerina, de  Juan José Arreola                        
Página asesina, de  Julio Cortázar                        
Qué barbaridad, de Claudio, de Rafael García Romero
Quien te quiere, de Carmen, de Rafael García Romero
Quilapán, de  Baldomero Lillo                                              
Rahutia la bailarina, de  Roberto Arlt                        
Recuerdo, de  Guy de Maupassant                        
Remedio para melancólicos, de  Ray Bradbury                        
Restos del naufragio, de  Guy de Maupassant                        
Rinconete y Cortadillo, de  Miguel de Cervantes Saavedra                        
Riquet  el  del  Copete, de  Charles Perrault                        
Rompecabezas, de  Benito Pérez Galdós                        
Rutilio da cuenta de su vida, de  Miguel de Cervantes Saavedra                        
Réquiem, de  Anton Chejov                        
Réquiem con tostadas, de  Mario Benedetti                        
Sábado de sol después de las lluvias, de Roberto Marcalle Abreu
Salvette et Bernadou, de  Alphonse Daudet                        
San Antonio, de  Guy de Maupassant                        
San Francisco en Ripa, de  Stendhal                        
Sangre extraña, de  Mijail Sholojov                        
Santa Clo va a La Cuchilla, de  Abelardo Díaz Alfaro                        
Seis disparos a la luz de la luna, de  H.P. Lovecraft                        
Seis fósforos, de  Alexandr Grin                        
Semejante a la noche, de  Alejo Carpentier                        
Ser infeliz, de  Franz Kafka                        
Setenta, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Sharaya, de  Álvaro Mutis                                              
Siempre hay un adiós, de Rafael García Romero
Si yo fuera, de  Rabindranath Tagore                        
Simplicio, de  Émile Zola                        
Sin querer, de  León Tolstoi                        
Sinesio de Rodas, de  Juan José Arreola                        
Sinfonía concluida, de  Augusto Monterroso                                             
Sobre el agua, de  Guy de Maupassant                        
Sobre la arena, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Sobre las nubes, de  Guy de Maupassant                        
Soledad, de  Pedro de Miguel                        
Soliloquios de Belén, de  Giovanni Papini                        
Sombrío relato, de narrador aún más sombrío    Villiers de L'Isle Adam                        
Sopla el viento, de  Katherine Mansfield                        
Sor Natalia, de  Villiers de L'Isle Adam                        
Sortilegio de otoño, de  Joseph von Eichendorff                        
Su nombre, de Julia, de René Rodríguez Soriano
Sub sole, de  Baldomero Lillo                        
Sueños, de Gibrán Jalil Gibrán                        
Sueños, de  Guy de Maupassant                        
Suicidas, de  Guy de Maupassant                        
Superioridad, de  Rabindranath Tagore                        
Sutilezas de un enamorado, de  Margarita de Navarra                        
Sylvabel, de Villiers de L'Isle Adam                        
Sábado de Gloria, de  Mario Benedetti                        
Sólo vine a hablar por teléfono, de Gabriel García Márquez                        
Tabú, de  Enrique Anderson Imbert                        
Te conozco mascarita, de  Augusto Monterroso                        
Te llamarás Bafnet, de Rafael García Romero
Temor de la cólera, de  Ah'med el Qalyubi                        
Teoría de Dulcinea, de  Juan José Arreola                        
Tercera parte, de  El conde Lucanor    Versión original    Juan Manuel                        
Tirso de Molina, de  Leopoldo Alas (Clarín)                        
Tlön, de Uqbar, de Orbis Tertius, de  Jorge Luis Borges                        
Tobías Mindernickel, de Thomas Mann                        
Tombuctú, de Guy de Maupassant                        
Topos, de Juan José Arreola                        
Tragedia en Harlem, de O. Henry                        
Tragedia navideña, de Agatha Christie                        
Transición, de  Algernon Blackwood                        
Tranvía, de  Andrea Bocconi                        
Tres dioses y ninguno, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Tres gotas de misericordia, de Otto Oscar Milanesse
Tres muertes, de  León Tolstoi                        
Tres regalos, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Tres versiones de Judas, de Jorge Luis Borges                        
Un abuelo impropio, de Ligia Minaya.
Un amante tacaño, de  O. Henry                        
Un artista, de  Manuel Mujica Láinez                        
Un artista del hambre, de  Franz Kafka                        
Un artista del trapecio, de  Franz Kafka                        
Un asesinato, de  Anton Chejov                        
Un asunto de otro tiempo, de  John Galsworthy                        
Un buen bistec, de  Jack London                        
Un canario como regalo, de  Ernest Hemingway                        
Un caso de divorcio, de  Guy de Maupassant                        
Un creyente, de  George Loring Frost                        
Un día cualquiera, de Virgilio Diaz Grullon
Un drama, de  Anton Chejov                        
Un drama verdadero, de  Guy de Maupassant                        
Un duelo, de  Guy de Maupassant                        
Un día de estos, de  Gabriel García Márquez                        
Un encuentro, de  James Joyce                        
Un escándalo, de  Anton Chejov                        
Un escándalo en Bohemia, de  Arthur Conan Doyle                        
Un expreso del futuro, de  Julio Verne                        
Un fenómeno inexplicable, de  Leopoldo Lugones                        
Un golpe a la puerta del Cortijo, de  Franz Kafka                        
Un golpe de estad, de  Guy de Maupassant                        
Un habitante de Carcosa, de  Ambrose Bierce                        
Un hijo, de  Guy de Maupassant                        
Un hijo de los dioses, de  Ambrose Bierce                        
Un hombre conocido, de  Anton Chejov                        
Un hombre célebre, de  J. M. Machado de Assis                        
Un hombre de ciudad, de  O. Henry                        
Un hombre enfundado, de  Anton Chejov                        
Un hombre, de Claudia y los recuerdos felices, de Rafael García Romero
Un hombre irascible, de  Anton Chejov                        
Un horrible bloqueo de la memoria, de  Alberto Moravia                        
