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Rafael García Romero

Retrato hablado de Salomé Ureña

Retrato hablado de Salomé Ureña

(A través de los ojos de Max, su hijo)

Por Rafael García Romero

En la mañana parece otra mujer, cuando el pelo todavía no está recogido en un rodete y la cabellera cae oscura, con algunas hebras de plata, frondosa y crespa, hasta morir, apacible, sobre la línea que divide el cuello de sus hombros.

El rostro de mamá tiene una forma muy peculiar. La frente serena, la mirada ocre y distante. Entre sus pestañas no hay destellos, las pupilas apagadas mantienen la expresión fija en un punto de la lejanía; y sus ojos miran sin magia, sin vitalidad, de manera confusa, con un vago enmohecimiento humano, como cuando el corazón está arrasado por la angustia. 

En realidad son ojos singulares, de color café, con una expresión neutra, impenetrable, que no permite adivinar ninguna emoción, ningún estado. En esa mirada hay toda una vida desinflada de pasiones. Está revestida de un aire distante. No hay indicios de perturbación, de desasosiego, de alteración alguna.

Hay, sí, un sentimiento rebanado en miles de pensamientos revueltos, en ebullición, que la animan.

La miro y concentro toda mi atención en su boca. Una forma de M dormida, elástica y glacial, debajo de la nariz, tienen sus labios; y en vez de florecer, están oprimidos, en un gesto leve, frágil y misterioso. 

La expresión de ella, en este momento, copia la foto que cuelga en la pared de la sala, donde luce un crucifijo en el pecho; sus labios se esfuerzan para esbozar una sonrisa, tal vez impedida por el dolor más reciente, con su alma saturada de recuerdos fríos. Eso hace que en vez de una sonrisa el rostro, todo, se exprese en una dulce y apacible tristeza. 

Hay días que una sonrisa le sentaría bien a su rostro moreno, de pómulos angulosos, en armonía con sus cejas, finas y ligeramente arqueadas. Aportaría luz, gotas de juventud a su expresión. Sí, días como hoy, son propicios. La sonrisa, debatiéndose, está ahí y no sale, en vuelo libre, agitando sus alas.

Alisa su pelo, sentada ante el tocador. El espejo le devuelve la imagen; y también el movimiento suave y continuo de las manos, hacía atrás, para llevar a su lugar cualquier mechón rebelde, indómito, al paso del peine. El pelo recogido en rodete, con los zarcillos en forma de gota de agua, le dan al rostro de mamá un aire de solemnidad. El pelo, apretado a la sien, acentúa el toque de gracia señorial. 

Está vestida, se ve grave y soberbia, lista para salir de su habitación, dispuesta a enfrentar la vida y los avatares del invisible día que viene a su encuentro.

El tiempo que tomé, observándola, bebiéndome cada gesto con detenimiento, fue suficiente para aprenderme su rostro y recordarlo con cada lunar, y todos los detalles; y su retrato permanecerá en mí, en batalla contra el olvido, con la fuerza reveladora e inalterable que traen consigo los recuerdos imperecederos.

(Tomado de la novela Ruinas, décimo quinta edición)

Rafael García Romero pone a circular El doceavo rostro

SANTO DOMINGO.- El escritor Rafael García Romero puso a circular su nuevo  libro de cuentos El doceavo rostro, en el marco  de la celebración de la XIV Feria Internacional del libro Santo Domingo 2011.

La presentación tuvo lugar en el auditorio del Museo de Arte Moderno, en la Plaza de la Cultura, y estuvo a cargo del escritor, poeta y crítico literario Julio Cuevas, con una amplia trayectoria y varias obras publicadas.

Durante su presentación, Julio Cuevas explicó que “El doceavo rostro” se trata de un texto basado en el ritmo de su discurso narrativo, donde los personajes entrecruzan sus perfiles de sujetos sumergidos en las brumas de lo onírico.

“Hay un entronque filosófico, por no decir ontológico en este texto visto como totalidad en una narratología apegada a lo citadino, a la cotidianidad propia de un convivir apegado al dramatismo del sujeto actuante y a la relatoría amatoria del ser”, sostuvo.

En el acto, el autor hizo entrega de la obra a las ministras de Educación y de la Mujer, Josefina Pimentel y Alejandrina Germán.

La edición de “El doceavo rostro” se hizo bajo el sello de la Editora Nacional, del Ministerio de Cultura, correspondiente a la colección “Cuentos reunidos”, y contiene todos los cuentos publicados por Rafael García Romero hasta el 2011, correspondientes a los libros “A puro dolor”, Historias de cada día”, “La sórdida telaraña de la mansedumbre”, traducido al italiano en 2001 por la editorial Perosini; “El círculo de Malebolge” y “Memorias de Ricardo Valdivia”, entre otros.

La obra reúne un conjunto de cuentos premiados en importantes concursos literarios, y otros están recogidos en antologías y colecciones de cuentos, nacionales e internacionales.

En tal sentido, el ministro de Cultura, José Rafael Lantigua planteó que la publicación de “El doceavo rostro” se hizo bajo el entendido de que la obra y trayectoria de Rafael García Romero “merecen el reconocimiento de nuestra institución, al tiempo que creemos que las mismas constituyen un paradigma literario, merecedor de una amplia difusión en el ámbito local como internacional”.

La Editora Nacional ha publicado en la colección “Cuentos reunidos” las obras de los escritores Pedro Peix, Iván García, Arturo Rodríguez Fernández, Armando Almánzar, Ángela Hernández; así como la poesía de Dionisio de Jesús, en ediciones de gran calidad.

En la actividad, conjuntamente con la obra, se presentó un catalogo del autor, que contiene un opinario critico, informaciones bibliográficas sobre su trayectoria como escritor, la dirección electrónica y especificaciones técnicas sobre su blog literario.

Sobre el autor

Rafael García Romero es cuentista, novelista, periodista y ensayista. Nació en la ciudad de Santo Domingo de Guzmán, en 1957. Ha ejercido el periodismo literario a través de importantes medios: El Siglo, Hoy, EL DIA y la revista AHORA.

En 2001 recibió el Premio Nacional de Cuento por su obra “A puro dolor”, y en 2010 ganó con el cuento “Amenaza de beso”, el segundo lugar en el primer concurso de “Minificción Ciudad del Ozama”, del Ministerio de Cultura. Otras obras narrativas de su autoría son “Fisión” (1983), “El agonista” (1986), “Bajo el acoso” (1987), “Los ídolos de Amorgos” (1993), “Historias de cada día” (1995), “La sórdida telaraña de la mansedumbre” (1997, traducida al italiano en 2001), con cuatro ediciones; “Ruinas” (novela publicada en 2006 con catorce ediciones); “Duro amar” (2010), “El círculo de Malebolge” (2009), y publicado en este año “Memorias de Ricardo Valdivia”, su libro de cuentos más reciente.

http://elnuevodiario.com.do/app/article.aspx?id=241424

La revolución de los pulgares

La revolución de los pulgares

Por Rafael García Romero

El pulgar, en la antigua Roma, tenía un poder justiciero o calificador. Era la señal del César; y no tenía apelación. En el Coliseo, de ese gesto dependía la vida del gladiador tirado en la arena. El primer gladiador, de pie, miraba hacia el palco cesáreo y si el emperador levantaba el puño y colocaba el pulgar hacia arriba le perdonaba la vida al vencido. Si el gesto era contrario, con el dedo hacia abajo, el otro moría, cortándole la yugular con un certero golpe de la espada.

