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Rafael García Romero

Juan Bosch: cartas escritas en el exilio

Juan Bosch: cartas escritas en el exilio

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Por Rafael García Romero

(Donde el autor cuenta cómo escribió la versión definitiva, en 13 días, de su novela “El oro y la paz”, en Puerto Rico; y que originalmente empezó a escribir en Cuba, luego de trabajar apuntes tomados en Bolivia en 1955 y Chile en 1956. Son cartas que tienen, o van a tener 50 años de haber sido escritas por los autores involucrados)

El primer coloquio sobre “El Oro y la Paz”, de Juan Bosch, lo organizó el intelectual y académico, Bruno Rosario Candelier cuando se dio a conocer la primera edición dominicana de la novela. La actividad contó con la participación de Adriano Miguel Tejada, Cipriano Ibáñez, Amiro Cordero Saleta, y Apolinar Núñez. En su momento cada uno de los  ponentes escogió un tema sobre esa importante obra del escritor vegano, y que desarrolló en el lapso de 20 minutos. Ese encuentro contó con la presencia del autor, Juan Bosch.

El acto se celebró en Moca, en el Teatro Don Bosco, el 21 de marzo de 1976. Eran los días en que Juan Bosch estaba inmerso en la formación ideológica del Peledeísmo con el ideal liberador y la orientación ética de su visión social y política.

El texto que leyó Bruno Rosario Candelier en el coloquio fue publicado en su libro “La narrativa de Juan Bosch”, y que afortunadamente tengo en mi biblioteca.

En torno a esa novela hay una historia que no conocía Bruno Rosario Candelier y nadie del panel, a la hora de hacer ese coloquio; y que tampoco reveló Juan Bosch esa noche. Se trata de cómo reescribió la obra hasta llevarla a la versión que se conoce hoy en día, luego de “trece días de trabajo febril” en Puerto Rico.

La carta que transcribo resulta altamente reveladora; y con ella, pongo punto final a esta parte sobre los orígenes de esta segunda y última novela escrita en 1957 y publicada, cosa curiosa, en 1975, fecha que se consigue invirtiendo los dos últimos años de la fecha original de cuando la escribió su autor en Cuba.

La carta dice así:

Si ustedes no fueran escritores estarían pensando que desde los días de Adán no ha nacido hombre más ingrato que yo, pero como son escritores se explicarán mi silencio o cuando les diga que entre el día 13 y ayer, día 25, reescribí –y prácticamente escribí de nuevo– “El Oro y la Paz”; y a fin de que hablen por mí los papeles –para hacer bueno el cuento del árabe: “ Papelitos Hablan”–pongo al correo junto con esta carta, pero en paquete separado, una copia del manuscrito original, tal como ha salido en esos trece días de trabajo febril.

Voy a contarles la aventura: Suprimí varios capítulos de la versión original; unos los reduje a párrafos que dispersé dentro de otros capítulos, otros fueron aniquilados como enemigos malos; la totalidad del libro fue reducida página por página suprimiendo todo lo que me pareció superfluo. ¿Por qué? Pues porque he querido darle a la novela el mismo interés que tienen las novelas de detectives o policiales, conservar al mismo tiempo los valores psicológicos que faltan en este tipo de novelas, acentuar la tensión del cuento en un ensayo de técnica cuentística para muchos capítulos, y a la vez preservar los valores filosóficos que me propuse tratar en el libro.

Todo esto puede dar por resultado un híbrido, y los híbridos tienen virtudes y sus defectos, como podemos ver en el ser humano que es un híbrido del demonio y de los ángeles. Pero en la fiebre del trabajo a mí no me han resultado fácil discernir si mi híbrido es malo o peor; y por eso se lo envío a Abel para que lo lea y me diga: “Te equivocaste, Juan; no es peor, es peorísimo”. Pero si a pesar de eso cree que Knopf puede publicarlo –¿y por qué no, si en el mundo se hacen todo los días cosas malas y hasta se cometen crímenes? –, que le pase el manuscrito –o mecanoscrito, para ser verídico—a Cameron, cuya dirección no tengo.

Puede que ustedes hallen algunas faltas y erratas, lo cual se explica porque yo soy mecanógrafo de oídas. Por favor, si hay alguna gruesa, me la anotan para corregirla. Y ya acabo con “El Oro y la Paz”.

Ahora voy a la paz sola, a la paz sin límites que disfruté—y disfrutamos todos los de la tribu Bosch—en West Woods. Tal vez sólo de una manera podría decirlo: West woods y el cariño de ustedes, la generosidad y finura de ustedes, me quitaron años de arriba y me sacaron de las venas un cansancio viejo que venía arrastrando desde no sé cuándo, y en su lugar pusieron una luz que da alegría y da entusiasmo y necesidad de crear algo bello.

Ayer llegaron las fotos, ¿y saben ustedes cuál fue la que más me gusto? Pues la de la casa; porque la casa era el paisaje y ustedes en él, la casa era los Árboles secos de hojas y virilmente amables,  la chimenea condenada que echaba humo pero nos reunía a charlar.

¡Ah esa casa blanca de west Woods –o Westwoods, si les parece–, ya inolvidable para Carmen, Barbarita, Patricio y yo; inolvidable como si fuera la casa donde se tuvo una infancia feliz.

Doris, Abel: gracias.

Cuenten con el cariño de

Juan Bosch

  1. Enviada por Juan Bosch desde Río Piedras, Puerto Rico, a Doris y Abel, a quienes solo identifica como escritores, sin ofrecer en la carta los apellidos de los destinatarios. Entonces el autor de “El oro y la paz” vivía en Puerto Rico. La carta está fechada el 26 de enero de 1964).

Agradecimiento. La carta corresponde al “Archivo de Juan Bosch”, disponible en la web. El óleo de la ilustración, donde figura Juan Bosch con el patricio Juan Pablo Duarte de fondo, ya que esta carta –escrita el 26 de enero– coincide con la fecha de su nacimiento, corresponde al laureado artista plástico dominicano Miguel Núñez.

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