Un idilio, de  Horacio Quiroga                        
Un lugar limpio y bien iluminado, de  Ernest Hemingway                        
Un lunes dúctil, de casi suave, de también de pusilánime ternura, de Rafael García Romero
Un milagro, de  Llorenç Villalonga                        
Un millar de muertes, de  Jack London                        
Un modelo de agricultor, de Jules Renard                        
Un médico rural, de Franz Kafka                        
Un niño maligno, de Anton Chejov                        
Un normando, de  Guy de Maupassant                        
Un obispo en el atolladero, de  Marqués de Sade                        
Un paciente en disminución, de  Macedonio Fernández                        
Un pacto con el diablo, de  Juan José Arreola                        
Un padre de familia, de  Anton Chejov                        
Un portero inteligente, de  Anton Chejov                                              
Un rajá que se aburre, de  Alphonse Allais                        
Un resumen, de  Virginia Woolf                        
Un sacrificio por amor, de  O. Henry                        
Un santuario muy especial, de  Anónimo                        
Un sueño, de  Iván Turgueniev                        
Un tercero en discordia, de  Robert Burton                        
Un teólogo en la muerte, de  Manuel Swedenborg                        
Un triste caso, de  James Joyce                        
Un viaje de novios, de  Anton Chejov                        
Un viejo, de  Guy de Maupassant                        
Un voto, de  Leopoldo Alas (Clarín)                        
Un árbol de Noel y una boda, de  Fiodor Dostoyevski                        
Una apuesta, de  Anton Chejov                        
Una aventura india, de  Voltaire                        
Una bella película, de  Guillaume Apollinaire                        
Una broma extraña, de Agatha Christie                        
Una caja de plomo que no se podía abrir, de José Luis González                        
Una carta, de  Guy de Maupassant                        
Una cena con Antoine, de Rafael García Romero
Una conflagración imperfecta, de  Ambrose Bierce                        
Una confusión cotidiana, de  Franz Kafka                        
Una dama de Redores, de  Ambrose Bierce                        
Una de dos, de  Juan José Arreola                        
Una escaramuza en los puestos de avanzada, de  Ambrose Bierce                        
Una estratagema, de  Guy de Maupassant                        
Una familia, de  Guy de Maupassant                        
Una familia feliz, de  Lu Sin                        
Una fotografía antigua, de  Naguib Mahfuz                        
Una gallina, de  Clarice Lispector                        
Una muerte mental    Giovanni Papini                        
Una mujer amaestrada    Juan José Arreola                        
Una mujercita, de Franz Kafka                        
Una noche de edén, de  Horacio Quiroga                        
Una noche de espanto, de  Anton Chejov                        
Una noche de verano, de  Ambrose Bierce                        
Una nubecilla, de  James Joyce                        
Una pequeña fábula, de  Franz Kafka                        
Una pequeñez, de  Anton Chejov                        
Una perra cara, de  Anton Chejov                        
Una plaza en el cielo, de  Enrique Anderson Imbert                        
Una rebelión de los dioses, de  Ambrose Bierce                        
Una reputación, de  Juan José Arreola                        
Una rosa para Emilia, de  William Faulkner                        
Una señora, de  José Donoso                        
Una sorpresa, de  Guy de Maupassant                        
Una tarde en el mar, de  Joaquim Ruyra                        
Una tumba sin fondo, de  Ambrose Bierce                        
Una vendetta, de  Guy de Maupassant                        
Uno de los desaparecidos, de  Ambrose Bierce                        
Vanka, de  Anton Chejov                        
Vanos consejos, de  Guy de Maupassant                        
Vecinos, de  Anton Chejov                        
Ven, de mi ama Zobeida quiere hablarte, de  Roberto Arlt                        
Vera, de  Villiers de L'Isle Adam                        
Vestiduras, de  Gibrán Jalil Gibrán                        
Viaje a la semilla, de  Alejo Carpentier                        
Viaje circular, de  Émile Zola                        
Viaje de novios, de  Guy de Maupassant                        
Viaje de salud, de  Guy de Maupassant                        
Vida de Ma Parker, de Katherine Mansfield                        
Visiones de la noche, de  Ambrose Bierce                        
Visión agorera, de  Joaquim Ruyra                        
Visión de Carlos XI, de  Próspero Mérimée                        
Vocación    Rabindranath Tagore                        
Vox populi, de Villiers de L'Isle Adam                        
Vudú, de  Enrique Anderson Imbert                        
Víspera de difuntos, de  Baldomero Lillo                        
Wakefield, de Nathaniel Hawthorne                        
Wash Jones, de William Faulkner                        
William Wilson, de Edgar Allan Poe                        
Wood'stown, de Alphonse Daudet                        
Ylla, de  Ray Bradbury                        
Yzur, de  Leopoldo Lugones                        
Zadig o el destino, de  Voltaire                        
Zenana, de  Emilia Pardo Bazán                        
Zínochka, de  Anton Chejov                        
¡Adiós, de Cordera!, de Leopoldo Alas (Clarín)                        
¡Chist!, de Anton Chejov                        
¡Diles que no me maten!, de  Juan Rulfo                        
¡Mozo, de un bock!, de  Guy de Maupassant                                            
¡Qué público!, de  Anton Chejov                        
¡Salvada!, de  Guy de Maupassant                        
¡Solo!, de  Guy de Maupassant                        
¡Ése soy yo!, de  Ramón Gómez de la Serna                        
¿Cuánta tierra necesita un hombre?, de  León Tolstoi                        
¿Dónde está mi cabeza?, de  Benito Pérez Galdós                        
¿Quién eres?, de  Giovanni Papini                        
¿Quién sabe?, de  Guy de Maupassant                        
¿Y si?, de  Dino Buzzati                        
¿Él?, de  Guy de Maupassant                        
Ágrafa musulmana en papiro de oxyrrinco, de  Juan José Arreola                        
Último saludo en el escenario, de  Arthur Conan Doyle