 

El pulgar es el único dedo con personalidad propia. Ocupa la parte más interna del lado radial de la mano, y solo tiene dos falanges. Por la posición que ocupa, su tamaño y el número de falanges que tiene, hace que sea el más fuerte de todos dedos.

El pulgar o dedo gordo, tiene distinta forma. Hay pulgares cortos y gruesos; encorvados hacia adentro;  encorvados hacia afuera; estrechos, firmes y rectos; fuertes y anchos; muy pequeños; rígidos; con la primera falange cuadrada; con la primera falange vuelta; con la segunda falange más corta que la primera; con la segunda falange más larga.

La variedad es muy larga, pero no importa la forma. La verdadera importancia del pulgar está en su función.

 

El origen de la escritura no se podría explicar sin el pulgar. Se trata de un dedo clave para la escritura manual, para la producción de manuscritos. De manera que ese dedo ha jugado un papel trascendental desde las sociedades ágrafas hasta hoy. Tiene tanta implicación que sin el pulgar (haga la prueba, trate de escribir sin su apoyo cualquier palabra) escribir a mano es una odisea.

El uso de los pulgares, hasta la primera década del presente siglo estaba muy limitado en la industria de las comunicaciones de masa. Tenían, apenas, la función de golpear la barra espaciadora en el teclado de las máquinas de escribir mecánicas, primero; y así continuaron con la aparición de las computadoras personales y su singular teclado con nuevas funciones.

 

Eso sucedió hasta la primera década del presente siglo, cuando nació la generación de los pulgares. Un hecho revolucionario y sin precedentes por las múltiples implicaciones que ha tenido en tan poco tiempo.

El nuevo uso de los pulgares vino con el teléfono móvil, conocido también como celular; y también con la comunicación masiva desde los móviles, puesta en movimiento por una avalancha de pulgares que colocan en la red billones de mensajes y comunican en fracciones de segundos todos los rincones de la aldea global.

 

Hay adictos confesos no importa en lugar donde estén. En un auto, el trabajo, sentado en el banco de un parque, en la calle, mientras camina o durante el almuerzo. No hay frontera.  El proceso parece un rito, conectado una persona con sus destinatarios remotos, hasta mirar cautiva; y resulta impresionante el paso del pulgar de una tecla a otra, produciendo palabras (con un tope de 140 sin imágenes) y enviándolas por el aparato. Muchos usuarios lo hacen con tanta rapidez que sorprende. Se trata de un ejercicio de vocabulario, una destreza de agilidad mental conexa y en sincronía con dos dedos de las manos.

Hoy en día los pulgares piensan e inclinan posiciones.

En otras palabras, el nuevo uso de los pulgares tiene una lectura; y significa que los medios de acceso a la red están cambiando. Y que con la masificación del teléfono celular cada vez más gente ingresa a Internet por medio de esta herramienta.

 

En este nuevo eslabón de la comunicación masiva juega un papel importante las llamadas redes sociales. No podemos olvidar que hay un componente, dentro de la mecánica de su naturaleza, un truco de mago que es común a todas las empresas de esta área: transforman el número de usuarios en miles de millones de dólares.

 

No se trata de una comunicación ingenua. Es impresionante la avalancha de mensajes que corren por las mangueras de las redes sociales, aunque la inmensa mayoría de los contenidos de esos billones de correos no alcance medio centímetro de profundidad.

 

Con un par de pulgares que se sumen cada segundo a la pirámide de las redes sociales se multiplican de manera geométrica las inversiones; y de igual forma, se quintuplica el valor de las acciones en el mercado financiero de las empresas involucradas.

 

Veamos en números lo que acabamos de decir.

Facebook. Su creador es Mark Zuckerberg. La compañía tiene sus oficinas centrales en Palo Alto, California. Cuanta con un capital a 15,000 millones de dólares; y tiene más de 1,000 millones de usuarios. Eso quiere decir, que si sus primeros inversionistas no son billonarios; o sea, ricos en billones de dólares, están a punto de serlo.

Twitter. La compañía fue fundada en Julio de 2006 por Jack Dorsey, Biz Stone y Evan Williams. Hoy es uno de los sistemas de comunicación más utilizados, no sólo para mensajes intrascendentes, también lo usan grupos profesionales para consultas y envío de informaciones cortas y específicas.

MySpace fue creado por Tom Anderson, pero en la actualidad es propiedad de News Corporation, cuenta con más de 200 millones de usuarios y tiene un valor de 6.500 millones de dólares. Su sede central se encuentra en Santa Mónica, California, Estados Unidos; y además tiene otra sede y servidor en la ciudad de Nueva York.

Bebo, que significa "Blog early, blog often" (bloguea pronto, bloguea con frecuencia), tiene su sede en San Francisco. La compañía también cuenta con empleados en Austin, Londres, Los Ángeles y Sydney. Fue fundada en 2005 por Michael Birch y su esposa Xochi Birch. En 2008 AOL la compró por 850 millones de dólares; y la vendió dos años después a Criterion Capital Partners por una suma no revelada; y que según Birch resultó insignificante. En América Latina esta red social cuenta con alrededor ocho millones usuarios registrados, de los cuales el 50 por ciento corresponde a México.

Linkedin. Reid Hoffman la fundó a finales de 2002. En sólo nueve años, la compañía de Mountain View, California, alcanzó un valor de 1,000 millones de dólares.

En el mercado financiero las redes sociales están valoradas en más de 27 mil millones de dólares. Una masa de dinero que ningún hombre puede tener de manera física, o que pueda ser retirado de un banco en cualquier momento.

En el siglo pasado aprendimos que el medio era el mensaje.

El mundo del presente siglo tiene un punto de equilibrio que depende, fundamentalmente, del tiempo real de las comunicaciones globales.

En la generación de los pulgares está el punto de apoyo que mueve el mundo actual. Eso quedó demostrado en diversas áreas.  En la política impuso un nuevo orden en Egipto, cuando arrasó con la dictadura de más de una década de Hosni Mubarak; y definió el destino de varios países de África y el Medio Oriente.

La revolución de los pulgares avasalla, está en un momento importante de expansión, sobre todo en los mercados latinos y mediterráneos. No se trata de un fenómeno de crecimiento ingenuo o espontáneo. Hay todo un aparato multimillonario detrás, con un espectro de aplicaciones y direcciones que tienen como fin el control global apoyado en una percepción de la libertad absoluta. Un control global con todas sus implicaciones; y con un alcance tan masivo y terrorífico que todavía estamos por ver.

Rafael García Romero recibe premio de cuento breve

Rafael García Romero recibe premio de cuento breve

Por: Taty Hernández Durán

El Ministerio de Cultura (MINC), entregó los premios del primer concurso “Minificción Ciudad del Ozama” organizado por la Dirección Nacional de Gestión Literaria.

