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Rafael García Romero

La vida de Trini López, intérprete de

La vida de Trini López, intérprete de

La vida de Trini López, intérprete de “La Bamba”, se apagó con el coronavirus

Por: Rafael García Romero

Para bailar la bamba / Para bailar la bamba / Se necesita una poca de gracia / Una poca de gracia y otra cosita./ Ay arriba y arriba, ay arriba y arriba./ Yo no soy marinero. Soy capitán. / Soy capitán. Soy capitán.

Cuando Trini López estrenó su célebre y mundialmente famosa canción «If I Had a Hammer», grabada en 1962, yo tenía 5 años; y varios años después recorrería el mundo con una versión de «La Bamba», tema que ya cantaba desde 1958 Ritchie Valens, seudónimo de Richard Steven Valenzuela Reyes, sin duda un pionero del rock and roll en español. No era una edad, la mía, para andar escuchando entonces música funk, soul, jazz, latin, pop o rock and roll.

Trini López nació el 15 de mayo de 1937 en el seno de una familia de inmigrantes. Su padre, Trinidad López era cantante, bailarín y músico ranchero de México, pero se ganaba la vida como obrero. En 1929 se casó con Petra González en su ciudad natal, Moroleón, uno de los 46 municipios del estado de Guanajuato, en México. El matrimonio tuvo seis hijos cuatro niñas y dos varones.

Trini recuerda que en el hogar, durante esos años duros, apenas había suficiente comida para toda la familia. Entre padres e hijos eran ocho miembros.

El padre y la madre, Petra González, eran dos campesinos. De ellos recuerda que trabajaron y lucharon juntos en México para sobrevivir. En una parcela comunitaria «ellos araban la tierra juntos. Mi madre, además, lavaba la ropa en el lugar por paga, para que la familia tuviera ingresos adicionales». Y, de inmediato, reflexiona: «No se puede imaginar lo difícil que fueron esos años del matrimonio cuando ellos vivían en México». A corta edad, debido a esa situación, tuvo que abandonar sus estudios para colaborar al sustento de su familia.

Muy triste esa vida. Vivía cada día atrapado en la pobreza y la desesperanza del hogar, sin saber que le esperaba otra vida. No había un destino cierto. No había indicios. No había una luz en el camino; y la única manera que halló para aportar al sostén de la familia fue usando la guitarra que su padre le había comprado y que le enseñó a tocar. Doce dólares costó, de medio uso, en una tienda de empeños.

En la salita de la casa, él como aprendiz y su padre enseñándole, se sentaban a sacar notas de la guitarra hasta que, finalmente y gracias a la constancia, alcanzó el dominio del instrumento, soltando y poniendo los dedos en las cuerdas con absoluta destreza. Aprendió pronto a tocar y tenía buena voz para el canto. Tocaba en fiestas particulares y  cantaba en recitales escolares. Así empezó su carrera, debido a una necesidad básica: buscando plata para rendir el presupuesto doméstico de la casa.

La familia López González salió de Moroleón y llegó a Estados Unidos en 1936 detrás del sueño americano, pero eran tan humildes que los varones de esa estirpe solo heredaban el nombre. El patriarca se llamaba Trinidad. Y así, atrapado por la vida rural mexicana, traspasó el nombre al hijo. El nieto, de esa forma, terminó llamándose igual que el patriarca y su padre: Trinidad López. A los tres: padre, hijo y nieto les llamaban Trini, en la familia. Y de igual forma el apócope de Trinidad era de uso común entre compadres y amigos.

El nombre para un joven que ya vivía en un suburbio de Dallas, Texas, hijo de dos inmigrantes mexicanos, no sería ningún obstáculo. De manera que su nombre completo era Trinidad López González. El problema de su denominación originaria vendría con su entrada al mundo del espectáculo, muchos años después. Ya que Trini López no era un nombre apropiado para un artista latino inclinado a interpretar canciones en inglés.

El apego a sus raíces lo hizo pasar por momentos muy engorrosos. El propio Trini López cuenta que comenzó su carrera musical actuando en un circuito de clubes de la costa oeste de los Estados Unidos, donde, de manera paulatina, adquirió fama.