Flashes de la Memoria

Así denominamos esta selección de cuentos cortos del libro inédito “Planos de la Duda” de Rafael García Romero.

Estos cuentos son como ínfimas huellas que salpican el camino. Pequeños hechos narrativos que pueden reflejar reminiscencias de breves instantes vividos por usted, por mi o quizás por el mismo autor. Destellos de momentos que dejan un sabor como el de llegar a un punto no delimitado o el de encontrar aquello que no estábamos buscando. Taty Hernández Durán

De “Planos de la Duda”
(Inédito)
Por Rafael García Romero

El ángel escriba 

Hágase la luz.

Cuando todo se iluminó, ahí, a su lado, estaba un ángel escriba. No perdió tiempo. Anotó en la primera página del gran libro aquella frase luminosa. “Hágase la luz”, repitió el escriba satisfecho. Eso inmortalizó las primeras palabras de Dios, hasta hoy, penúltimo día de la eternidad.

El libertador

En el centro de la plaza nada llama tanto la atención como la estatua ecuestre del Libertador. Si bien la figura del general resulta imponente, aferrado con energía a una espada desafiante y agresiva, la fuerza del conjunto está en el equino, brioso, con una energía inmortal. 

-El Libertador murió en guerra -dijo un hombre a la mujer que posaba para una foto. Murió como un héroe y la posición de su caballo inmortaliza ese momento.

¡Pobre animal! Está condenado a vivir con las patas al aire –dijo la mujer. 