El primero y segundo lugar fueron para Adrián Javier, con el texto La novia de DavidRafael García Romero, con Amenaza de beso, respectivamente; mientras que el tercer lugar fue para y Jesús Cordero, con Anselmo. A todos los ganadores se les otorgó un certificado de honor.

El acto, efectuado en la Sala de Arte Ramón Oviedo, estuvo presidido por el Ministro José  Rafael Lantigua. Le acompañaron el escritor Basilio Belliard, director Nacional de Gestión Literaria; licenciada Lourdes Camilo de Cuello, Viceministra de Patrimonio Monumental; y el escritor Pedro Antonio Valdez, Director Ejecutivo de la Feria Internacional del Libro.

De igual modo, las menciones de honor fueron otorgadas a Pedro Paulino, Esmeralda Matos, Aquiles Julián, Sheilly Núñez y Pedro Camilo.

En su intervención, el escritor Basilio Belliard expresó que, gracias al Ministerio de Cultura, la República Dominicana es uno de los primeros países que realiza un certamen de minificción.

Exhortó a los ganadores a seguir tejiendo historias mínimas y cincelando minificciones para  enriquecer la tradición de este género incipiente de las letras dominicanas.

Los jurados fueron los destacados narradores dominicanos Luis Martín Gómez y Pedro Antonio Valdez, así como el antologador mexicano, Lauro Zavala.

En esta primera versión del concurso de Minificción, se presentaron un total de 163 autores dominicanos.

Premio Nobel y Literatura Latinoamericana, historia de un libro

Premio Nobel y Literatura Latinoamericana, historia de un libro

Rafael García Romero

Con ese título publiqué en 1983 una obra. Desde el primer día me di cuenta que era un libro que estaba incompleto. Tenía el compromiso ineludible de volver sobre él y las notas que había dejado en el curso y a todo lo largo de la investigación que levanté. Sobre todo porque el último escritor de Latinoamérica que figura en la obra es Gabriel García Márquez. Había recibido el premio en 1982 y pronunció un singular discurso titulado “La soledad de América Latina”.

En Hispanoamérica tenemos once galardonados con el premio: los españoles José Echegaray (1904), Jacinto Benavente (1922), Juan Ramón Jiménez (1956), Vicente Aleixandre (1977) y Camilo José Cela (1989); los chilenos Gabriela Mistral (seudónimo de Lucila María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga (1945) y Pablo Neruda (seudónimo de Ricardo Eliécer Neptalí Reyes Basoalto (1971); el guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1967); el colombiano Gabriel García Márquez (1982); el mexicano Octavio Paz (1990) y el peruano Mario Vargas Llosa (2010), quien pronunció el discurso “Elogio de la lectura y la ficción” en Suecia, el 7 de diciembre de 2010.

Por una coincidencia de la vida, 21 días después, el presidente Leonel Fernández condecoró con la Orden Heráldica de Cristóbal Colón en el Grado de Gran Cruz Placa de Plata, al escritor peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, durante una ceremonia  hecha el 28 de diciembre en la noche, en el salón de Embajadores del Palacio Nacional.

En mi condición de escritor –o por otra coincidencia de la vida–, recibí una invitación del Ministro de Cultura, José Rafael Lantigua, para que asistiera a dicho acto; y me planteaba que sería un gran placer poder contar con mi presencia en esta importante ceremonia.

Yo asistí.

El discurso del presidente Leonel Fernández estuvo exquisito. Muy emotivo, lleno de anécdotas; y, sobre todo, tocó la cercanía creativa, emocional y afectiva del autor con la República Dominicana, a través de los años; y de manera particular con la publicación de su novela “La fiesta del chivo”. La cercanía con nuestro país no es un mito. Hay varias menciones incluidas en el discurso que pronunció en la ceremonia de aceptación del Premio Nobel.

El presidente Fernández concluyó sus palabras –un discurso inteligente, ameno, educativo, totalmente improvisado– y en medio de la salva de aplausos, me dije a mí mismo: “Tengo el ineludible compromiso de hacer una nueva edición de mi libro “Premio Nobel y Literatura Latinoamericana”, y lo haré con la conciencia de que estará de nuevo incompleto.

El exquisito encanto de las notas, cartas y dedicatorias

El exquisito encanto de las notas, cartas y dedicatorias

Por Rafael García Romero

Una carta pública, cuando viene del pasado, llama a gritos la atención de un destinatario y pide que le haga un lugar en su vida. Esa carta, venga de donde sea, si no se lee es un crimen. Una carta bajo el silencio, la indiferencia o el olvido se ve amenazada y esa actitud de apatía vale por mil traiciones a muchas otras cartas que nunca llegan a una multitud de destinatarios: son cartas que claman inútilmente y mueren.

Una carta a un escritor, venga de donde sea, si se oculta es un crimen. Toda carta nace para abrirse caminos. Una carta nunca escoge el silencio. Una carta oculta ve amenazada la verdad que lleva en su corazón y vale por muchas otras cartas malogradas, que nunca llegan. O que gritan su verdad ya muy tarde y no se debe esperar nada de ellas.

Un día entregué mi libro de cuentos “Obras narrativas juntas” a Carmen Sánchez. Amiga toda la vida, compañera de letras hasta que nos hayamos ido, preferiblemente sin despedidas. Ella, Carmen, mi amiga poeta, una noche que ya no recuerdo, dejó para mí una carta, escrita y firmada con tinta verde. Era su inconfundible letra, suelta. Tenía una despedida escrita a mano. Decía: con profundo cariño, admiración y respeto. Carmen Sánchez. Escribió, finalmente. Era su inconfundible y cálida firma.

En una posdata, como un olvido sin efecto, agregó: No sé el significado de la tinta verde, pero nunca he oído hablar mal de ese color. Aparte de que no creo en lo que dicen de ninguno de los colores. ¡Sólo una broma! El tiempo pasó y un día, organizando mi papelería de la nostalgia, encuentro de nuevo la carta. La tinta verde me devolvió a los viejos recuerdos de su remitente. A Pablo Neruda, recordé, le gustaba escribir con tinta verde y leí de nuevo a Carmen que me decía en tinta verde: hace días que quería hacerte llegar esta notita, para agradecerte muy profundamente el obsequio que del compendio de algunos de tus libros me hicieras recientemente.

Entonces vino un manifiesto de solidaridad hecho palabras de mi amiga: A través de ellos, y desde esta hermosa colección, se evidencia y se hace realidad latente y expresada, tu gran sensibilidad, tu profundo ingenio creativo, así como el dominio de un género tan complejo como lo es el cuento.

Los he disfrutado en gran medida, y de manera especial los cuentos del libro “La sórdida telaraña de la mansedumbre”, cuyo título en sí mismo evoca demasiadas imágenes en un contexto tan esplendoroso y lúgubre, tan sutil y dual como la vida misma.

Dentro del conjunto (y haciéndose muy difícil elegir, lo cual tampoco es la intención), me impactó mucho "El señor de los relojes", "Aplauda, please", y como en un espejo, vi trozos de cualquier vida parecida a la mía en "Quien te quiere, Carmen".