Una noche, al final de su presentación, se le acercó un agente del espectáculo con el fin de contratarlo e impulsar su carrera de cantante. Eso incluía la grabación de su primer disco. Había una condición: tendría que cambiar su nombre por uno más artístico, digno de un público estadounidense. Trini López no aceptó. El hijo de un inmigrante no se puede dar el lujo de perder el único lazo verdadero que tiene con sus orígenes. Y él se aferró con todas sus fuerzas a su nombre y apellidos: Trini López González. Aunque el segundo apellido, de su madre Petra, lo anuló solo para los fines artísticos.

Dos noches después el agente volvió al club y le ofreció un contrato.

A mediados de junio de 1963 hizo su debut en Nueva York con su propia orquesta de compuesta por once músicos. Entre ellos estaba su hermano Jesse López González; y luego hizo tienda aparte y se ganó la vida como animador.

El apoyo de Frank Sinatra

Trini López para esos años, aunque tenía un poquito de gracia, todavía no bailaba «La Bamba». Aun le faltaba «otra cosita». Y esa otra cosita le llegó una noche cualquiera, y que Frank Sinatra la convirtió en una fecha memorable para el curso inequívoco de esta historia.

El encuentro entre los dos ocurrió, sencillamente, de esta forma: el joven e impetuoso artista ya se había establecido en el sur de California y consiguió un puesto regular en el club P.J. en West Hollywood. Sinatra lo vio cantando y se le acercó. Hablaron y de esa primera conversación salió un primer contrato con su nuevo sello discográfico. A través de ese sello López tuvo su primer éxito con «If I Had a Hammer». La canción se escuchaba de manera permanente en las más importantes emisoras de la época y encabezó las listas de popularidad en más de 50 países.

La amistad con Frank Sinatra le garantizó a Trini López un espacio en los casinos de Las Vegas y ganó fama en los programas de variedades de la televisión.

En 1962 ya Sinatra tenía un sitio muy sólido en el mundo del espectáculo. Basta con citar un acontecimiento sin precedentes. En marzo de ese mismo año grabó un  programa de televisión donde él  y Elvis Presley aparecieron juntos. Sinatra pagó 100 mil dólares a Elvis por una canción cantada a dúo y dos o tres canciones solo, en ocho minutos de actuación.

Frank Sinatra tenía 47 años cuando conoció a Trini López. La Voz, como se le conocía, ya había remontado vuelo en los grandes escenarios, con una carrera artística que tenía más de dos décadas. En ese periodo cuenta su éxito radiofónico con el programa «El show de Frank Sinatra» que llegaba a los radioescuchas de manera simultánea por distintas emisoras. El programa se mantuvo en el aire durante catorce años; y Trini López, que empezaba su ascenso, había cumplido 26 años.

La Voz recibió multitud de premios y homenajes, entre los que se cuentan diez premios Grammy, otorgados por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas; y la Medalla de la Libertad por parte del gobierno estadounidense.

En cuanto a Trini López, ya en 1963 había recibido una nominación al Grammy como «Artista revelación del año». Ese mismo año hizo de contraparte en un espectáculo donde se presentaron los Beatles, en el Teatro Olympia de París.

Hollywood le abrió las puertas y probó su fortuna como actor de cine sin alcanzar el éxito. Su primer papel en un filme fue en «Marriage on the rocks», en 1965, donde apareció junto a Frank Sinatra y Dean Martin. Participó en la película «Los doce del patíbulo», con el papel del presidiario Pedro Jiménez. Su director, Robert Aldrich, con un reparto estelar, hizo la producción en Inglaterra en 1966; y luego, en 1973, actuó en «Antonio». Además, interpretó las canciones «Lemontree» y «La Bamba» en la película «Poppies are also flowers», de 1966, en la que trabajó con actores de gran fama como Omar Sharif, Rita Hayworth, Marcello Mastroianni y Grace Kelly.

El artista vivió gran parte de su vida de Hollywood entre relaciones amorosas espaciadas que no llegaban a consumarse en matrimonios. Nunca tuvo hijos. «Siempre fui un solitario». Independientemente de esa confesión tuvo grandes compañías pasajeras o amores de trayecto breve. Entre ellas conoció y mantuvo un romance con la actriz Sandra Giles en 1963, conocida como «Bomba rubia», hasta que comenzó una relación con la actriz, bailarina y cantante estadounidense Joey Heatherton, tres años después. Un año más tarde, en 1967, se le vio de manera pública en compañía de Susan Denberg, modelo y actriz germano-austríaca, cuyo verdadero nombre era Dietlinde Zechner. Durante varias décadas un manto de silencio cubre la vida amorosa de Trini López. En cambio, ayudó, protegió y se mantuvo cerca de sus sobrinos, hijos de sus cinco hermanos.

