Marca indeleble
Por Rafael García Romero
El mes que empezó hace varios días y que finalizará el 31 pasará a la historia como un periodo con dos presidentes. Ambos de un mismo partido. Uno que entrega y otro que recibe el poder.
La historia queda con el que se marcha; y el destino de todos los dominicanos pasará a manos de quien recibe.
Importará, en primer lugar, lo que recibe el nuevo presidente de manera simbólica con el traspaso de la banda presidencial y que será colocada en su pecho. En ese momento, con los símbolos patrios de la nación, también recibirá las palabras históricas y emblemáticas: “Dios, Patria y Libertad”.
De esta forma, a través de la banda presidencial, se le hace responsable del destino del país durante cuatro años y de todos y cada uno de los dominicanos y extranjeros que vivan aquí o lleguen en condición de turistas durante ese periodo. Se le entrega el Himno Nacional en su versión completa. Se le entrega y recibe la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Constitución de la República y la responsabilidad de formar un gobierno idóneo, articulado y encarnado por hombres y mujeres compromisarios con lo que habrá recibido.
El país tiene la férrea esperanza de seguir transitando un camino seguro, como lo ha hecho hasta ahora.
El presidente Danilo Medina dará el 16 de este mes un paso al frente, un paso que simbólicamente pondrá al país ante la puerta de un tiempo distinto, una puerta que él tiene el compromiso de abrir.
Una vez abierta esa puerta entrará él y todo aquel que designe para acompañarlo. Ese momento representará la entrada a la casa de la democracia, la cual albergará a los ciudadanos del siglo pasado y a los nuevos ciudadanos.
Vientos fuertes golpearán esa puerta y toda la casa con un claro propósito.
El presidente sabe que de él dependerá que esa cosa no suceda.
Gobierne, señor presidente, con dignidad. “Eso que no se vende ni se deja comprar” –ya lo dijo José Saramago-, “y que es para el ser humano el grado supremo” de la condición humana. No hay mejor blindaje. Sí, gobierne y hágalo abrazado de la dignidad. Así podrá gobernar lúcido y puro, de manera pulcra cada segundo, cada día y todos los días de su mandato; y hágalo totalmente consciente de su responsabilidad.
Imprímale a su gobierno esa marca indeleble, desde el primer día.
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