En este párrafo ya estaba conmovido, emocionado, agradecido y borracho de tanta generosidad hacia mí, que no merezco. “¡Cuánta experiencia de vida (y vivida con intensidad y plenitud) se percibe en el desarrollo de tus trabajos!” En cambio, pienso mucho, y todavía releo con una confesada inquietud, esta frase:

“¡Qué gran observador eres y qué bien penetras en la captación de subjetividades, cotidianidades, personalidades de los sujetos que cobran vida desde ti!”

A seguidas, como si se tratara de una lectura narcótica, leo:

“Del libro Historias de cada día me impactó mucho "Elogio de la espera", y me pareció rotundamente hermoso "Elogio del tiempo" (está, para mí, fabuloso)”.

“La estrategia que usas también de integrar hechos y situaciones reales a las historias que construyes crean una ambientación, desde tu perspectiva de autor sin inhibiciones, sumamente interesante. Muchas felicidades y gracias por un obsequio tan hermoso.

Soy yo, Carmen, a vuelta del tiempo, quien se siente agradecido.

Un día el bardo Manuel del Cabral leyó mi cuento "Bajo el acoso", que ganó hace años el primer premio del concurso de cuentos de Casa de Teatro. La lectura produjo en él un elogio hacia sí mismo que me favoreció. Todavía conservo ese papel con su firma de tortura que era una letra con un curso sísmico a la edad que lo escribió. Entonces decía: "Cuando uno comienza por donde los viejos terminan, es algo más que un hallazgo, es una sorpresa; y con lo inesperado no es con lo que quiero definir a Rafael García Romero, sino con lo que ya el autor de "Bajo el acoso" ha nacido. Pues, estilo, forma y fórmula de esa obra de luz, me obligan, para definirla, a transcribir uno de los momentos de síntesis de Los huéspedes secretos que afirma: "Poema, poema mío, qué anciano estás ya naciendo". Porque crecido de transparencia, Rafael García Romero puede decir lo mismo bajo el acoso paradójico de la inundación privilegiada de su sudor narrativo cuya cosecha es la raíz del acoso". A todos, en la vida y en la suerte, muchas gracias. Sí, gracias por el encanto de las cartas y por su tiempo en escribirlas.

A la ancha solidaridad y a la felicidad del oficio y sus desvelos, debo estas palabras de Ángela Hernández; escribió: En "Bajo el acoso", cuento que leí de un tirón, revelas tu indudable capacidad para la narrativa. El relato es fluido e intenso. La profusión de imágenes y originales descripciones le confieren notable vigor. La contextura del cuento, la impresión global que queda, es muy buena. Me impresionó sobremanera el final. Eres escritor. Las palabras te surgen fáciles, amigables, con muy escasas tiranteces. Acuden a ti "pegajosas". Te entiendes con ellas, íntimamente. Manejas con destreza los cambios de personajes: de narrador a protagonista, de ejecutor a narrador.

El cuento posee, sobre todo, intensidad. Mas, por tratar un tema de nuestra historia demasiado reciente, su valor probablemente se incremente con el paso de los años, cuando los hechos que lo nutren no formen parte de las vivencias o experiencias directas de la gente.

Integralmente, "Bajo el acoso" "mete" a uno en el desasosiego sin fin, en la inasible esperanza, en el súbito destello de vida que resplandece cuando la muerte que espera al doblar de un promontorio o en el resquicio de una vegetación, está aunada, de manera exacta, al placer de una imposible y cercana victoria.

Marianela Medrano, a través de los mares y el tiempo nos mantenemos firmes, activos, convocados por el compromiso perpetuo y el fervor por la vida. La poeta Medrano que ya tiene tres libros y yo me quedo con “Oficio de vivir”, una tarde se marchó con sus versos a los Estados Unidos.

Un día –gracias a la magia de la Internet–  me respondió un correo, dando acuse de recibo de algunos cuentos breves que le envié.

Escribió desde algún lugar:

“Rafael, gracias por los cuentos. ¡Qué manera de decir mucho en poco! Me los voy a leer de nuevo para saborearlos mejor.

Entre los cuentos breves que le envié para su lectura había uno, sobre Blanca Nieves. Ella, luego de una reflexión, me escribe de nuevo. “Oye, a propósito de Blanca Nieves, ¿alguna vez se te ha ocurrido escribir para niños?” Qué pregunta. A mí me resultó desconcertante. Todos escribimos para niños; porque los niños se hacen adolescentes, llegan a la edad de cada cuento en el momento indicado. Yo me nutro y cada cuento mío está dirigido a los niños que ya dejamos de ser.

En fin, Marianela, a través de frases precisas, cortas, cortas, puso su toque. “Así de primera vista, me parecen los cuentos de alguien regresado de muchos viajes. De seguro que, como dices, tu escritura no tiene una audiencia numerosa, pero estoy segura de que los que te leen te disfrutan y entienden muy bien. Eso es lo importante”.

Un lejano amigo y publicista retirado me devolvió (el 3 de diciembre del 1991) el libro “Tantas veces Pedro” de Alfredo Bryce Echenique y recuerdo ese retorno con mucha alegría, con sincera felicidad. Ese y “El leve Pedro” de Enrique Anderson Imbert son dos libros muy cercanos a mí. Uno y otro los confié a queridos amigos de entonces en un préstamo doble que hice. Afortunadamente recuperé el primero. Una mañana anónima llegó a mis manos con una nota que fue la última de muchas notas y cartas de Él que nunca respondí. Una vez más abro el libro y leo la nota abusada por el tiempo, tostado el papel, amarillo: Mis notas han ido saliendo sin respuestas, no sé, tal vez no me preocupe. Quizás sí. Pienso que, en el fondo, me hace falta la acidez de tus misterios. No se puede ser enemigo de alguien que tapió sus más hirientes zalamerías. Es más, te invito a que oigamos un bolero, no sé "Perdóname", que sé yo. Ahí van tus libros, no fueron los niños aquellos, fueron los de Denis. Un sólido abrazo. René. Ese exquisito y discreto encanto tiene las cartas, que vuelan a los ojos y te recuerdan que hace muchos años tocaron un bolero que no era para ti. Todavía hoy no es para mí.

Episodios universales del fracaso

Episodios universales del fracaso

Por Rafael García Romero

Hay personas que vienen a la vida con una agenda de fracasos, errores y caminos cruzados. En sí mismos no ven el beneficio que producen; dicen constantemente: yo soy un fracaso, siempre tengo un problema, todo me sale mal.

Ante sus propios ojos no ven la gran responsabilidad que tienen, la magnitud de lo que hacen. Se equivocan, yerran, fracasan para advertir a los demás, para mostrarles el camino, funcionan como una especie de luces direccionales con vida propia, que orientan, hablan, pero no tienen el control de sus actos. Un espejo de augurio ante los demás. Un camino amenazante, lleno de piedras con cantos agresivos, para  que los demás pongan énfasis en sus actos y dominen con firmeza su destino.

Una inmensa minoría de seres humanos, cientos de miles de toda la humanidad, que iluminan con sus fracasos, que se pierden para que en su desgracia los demás encuentren la revelación, el camino.