El álbum debut de Trini se hizo con todas las canciones grabadas en vivo. Don Costa, que lo dirigió, también escogió el título: «Trini López live at PJ’s». Entonces para la grabación del álbum, dentro del club se ubicaron de manera estratégica los micrófonos de ambiente con el propósito de recoger la algazara y la ovación de la multitud. El álbum, a través del tiempo, quedó como testigo melódico de la época, con la esencia y la experiencia en vivo de esa primera salva de aplausos que cautivó Trini López.

Ese primer álbum: «Trini López live at PJ’s» en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en un sólido éxito de repercusión internacional. Había formado con el club un contrato de cinco años, pero montado en la ola del éxito se presentó allí durante ocho años.

En muy  pocas ocasiones interpretó «If I Had a Hammer» o «La Bamba», sin el acompañamiento de su guitarra. Y en muchas presentaciones en el estrado de los músicos empezaron a tocar con él un grupo mayor de lo habitual.

Durante toda su carrera hizo 62 álbumes (y claro, la mayoría en Inglés). Si entramos en detalle podemos citar: «Trini Live at Pj’s», «More Live at Pj’s», «Trini Now», «The Whole Enchilada», «Trini at Basin Street», «Trini Greatest Hits», «Trini in London»,  y «Welcome to Trini Country». En español cantó «La Bamba, «Cuando calienta el sol», «Guantanamera», «Yo el solitario», y «Nunca en domingo».

De acuerdo a las crónicas de la época, se presentó en un estadio de Berlín ante un público variado de 23 mil personas. En Buenos Aires se repitió el fenómeno el 15 de marzo de 1965, pero con una asistencia cerca de 60 mil personas. Todos pagaron el precio de la boleta para verlo cantar «If I Had A Hammer» y «La Bamba». Esa canción la interpretó siempre con el espíritu elevado, alegre; y ponía en lo alto sus orígenes, en comunión con su amado país, México.Una escena que se repitió en Holanda, España, Italia, Inglaterra, Canadá y hasta en Australia, Nueva Zelanda y, oh Dios mío... también en Beirut.

Sin duda «La Bamba» se convirtió en su canción insignia. Y las tantas veces que la  interpretó siempre lo hacía con el espíritu elevado, alegre. Ante el público, cuando la ocasión lo ameritaba, hacía un pequeño discurso y ponía en alto su origen latino, en comunión con sus padres y México, el amado país que siempre llevaba en el corazón.

Una de sus últimas apariciones en vivo fue en 2013 en Maastricht, la capital de la provincia de Limburgo. Entonces participó como invitado en la grabación del DVD “André Rieu & Friends” e interpretó «If I Had a Hammer», con el acompañamiento de 50 músicos y un coro de 10 vocalistas. Con esa canción y su guitarra Trini López le dio la vuelta al mundo 54 veces.

Algunas distinciones

En 2003 fue incorporado en el Salón Internacional de la Fama de la Música Latina; figura en el Paseo de Las Estrellas, en Las Vegas. Y también tiene una estrella tanto en el Paseo de la Fama de Palm Springs como en Hollywood.

Trini López murió el domingo 11 de agosto de 2020, a la edad de 83 años, a causa de complicaciones de la Covid-19, en el Centro Médico Regional Desert en Palm Springs, California. Uno de sus últimos proyectos fue la canción “If by now”, concebida para recaudar fondos para los bancos de alimentos que entregan comida gratuita a las personas afectadas por la pandemia.

Al final de su vida Trini López solo era un anciano alegre que cantaba «If I Had a Hammer» con una voz todavía enérgica, pero distinta a la que tuvo en su juventud de 1964, cuando interpretó esa canción por primera vez.

Y yo, con las vueltas que ha dado el mundo, ya no soy ese niño de 5 años. Ahora, en esta etapa de mi vida, y agobiado por tantas horas de encierro fruto de las restricciones impuestas por la pandemia, escucho de manera muy frecuente música funk, soul, jazz, latin, pop o rock and roll. La música, sin duda, es un estimulante y eficaz alimento para revitalizar el alma.

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