Diario de Pedro Mártir

Cuenta de la manera más ingenua Pedro Mártir, milanés, protonotario apostólico y consejero real en su Décadas del Nuevo Mundo, libro I, dedicado a Ascanio Sforza, vizconde, cardenal y vicecanciller italiano, repito, cuenta de la manera más ingenua que ante Cristóbal Colón y los primeros hombres que saltaron a tierra los indígenas huyeron en tropel a los espesos bosques, y que los “nuestros” fueron en su persecución, fruto de lo cual tan solo capturaron a una mujer, y habiéndola conducido a las naves, y después de saciarla con manjares y bebidas y de adornarla con vestidos –pues toda aquella gente, sin distinción se sexo, andaba desnuda y contenta en su natural estado– la dejaron ir en libertad. La histórica mentira del protonotario apostólico milanés data del 13 de noviembre de 1493. 

Los versos de Blake 

Robert Blake en algunos versos no es el poeta que seduce; son versos tirados que revelan y descubren no a un poeta, sino a un simple jarrón de cristal, con agua y rosas rojas; y  en otros versos, sin jarrón y sin rosas, brota él, Blake, sublime y seductor, igual que un oasis ante los ojos del vagabundo que atravesó el desierto.  

La puerta del pasado 

En realidad no es una puerta. Se trata de un instante, un segundo. O menos. Abres, mentalmente, claro, y una lluvia de recuerdos te ataca salvajemente. Todo vuelve a la normalidad cuando cierras aquella puerta. Tu mujer está ahí, frente a ti. La miras y te sonríe con una sonrisa bella, de cuarenta y cinco años de matrimonio. 

Monólogo del viudo 

— ¡Oye! ¿Estás ahí? –preguntó el hombre. Nadie respondía. Hoy estás más extraño que nunca. No me molesta tu silencio. El hombre levantó la mano y tanteó. Efectivamente: confirmó que no estaba solo. Estás ahí. Te escucho, puedo tocarte. Escucho que farfullas algo. Si no quieres mi compañía me voy. Ah, pero te advierto que no volverás a verme. Ayer vino una mujer que compra espejos antiguos. Tan pronto te vio se enamoró de ti. Y ya nos pusimos de acuerdo en el precio. Total, de qué me sirves. Yo no te veo y tú no sabes hablar.   

Memorias de la guerra 

En la última guerra que ganó la patria él perdió una pierna, un ojo, la movilidad de la mano derecha, pero siempre sonreía. A todos sonreía. Pensaban que era por su pecho lleno de condecoraciones. Él no hablaba mucho de la guerra, ni le inmutaban las medallas. No era un secreto que la guerra le dejó esa sonrisa permanente: y que también en la guerra perdió la memoria. 

Jack, El destripador 

—No quiero sufrir –dijo con un chorro de voz, cuando vio el puñal.

—Tranquilízate mujer. No habrá dolor  —contestó el otro con una estocada profunda—: Tengo experiencia. Eso apenas ella lo escuchó. Sobre uno de los pechos nació una rosa. 

Los perros 

-¡Estúpido!-gritó. No te soporto. Tú no eres más que un imbécil.El ofendido no se inmuta y mira cómo, alrededor del otro, se va formando el grupo. Todos ansiosos, con las bocas abiertas y agresivas. Tenso cada músculo de sus cuerpos. Miran atentos, fijas las miradas en él. Esperan a que mueva un músculo, quizá ataquen a la orden del jefe. Él se mantiene inmutable, silencioso. No hay orden, no hay ataque. Todo se lo traga la espera, el silencio de las miradas.

-Seré eso, cualquier cosa -dice, finalmente, con sosiego. Valiente- pero no soy yo el que ladra. 

Reniego de Kant 

- ¿En que piensas? -Con la pregunta intenté sacar a mi amigo de su obstinado silencio.

Habíamos venido a La Romana. Estábamos frente al río, en una de esas tardes maravillosas, luego de un viaje de cuatro horas en avión. No conocía este lugar del mundo, pero definitivamente es un paraíso y yo estaba maravillado del cielo azul, la vegetación, los árboles cubiertos con un verde tan excitante que invitaban a tocar sus hojas.

— ¿En qué estás pensando? –Repito.

—Pienso en Kant.—

¿En Kant? ¿Aquí, en medio de este paraíso de la naturaleza?

—Sí, pienso en Kant. Pienso que si me tocara elegir un padre prefiero no ser hijo de Kant.

Una mujer bella 

Es bella, dije tan pronto la vi. Increíblemente hermosa. ¡Divina! Sí, ¡divina!, en una palabra. “Abruma de tanta belleza”, pensé mientras camina hacia mí. ¡No! En realidad estábamos caminando por la calle, en sentido contrario. Ella venía y yo iba. De manera que la vi de frente y dije para mí, mientras se acercaba “es bella, increíblemente hermosa. ¡Divina!” Nunca me había pasado antes. Todo el esplendor y la vitalidad de su belleza están en el rostro. ¡Viva la era de los implantes!