Su oscuridad hace que la verdad resplandezca con mayor vitalidad. Hay que amar a los que fracasan, a los que mueren en tantas cruces, a los que padecen, lloran y sufren. Ellos son la advertencia en la carne podrida y el hueso que no ofrece fuerte sostén. Son lágrimas y dolores para que otros se salven. Son los que cargan los grandes pesares. Así los demás pueden alcanzar la cima y sonreír. El éxito no llega solo, como una luz divina que emana del cielo. Detrás, por debajo y a los lados están ellos. Son una legión que hace a diario el muro de la advertencia. ¿Qué les debemos? No tiene importancia la pregunta, sino adónde nos llevan ellos. Son la respuesta. 

En el proceloso mar de los fracasos hay episodios que marcan. Se levantan, toman nombres y multiplican víctimas. Uno de los episodios que más ha enseñado, de manera tardía, es el mea culpa de la iglesia y la carta de perdón del santo padre vinculada con los abusos sexuales de muchos sacerdotes y altos jerarcas. 

Un efecto mediático de alto impacto –para hacer algo mientras llegan las grandes decisiones, o para movilizar voluntades– lo constituyó la  línea telefónica especial instaurada por Alemania para escuchar a las víctimas de ese oscuro episodio.

El equipo de apoyo –todos miembros del clero– que trabajó, con mucha dedicación y fe, jamás sospechó los ilimitados alcances del programa en marcha. No hubo respiro. En pocas horas recibió un aluvión de llamadas. En la semana posterior a que la Iglesia Católica Romana lanzara el servicio los registros de casos e historias ya se contaban por miles. 

"No esperábamos tantas llamadas", dijo Stephan Kronenburg, portavoz de la diócesis de Trier, en donde estuvo localizado el centro de control de la línea telefónica.

En su primer día, la línea recibió 4.459 llamadas, pero los consejeros, que trabajan en turnos de cuatro horas sólo estaban disponibles para recibir 162 y el servicio se vio obligado a cerrar temporalmente. Además de los 11 consejeros respondiendo llamadas, siete estaban dedicados a preguntas y consultas en línea.

Andreas Zimmer, director de los servicios de asesoría, dijo que muchos de los que llamaron se quedaban en la línea y, tras la insistencia del operador de apoyo, rompían a llorar después de un largo silencio.

Kronenburg dijo que la mayoría de las llamadas procedían de víctimas de abusos o personas que se identificaban como familiares de víctimas.

"Esta es la primera vez que ellos quieren hablar del abuso porque los recuerdos y las experiencias de violencia son usualmente desplazados", dijo Zimmer a la radio alemana.

En la línea se encuentran psicólogos y trabajadores sociales especializados en áreas de abuso y traumas que ofrecen consejos a las víctimas y las remiten, tras una evaluación del caso y sus implicaciones legales, a la asistencia local.

Igual que esta hay muchas tantas iniciativas de la iglesia. Nunca es tarde para los correctivos. Sobre todo si se sabe articular un gran plan para ejecutar acciones diversas, cuyo objetivo inmediato es devolver la confianza a los fieles después de una serie de acusaciones de abusos físicos y sexuales cometidos por sacerdotes en Alemania, muchos ocurridos en escuelas bajo dirección católica durante décadas.

El fracaso confeso y público también afecta a la política y el mundo de los negocios. Un recurso muy de uso, ante un error garrafal, es hacer circular una carta de renuncia –cuando se trata de un alto funcionario público, un empresario de renombre o ministro religioso– y que intenta salvar algo de lo que lamentablemente se hundió con el naufragio.

Las cartas públicas, para estos casos, tienen un efecto demoledor. La firma y los nombres comprometidos en el alegado crimen, les confieren un lugar de privilegios en la historia.

Normalmente son cartas que ponen al desnudo la calidad humana del protagonista. El dolor inconmensurable, el manto de sombras, las dudas y el remezón a la plataforma de valores morales de la familia afectada son piedras preciosas a exhibir.

En algún lugar del texto sueltan un párrafo donde fabulan en torno a su inocencia. Escrito, verbigracia, que presentan en estos términos: "Quiero dejar constancia del daño irreparable que se nos ha hecho a mi familia y a mí. Creo, sólo desde la convicción de mi inocencia, que este caso, dados los cargos que he desempeñado en el pasado inmediato hasta el presente, está siendo usado el instrumento para dañar a la organización y terceras personas. Es el motivo por el que tomo esta dolorosa decisión".

La jerarquía de la organización, dado que se trata de una carta pública, no puede escurrir el bulto, desentenderse o quedarse atrás. Debe responder cuanto antes; y lo hace más o menos en estos términos:

"La Organización quiere hacer un reconocimiento público a la magnífica gestión que durante estos años el renunciante ha prestado como militante y guerrero de innúmeras batallas,  y quiere agradecerle igualmente la lealtad que ha demostrado a la organización y a sus dirigentes", A eso agrega un cierre, que normalmente se denomina broche de oro:  "Estamos convencidos, como lo hemos estado desde el principio, de que demostrará su inocencia frente a las falsas imputaciones de las que ha venido siendo objeto".

Hay fracasos íntimos, de menor rango, pero que marcan la piel de la sociedad y dejan secuelas. Podemos verlo a lo interno de matrimonios públicos, que modelan actitudes y arrastran consecuencias impredecibles. Una luz poderosa apunta directamente y vemos. La infidelidad en serie existe. El adulterio está prohibido dos veces de manera explícita en la tabla de los mandamientos. Aun así tiene sus adictos. No se trata exclusivamente de hombres, también hay mujeres casadas, adictas al sexo con distintas parejas.

Un caso reciente de engaño íntimo explotó y se hizo público. Era inevitable. Si ocurre en la meca del cine lo conoce el mundo. En la pareja el infiel era el hombre y la mujer una deslumbrante estrella, en el mejor y más deslumbrante momento de su carrera. Ella,  de 45 años, ha permanecido recluida en su hogar y no había realizado comentario alguno desde la aparición de las informaciones sobre las supuestas infidelidades del esposo, de 40 años a la hora, y con atractivos tan marcados que se le atribuyen hasta cuatro amantes. Ella, de manera colateral, terminó degradada públicamente a la condición de víctima.

En importantes ciudades del mundo existen centros de ayuda para cualquier adicción, incluido el sexo. Allí están al acecho los paparazzi. Están bajo constante asedio. El fin justifica cualquier foto. Son muy costosas y altamente difundidas cuando se trata de personas públicas, ya que se hace difícil medir el alcance de las reacciones de uno o varios involucrados. Fotos que definen líneas informativas. El morbo avanza. Los pacientes se curan; otros son víctimas. El cuadro de respuesta va desde la depresión, hasta el suicidio, una vez son expuestos los nombres públicamente.

El sexo fruto de una infidelidad en serie es parte de una cadena que involucra el abuso de cigarrillos, alcohol, drogas ilícitas, juegos y hasta intercambio de parejas formales.

Hay una frase que bautiza esta conducta. Se le llama “casos personales”. Dos palabras que ponen el dedo sobre una conducta que desborda de manera escandalosa el parámetro de los hábitos tradicionales.

En Estados Unidos hay cientos de centros y grupos de ayuda dedicados a corregir la conducta, fruto del desenfreno pasional con la persona equivocada –un hombre o una mujer– y que lleva a la ruina a cientos de matrimonios.

La cura nunca está en buscar ayuda sino en hacerlo de manera profesional y a tiempo.

El hombre, fruto del tsunami pasional, ingresó hace poco en un centro de rehabilitación para buscar ayuda con sus "asuntos personales" después del escándalo de sus presuntas infidelidades, aseguró su representante en un comunicado.

"Él se dio cuenta de que este momento era crucial para ayudarse a sí mismo, a su familia y para salvar su matrimonio", añadió el agente, quien indicó que la decisión fue "100 por ciento" de artista y no como resultado de un ultimátum impuesto por su pareja.

A raíz de las noticias sobre las supuestas infidelidades, la actriz abandonó el hogar familiar y estuvo una semana fuera de California, mientras a su esposo le surgían más presuntas amantes e incluso salía a la luz una supuesta denuncia por acoso sexual en el trabajo.

El fracaso es una cadena que amarra a unos y libera a otros. Hay personas que, indudablemente, vienen a la vida con una agenda de fracasos, errores y caminos cruzados.

 

Rafael García Romero: Consagrado a la escritura

Rafael García Romero: Consagrado a la escritura

Por: Rosa Silverio

Rafael García Romero es un escritor consagrado a su oficio. Escribe siempre, trabaja siempre, lee siempre y es un lobo solitario, un autor que ha asumido la soledad y el esfuerzo como claves para desarrollar su carrera literaria. Claro, eso no significa que Rafael sea un anacoreta, tan sólo es un hombre que entiende que hay un espacio único y vital en el que sólo caben él y las letras. Nada más. Por eso, cuando sale de ese pequeño reducto, trae en sus manos una obra que engrosa su bibliografía y que para él supone su mayor logro, mucho más que los premios que pueda recibir.

García Romero nació en Santo Domingo en 1957. Forma parte de la conocida generación de los 80. Estudió periodismo y más tarde arquitectura, sociología y letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Formó parte del taller literario César Vallejo y fundó, junto a otros autores, el Colectivo de Escritores Dominicanos. Ha publicado los siguientes libros de cuentos: Fisión (1983), El agonista (1986), Bajo el acoso (1987), Los ídolos de Amorgos (1993), Historias de cada día (1995), La sórdida telaraña de la mansedumbre (1997) el cual también fue traducido al italiano y publicado por la editorial Perosini, Obras narrativas juntas (1999), A puro dolor (2001) y Ruinas (2005). Además, publicó los libros de ensayos: Premio Nobel y literatura latinoamericana (1983) y Ensayos críticos sobre escritoras dominicanas del siglo XX (2003) junto al ensayista, poeta y bibliógrafo Miguel Collado.

Ha obtenido diversos premios literarios, entre ellos el Premio Nacional de Cuentos en 2001. Ha sido incluido en numerosas antologías, impartido numerosos talleres sobre narrativa y su obra ha sido traducida a otros idiomas. Fue redactor y editor de periódicos como El Día y El Siglo, y la revistas Isabela y Ahora. En la actualidad labora como Director General de Cultura en la Secretaría de Estado de Educación.

 

ROSA SILVERIO: ¿Cómo surgió tu alianza con la escritura?
RAFAEL GARCIA ROMERO:
La literatura y las alianzas. Hay que hablar de una y otra cosa, pero no como si la literatura anduviera por ahí sola, desentendida, libre y haya que acercársele y decirle algunas cosas al oído, pactar con ella, hacer una alianza conforme a una ley de oferta y demanda. No es que sea así, pero de ningún modo hay una contradicción a la vista.

La vida, ciertamente, es un espacio de alianzas permanentes, de coyunturas. El oficio mío, igual que el oficio de cualquier profesional en ejercicio, empieza con una cierta forma de alianza. Vamos a llamarle trabajo y no “alianza”. Y, naturalmente, para trabajar y formarse como escritor hay que estudiar. Nadie dice “voy a ser médico” y se interna en una clínica, invade el quirófano de cualquier hospital, y empieza a hacer operaciones de corazón abierto. Sencillamente, va a la escuela de medicina, estudia anatomía, examina cadáveres, mira viseras, toca el cuerpo humano con un sentido clínico y aprende a hacer diagnósticos. Igual sucede con un nadador, aunque de otro modo; igual con un atleta, que a diario entrena y sigue un riguroso régimen de ejercicios. En cuanto a la escritura, es otro campo, tiene sus ventajas. El escritor estudia, aprende a ver el ser humano con otras competencias sociales, estéticas y filosóficas. Y tiene que entrenarse. Lo que conlleva un riguroso régimen, una disciplina de trabajo, un sentido de autodeterminación. Algo en lo que insisto es la lectura. Hay que leer, leer mucho, todos los días durante cuatro o cinco horas. El escritor, cuando asume su trabajo también asume el compromiso de leer lo que otros han hecho. Ese compromiso incluye la lectura, varias veces, del diccionario de la Real Academia de la Lengua, que considero el más exquisito de los libros. La lectura de ese y otros diccionarios te va dando el oído, te hace un estómago, nutre tu cerebro con nuevos sonidos y excitantes palabras; y te ayuda con el control del olfato, aprendes a conocer diversos aromas, olores, perfumes, fragancias; y, por supuesto, aprendes a conocer el buen olor y a diferenciarlo de la fetidez, de la descomposición.

La literatura, vista así, no es un puerto de llegada. Hay que verla como un oficio de demandas constantes. Se nutre y ensancha con los aportes individuales, con el trabajo de los escritores, con las preferencias de los lectores. De ahí que lenguaje, literatura, cultura y escritores van de la mano, son eslabones y parte de una misma cadena.

Un escritor, en tal sentido juega un papel dentro de esa cadena, tiene deberes y reclama sus derechos. Eso quiere decir que aporta, pero no es algo que lo haga de manera lineal. Un escritor jamás será parte de un proceso mecánico. El escritor es un creador que también se forma, y a la vez que lo hace informa; mira la realidad y se percata que él forma parte de lo que mira, y cuando mira lo hace con agudeza y ve todos los ángulos de esa realidad, mira qué tiene a su favor, qué hay bajo su gobierno y disposición y qué hay allí que conspire contra sus propósitos. Entonces recurre al escenógrafo que vive en sus fueros internos: lo hala y anima a que amueble y amuebla, acomoda con esmero estético, distribuye los espacios cotidianos y de siempre y no se detiene con lo primero que ve hasta que no se vea de manera diferente. En eso radica la potencia de su talento: mira todo lo que ve con los ojos del rey Midas. Un rey Midas muy singular: mira y explora su entorno, examina todo lo que forma parte de su realidad rasa, y finalmente, con pasos resueltos, va a la médula de los ángulos contrapuestos y hace de lo que ya existe un paraíso único y seductor.

El oficio mío –y ya entro en un terreno autobiográfico- nació un poco de la combinación de lo que me alimenta, veo, toco y lo que huelo. Y lo reitero, no es algo lineal, forma parte de un proceso. En ese proceso impera la armonía constante, el reclamo, los retos y las demandas permanentes. Sin exagerar, la literatura es ver, tocar y clasificar olores. No soy muy dado a hablar de mi vocación literaria con palabras llanas. El oficio no está en hacer una alianza o una elección. No se trata de escoger medicina, física o decidirse por una especialidad en literatura comparada. No. Contrario al médico, al físico o ingeniero nuclear, para el escritor no hay un pensum de estudios. Todo escritor tiene, fundamentalmente, un punto de partida. El punto de partida, su compromiso o la alianza, o como tú quieras llamarla, está en conocer la lengua, trabajarla, hacerla su herramienta vital, de ella come y bebe, se cubre y guarece, con ella ve, huele; y finalmente piensa y comprende qué significa, y cuál es el poder vital y humano que tiene la literatura y el oficio de escribir, y finalmente, escribe.

La respuesta en cuanto al punto de partida o lo de la alianza es sencilla, y también extensa. Yo pienso que cada escritor, igual que los seres humanos, tiene un tiempo para trabajar, su trabajo obedece a una época de formación, y por supuesto, tiene que estar al servicio de una comunidad que se comunica y entiende mediante una lengua; y por supuesto, está comprometido a contribuir al fomento de la educación y la cultura de esa comunidad, de su país.

 

 

RS: Aunque dices que sólo eres narrador, sé que has escrito y escribes poemas, incluso algunos han aparecido en varias revistas. ¿Algún día publicarás un poemario o seguirás coqueteando secretamente con la poesía?
RGR:
Un poeta amigo, Guillermo Boido, a quien me honra nombrar, dijo que la poesía no se vende porque no se vende. No es un juego de palabras. Es la convicción de un poeta que advierte.

La verdad es que nadie juega con la poesía que no se vende, y punto. Ahora, yo me pregunto, ¿están los tiempos para escribir poesía? Uno es lo que pregona. Cada oficio tiene sus indicios. Anuncian. Imponen un nombre. Si escribes y publicas un libro de poemas, ¿eres poeta? No. Y ahora que digo “no” me doy cuenta que esta negación necesita una explicación. Sí, una explicación, porque el mundo está lleno de gente que publica un poema y ese hecho hace que injustamente lo bauticemos como poeta. ¡O ya estamos viviendo una época sin exigencias estéticas, que considera "poeta" a todo el mundo! Ahora, yo creo en la poesía. No esa poesía que está escrita y reposa en la página fría de los libros. Vivimos un mundo con mucha poesía dispersa, poesía de miedo, poesía de dolor, a lo que se suma la pobreza, la falta de equidad... Existe eso, pero hay pocos cronistas, necesitamos más alfareros, alfareros que deben trabajar ese dolor, el miedo, la pobreza… son los alfareros que muchos llaman, justamente, poetas, los que están en el deber de asumir tal compromiso.

RS: ¿Hay un tema que te gusta tratar en tus obras?

RGR:
No pienso esencialmente en un tema, sino en una atmósfera: la vitalidad de la ciudad con su gente y a través de su gente. En cierto sentido la gente de la ciudad de Santo Domingo reclama su propio cronista. Sí, porque la gente en la ciudad vive trabajada por otra forma de vida, costumbres y códigos. El universo es otro, con nuevos paradigmas. En cuanto a mí veo y asumo la responsabilidad para escribir mirando ese fenómeno que se dio y que se da a diario, que es la evolución y el trajín de la vida en la ciudad. Entonces, oriento la literatura que hago por ese camino que transita el hombre que viene a vivir a la ciudad, a trabajar y que lo atrapa la vida, el ritmo, el desasosiego y los desequilibrios de la ciudad que marcan a todo el que vive en ella.

RS: Has recibido muchos premios por tu textos, ¿qué importancia han tenido estos reconocimientos?

RGR: En todo esto, si tengo que escoger entre los premios y los libros publicados, valoro más los libros publicados, porque los premios constituyen un momento fugaz en la vida de un escritor, pero los libros son su vida; ahí, en cada página que escribe y publica está toda su existencia. Además, son los libros y mi trabajo constante, lo que me ha permitido asociarme con otros escritores, que son mayores que yo, o que son de mi propia generación. Eso me ha permitido tener un fructífero intercambio de impresiones, examinar la obra de ellos, y que ellos también puedan examinar mi obra. Así que mantener una relación de convivencia como autor es muy importante, es muy gratificante y, sobre todo, de gran aliciente para continuar un camino tan difícil de hacer, porque no sólo es hacer el camino, sino también transitarlo, como es la vida y lo que conlleva ser escritor y vivir en la República Dominicana con las características de un país enclavado en una isla, y sobre todo del Caribe, que no es un punto de referencia, también es un camino.

 

RS: Cuéntanos en cuáles proyectos estás trabajando actualmente.
RGR:
El trabajo de un escritor, hoy en día, es tumultuoso, tiene varias direcciones. Yo estoy envuelto en diversos proyectos que van avanzando de manera paralela, sin tocarse, sin interferencias lamentables, pero con la fe y la voluntad y el esfuerzo que pongo cada día en ellos, se que podrán llegar a buen puerto. Eso sucede gracias a las facilidades de la tecnología, de la computadora, que te permite abrir dos, tres y hasta cinco archivos de manera simultánea. Cada archivo contiene un proyecto diferente, ya sea un cuento, una novela, un artículo que espera un medio específico, un editor, que tiene día y hora de salida, para ser leído por una comunidad de lectores. En mi caso, que trabajo con la literatura y para la literatura, tengo que hacer tiempo para diversas demandas, pero, sobre todo, para echar una mirada al pasado y ver qué hice, qué publiqué y cuáles libros necesitan una reedición, y qué debo publicar en el presente. Ya había hablado del libro “Ruinas”, estoy inmerso en la promoción de una cuarta edición. Pero, en virtud de lo que he llamado esfuerzos paralelos, estoy trabajando en un libro de cuentos eróticos, titulado “El ángel destruido”, todavía se llevará varios meses de trabajo, antes de que pueda ser publicado. Eso no significa que sea mi próximo libro. Entre el tiempo de terminar una y publicarla puede ganar espacio un proyecto más urgente, más inmediato, más alucinante, al que haya que darle prioridad y concederle todos los privilegios.

La promoción, además, de mi último libro “Ruinas”, consume mucho de mi tiempo. En este momento trabajo, fundamentalmente, en su promoción, que es un libro, como dice el escritor y novelista Pedro Antonio Valdez, donde tomo la vida de dos personajes públicos, íconos de la historia política y cultural dominicana, pero no para resaltar su participación social, sino para narrar su intimidad como columnas centrales de una familia. Hay una idea sobre la obra que yo comparto con Valdez, ya que “Ruinas”, sin convertirse en novela de amor, al menos no en el sentido acostumbrado, nos presenta a una Salomé, la poetisa dominicana más importante del siglo XIX, y a su esposo Pancho, alejados y apenas reunidos por el vínculo de la epístola. Porque en “Ruinas” está un poco la nostalgia de una familia materialmente matriarcal en la que el padre se convierte en el gran ausente.

Escribo en este momento, hago todo lo que un escritor debe hacer. Escribir, para mí, sencillamente, es un proyecto diario, personal, urticante y que no acaba con la publicación de un libro. Sucede que en República Dominicana, por las características sociales y económicas del país, todos los escritores estamos llenos de proyectos; no hay uno que no tenga un proyecto sobre la mesa, porque el trabajo de un escritor no se limita a escribir. Hay que trabajar en muchas cosas conexas a la escritura. Tiene que ver con tomar de las manos un libro y hacerle camino. Sucede un poco con mi novela “Ruinas”, que aún vaya por la cuarta edición, y se trate de una obra adulta, todavía la llevo de la mano, la promuevo. Insisto en darla a conocer, que deje su huella en el camino, trato de hacer que forme parte del itinerario de una comunidad de lectores.

RS: ¿Cuáles autores y obras locales recomiendas para su lectura y estudio?

RGR:
Yo estoy casado con diez libros de cuentos y cinco novelas dominicanas. Y contrario a la tradición puedo decirte los autores y los títulos de las obras, aunque, aclaro, que el orden de la cita no corresponde al grado de predilección que tengo por cada uno de los autores y las obras. Veamos: de Juan Bosch prefiero los “Cuentos escritos en el exilio”. A Rafael Eduardo Castillo, con “La viuda de Martín Contreras”; “En el Barrio no hay banderas”, de René del Risco Bermúdez; “Sábado de sol después de las lluvias”, de Roberto Marcallé Abreu; de Pedro Peix “Las locas de la plaza de los almendros”; “Subir como una marea”, de Arturo Rodríguez Fernández; “El silencio del caracol”, de Diógenes Valdez; y los últimos tres títulos son: “La fértil agonía del amor”, de Marcio Veloz Maggiolo, “Cuentos color sepia”, de Freddy Miller, y “La carne estremecida”, de José Alcántara Almánzar.

En cuanto a las novelas, y contrario a la tradición, prefiero “El oro y la paz”, de Juan Bosch, de Ramón Marrero Aristy “Over”. Y ya más contemporáneos, a los escritores Pedro Vergés, con “Sólo cenizas hallarás”, de Marcio Veloz Maggiolo “De abril en adelante” y “Los tiempos revocables”, de Diógenes Valdez.

RS: ¿Se puede creer en los concursos literarios dominicanos… en los polémicos premios nacionales?

RGR:
Hay que creer. El ser humano es un animal de incertidumbres, de esperanzas y verdades. Y los escritores no tienen por qué ser diferentes. Tampoco los concursos, los polémicos premios que ponen en aprietos a un jurado, a tres o cuatro escritores que hacen de jurado. Y que juzgan no los libros y su calidad, si no cómo quedarán ellos ante los escritores que quedan excluidos del premio. De manera que no hay que temer. Los concursos literarios van más allá de los premios, contribuyen a poblar el mundo de libros, tanto los de aquí como los extranjeros. Y todos están llenos de incertidumbre, son esperanzadores, y profundamente verdaderos.

RS: ¿A qué atribuyes el poco repunte a nivel internacional que tiene la literatura dominicana? ¿Falta de calidad o poca difusión?

RGR:
La República Dominicana entra de lleno en una situación de excepción, ya que empiezan las casas editoriales de España, Italia y la región a poner el ojo en importantes escritores dominicanos. En ese fenómeno, incide, por supuesto, los niveles particulares de desarrollo de nuestra sociedad, ya cuenta con una impresionante comunidad de lectores, que demandan más libros, y que permite que un mayor número de escritores nacionales consoliden su literatura, presenten mejores historias, más depuradas, más trascendentes. Basta señalar el caso de la novela. Las muestras anteriores a las últimas dos décadas, salvo algunas notables excepciones, no fueron muy consistentes. Pero hoy, partiendo de autores generacionalmente modernos como Marcio Veloz Maggiolo, Diógenes Valdez, Enriquillo Sánchez, Ángela Hernández, Luis Arambilet, Pedro Vergés, o Pedro Antonio Valdez podemos contar con importantes títulos de novelas que podrán sacarnos de la insularidad, que nos situarán dentro de una grande y ya venerable corriente continental. No sucede lo mismo con la poesía actual, que no iguala, ni consigue superar el trabajo que hicieron glorias de nuestras letras, como Manuel del Cabral, Pedro Mir, Héctor Inchaustegui, Domingo Moreno Jimenes y Franklin Mieses Burgos.

La poesía contemporánea tiene muchos empecinados, gente que sueña, que arriesga su presente de manera precipitada, que se aventura llevar un libro a imprenta, pero no tiene futuro. El futuro de nuestra poesía, paradójicamente, está en Franklin Mieses Burgos, Manuel del Cabral, Aída Cartagena Portalatín y otros poetas del pasado. Un fenómeno que no sucede con la narrativa.

Sin ninguna duda, la literatura dominicana tiene un camino internacional muy promisorio. Nunca como a finales del pasado milenio y principios de esta década ha tenido tanto respaldo. Tenemos escritores dominicanos cuyos libros son demandados por editoriales extranjeras. No son los autores que tú o yo quisiéramos ver, pero esos son los elegidos. Para ver otros escritores publicados, promovidos y con la calidad necesaria… eso es algo que tiene que esperar. Sobre todo que yo confío, yo apuesto a esos escritores; Dios le sabrá dar a muchos, incluidos editores y escritores, el discernimiento, la claridad de pensamiento, la paciencia necesaria, y la mesura para esperar a que ese momento llegue.

RS: Siempre se ha comentado de que hace falta la “gran novela dominicana”. ¿Crees que ya se ha escrito o piensas que todavía no ha llegado el “mesías”?

RGR: Hay que defender la literatura dominicana, la buena; y luego ver los casos particulares. En ese sentido, ya tenemos nuestra literatura y buenos escritores. En cuanto a lo otro… Yo no sé si es un comentario que se muda cada década y se pone en boca de muchos críticos, escritores y poetas; o si definitivamente estamos inmersos en un clima de expectativa constante en esto de esperar. No creo que nadie, ningún escritor, poeta o narrador, se haya propuesto escribir el gran poema, el gran cuento, y como tú planteas, la gran novela dominicana. A falta de esas grandes piezas, ¿sería correcto hablar de poemas, cuentos y novelas menores? Creo que no. Definitivamente los dominicanos tenemos el piso, vamos haciendo un camino y damos pasos con firmeza y eso ya es suficiente. Con la calidad que exhibe las letras dominicanas podemos ganar el cielo. Tenemos una literatura hecha por escritores con una gran consistencia, con libros publicados aquí y allá, que forman parte de la literatura latinoamericana, de la literatura caribeña, de la literatura hispanoamericana. El futuro no está en un solo escritor, en un solo hombre, en un libro. El futuro está en ver y valorar a República Dominicana y defender y promover sus escritores sin egoísmos, como un conjunto armónico, sin que nadie reclame calidades y principados injustos, o hable de mesías, que un mesías o figuras mesiánicas, en literatura, no tienen ningún poder de validez.